Boletín UNAM-DGCS-690
Ciudad Universitaria
Pie
de fotos al final del boletín
LAS REPRESENTACIONES DE LA MUERTE, UN MODO
DE VIVIFICARLA
·
Con ello, se pretende ocultar el miedo que
se le tiene, dijo
·
El mexicano la materializó en la música, el
arte, y el alimento, como un mecanismo de defensa para la aceptación, y una
respuesta al temor, señaló el secretario Académico del IIB,
·
La celebración del día de los difuntos es
una remembranza de los que se han ido, y las ofrendas propician su regreso,
indicó el académico de
Se le conoce como la tilica, la pelona, la tía de las muchachas, la huesuda,
la patas de hilo, la flaca; piezas de barro, cartón, o metal, recrean su imagen,
y una catrina con sombrero y vestido elegante, canciones e inclusive poemas, constituyen
un modo de vivificarla.
A lo largo de la historia, se le ha simbolizado de diferentes maneras;
a veces aparece como imagen de santidad, otras como alegoría, pero siempre
viva.
En realidad, estas expresiones culturales permiten a los vivos
enfrentar el miedo ante la incertidumbre de la muerte, señaló la coordinadora
de Comunicación Académica del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA)
de
En todas las culturas, la muerte ha sido motivo de reflexión filosófica,
pero en el país se ha convertido, debido a las artes visuales y, sobre todo, a
la cultura popular, en un tótem. “Es símbolo de la mexicanidad, y ha logrado
que los extranjeros volteen la mirada hacia México, admirados por la forma en
que nos relacionamos con ella”.
Hoy, el Día de los Muertos convierte las remembranzas en un espacio
festivo, no muy lejano a lo que fue en épocas ancestrales el sentido de
convivir con las almas, que siempre regresaban transformadas en otras
existencias: aves, mariposas, y piedras.
En la época colonial,
Su culto, es un proceso de la formación del Estado mexicano, atravesado
por las guerras de Independencia y
Martel Díaz Cortés indicó que la cultura es dinámica; se llena de
estilos, modas y pensamientos. Las tradiciones, heredadas de los antepasados,
se transforman; algunas se pierden, y otras se recuperan; es lo que ocurre con
las celebraciones de noviembre.
Lo que diferencia a la nuestra de otras culturas es el modo de
festejar, la intimidad con la muerte, y las raíces mesoamericanas. Para muchos,
esa condición representa respeto o miedo, y arrancarle la parte trágica, a
partir de la convivencia con su imagen, caricatura y jolgorio, vuelve a los
mexicanos un tanto irreverentes, consideró.
La
muerte, materializada en el arte
Por su parte, el secretario Académico del Instituto de Investigaciones
Bibliográficas (IIB),
Llego un momento en que el pueblo estuvo tan ligado a la muerte, que la
incorporó a su cotidianidad, y la plasmó en la música, el arte, y el alimento,
como un mecanismo de defensa para la aceptación, y una respuesta al temor que
se le guarda. La incertidumbre de saber qué hay después de la existencia
material es lo que más preocupa, no tanto el cuerpo. “Ese es el meollo de la
veneración”, sostuvo.
“Había que materializar las emociones, o darles una forma sensible,
tangible; eso es el arte popular que ha surgido en torno a la muerte”.
Asimismo, coincidió con Martel Díaz, en que la idea de ver a la muerte
con alegría obedece, en un primer plano, a la resignación, y después al temor.
Aún falta mucho por conocer de la muerte y su historia, pues se ha creado
una imagen y se asume como una emoción previa; no obstante, la juventud recrea
su propia imagen, pues cada época construye sus propios conceptos, apuntó.
Los velorios y la idea popular de morir con música, es una actitud inexplicable, objeto de reflexión, pues combina la nostalgia, la alegría y el dolor. Para los mexicanos es común desear que los seres queridos no lloren el momento del deceso, como bien expresó Andrés Henestrosa, en La Martiniana :
“Niña, cuando yo muera
no llores sobre mi tumba;
toca sones alegres, mi vida,
cántame
La irreverencia a la muerte tiene un sustrato ancestral, que se ha
compartido, y se seguirá heredando a muchas generaciones, pues las tradiciones
son entes vivos, cambiantes y dinámicos, que necesitan transformarse para
sobrevivir. “No pueden petrificarse, pues en ese momento se extienden, porque
se convierten en discursos”, añadió.
Así, el pueblo mexicano, en su carácter mestizo, tomó dos vertientes
culturales: la nativa y
La parte cristiana es más complicada, pues allí la muerte es necesaria
para alcanzar una vida suprema, para trascender y aspirar a algo distinto a lo
terrenal, es decir, en México se combinan ambas creencias en una sola, destacó.
El jolgorio, para perderle el miedo a la muerte
A su vez, el académico de
Son espacios distintos; para la muerte no hay culto, sí para la memoria
de los difuntos, y esta festividad, “heredada de un montón de costumbres como
la prehispánica, la europea, incluso la norteamericana”, es la desacralización
de la muerte, un intento por perder el miedo. “Se intenta que no sea un espacio
temible”.
Pensar en ella con vestido, bailando o en el jolgorio, tiene que ver
con la posibilidad de dejar atrás el temor, y relacionarla con el espacio del
muerto, pues por sí misma no tiene sentido, dijo.
En México, la gente se va, pero no del todo. La celebración en
noviembre es una remembranza, para tenerlos presentes, y las ofrendas propician
su regreso; por ello, se brindan cosas que le agradaban a quien se fue,
concluyó.
-oOo-
Foto
01
Pensar
en la muerte con vestido, bailando, en el jolgorio, tiene que ver con la
posibilidad de dejar atrás el temor, consideró el académico de
Foto
02
A la
muerte se le ha simbolizado como santidad, como alegoría, pero siempre viva,
como una forma de oposición de lo que trae consigo, comentó Patricia Martel
Díaz Cortés, del IIA de esta casa de estudios.
Foto
03
Foto
04.
El
pueblo mexicano estuvo tan ligado a la muerte, que la incorporó a su
cotidianidad; la plasmó en la música, el arte y la comida, como un mecanismo de
defensa para la aceptación.