Boletín UNAM-DGCS-611
Ciudad Universitaria
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final del boletín
• El recuerdo de eventos
decisivos en la niñez o la juventud, mantienen activa esa función, dijo
Federico Bermúdez Rattoni, investigador del IFC de la
UNAM
• Ambientes
enriquecidos, el aprendizaje de cosas nuevas, la lectura y el ejercicio,
contribuyen a la formación de conexiones neuronales en la vida adulta, señaló
Los sucesos o eventos decisivos en la niñez o juventud de un ser humano
definen, en cierta medida, su percepción del mundo, personalidad y, en
definitiva, lo que es hoy en día; la importancia de la memoria reside en el
acceso a esos recuerdos, que mantienen activa la función cerebral.
Durante años se creyó que al llegar a la edad adulta, las neuronas
(células nerviosas) ya no tenían la capacidad de modificarse y morían, sin
posibilidad de retrasar el proceso, pero recientemente se demostró que entre
más activa es la mente, más se retrasa la aparición de enfermedades como el
Alzheimer.
“Los seres humanos están expuestos todo el tiempo a experiencias y, con
ello, las neuronas se activan y producen cambios plásticos en el cerebro”,
aseguró Federico Bermúdez Rattoni, investigador del
Departamento de Neurociencias del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la
UNAM.
Nuevas conexiones neuronales en la edad adulta
A finales del siglo XIX, el español Santiago Ramón y Cajal sostuvo que
la información es almacenada en el cerebro mediante cambios anatómicos entre
las conexiones o uniones (sinapsis) de las neuronas; más tarde, se propuso el
término plasticidad sináptica, para describir las variaciones en las
propiedades funcionales de una sinapsis, como resultado de su actividad.
Basados en esa teoría, Bermúdez-Rattoni y un
equipo de investigadores sometieron a ratas adultas a sesiones de aprendizaje
espacial en un Laberinto Acuático de Morris (LAM). Después de analizar el
cerebro de los roedores con un microscopio electrónico, los científicos
confirmaron que sí se puede inducir la formación de nuevas sinapsis (sinaptogénesis) en las fibras musgosas del hipocampo,
región que forma parte del lóbulo temporal medial.
Comúnmente, esas fibras musgosas establecen enlaces en la región del
cerebro denominada stratum lucidum,
pero muy pocas en la región externa, conocida como stratum
oriens.
A lo largo de cinco días, las ratas recibieron 10 sesiones diarias de
entrenamiento; semanas después recordaban mejor su tarea (memorizar la posición
de las referencias externas al LAM, para orientarse y encontrar una plataforma
que les permitiera escapar del agua fría), no sucedió así con las que fueron
entrenadas sólo 48 horas.
Los resultados sugieren que las nuevas conexiones sinápticas podrían
estar relacionadas con la formación de la memoria de largo plazo y la representación
espacial.
“Esos cambios en la morfología de las neuronas se generan con rapidez;
antes se pensaba que ocurrían en semanas”. No obstante, aún no se sabe si esas
variaciones se mantienen por periodos largos, puntualizó Bermúdez Rattoni.
A lo largo del desarrollo humano se forman contactos sinápticos en
regiones de la corteza cerebral; sin embargo, conforme envejece el dinamismo
disminuye, pues los procesos celulares en general se hacen más lentos, aunque
se siguen creando nuevas neuronas o redes de conectividad.
Memorias de corto y de largo plazo
La memoria se ha clasificado en dos tipos: de corto y largo plazo. La
primera permanece unos cuantos segundos, minutos u horas; la segunda días,
meses, años y hasta la vida entera.
La información adquirida recientemente es frágil y susceptible de ser
olvidada, pero puede convertirse en memoria de largo plazo mediante la
consolidación, proceso que fija los recuerdos recientes por la producción de
nuevas proteínas a nivel celular, que permiten modificaciones funcionales o
estructurales en las neuronas.
La lectura y el ejercicio, en pro de la
memoria
Asimismo, se demostró que los ambientes enriquecidos modifican el
cerebro. Animales a los que se ubicó en sitios con carruseles, tubos y
plataformas, y donde podían entrar, salir, dar vueltas, subir, bajar,
incrementaron su número de espinas dendríticas (terminales neuronales), pues el
aprendizaje de cosas nuevas aumenta la cantidad de dendritas.
En los seres humanos, la lectura es uno de los actos que más
contribuyen a ese proceso. “Todo lo que sea información es benéfico; los textos
impresos desatan la imaginación pues enfrentan al lector con el autor, con
ideas, conceptos, personajes y lugares”, señaló el investigador del IFC.
El trabajo intelectual es funcional, pero también lo es el ejercicio
físico. Una sustancia conocida como factor de crecimiento neuronal (Brain Derived Nerve
Growth Factor o BDNF), que normalmente cubre todo el
cerebro, se incrementa con la actividad y ayuda a mejorar las conexiones. “Si
hacemos ejercicio mental y físico constante, tendremos un cerebro en mejor
estado”, concluyó.
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Foto 01.
Por años se creyó que al llegar a la edad adulta, las
neuronas perdían la capacidad de modificarse y morían; recientemente se demostró
que una mente activa, retrasa esa posibilidad.