Boletín UNAM-DGCS-601
Ciudad Universitaria
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FALACIA, QUE LOS
TRANSGÉNICOS SEAN
El anuncio de que los transgénicos constituyen la solución a la crisis
alimentaria de México es una falacia fincada en la irresponsabilidad, pues lo único
que se pretende es la aceptación del cultivo de maíz genéticamente modificado, por
presión de las grandes transnacionales, afirmó Elena Lazos Chavero, del
Instituto de investigaciones Sociales de
La especialista refirió que tanto científicos sociales como agrónomos y
expertos dedicados a las cuestiones del ejido, sostienen que la crisis del
campo mexicano no tiene que ver con su rendimiento. “El meollo del problema es
que hay un contexto económico desleal, en específico, con la siembra de maíz;
así se observa con los subsidios a la producción en Estados Unidos, permitidos
en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte”.
Asimismo, a esa situación crítica contribuye el alza de insumos como los
fertilizantes, la cancelación de los apoyos por parte del gobierno mexicano
(Procampo es desigual por región y totalmente insuficiente), ausencia de
inversión pública, altos índices de erosión y mala calidad de las tierras,
abundó la investigadora.
A esa situación, se suman otras como los altos subsidios a las
industrias de harinas de maíz, que rompen la cadena de la nixtamalización. “La mayoría
de la gente compra tortillas elaboradas con esas harinas en el supermercado y
ya no en forma tradicional”; al fenómeno también contribuye la emigración
acelerada de los campesinos.
La universitaria señaló que 80 por ciento de la población ocupada en el
sector primario cultiva esa gramínea (que en el año 2000 representaba alrededor
de ocho millones de hectáreas); 79 por ciento de esa superficie está manejada
por familias campesinas y, el resto, está en manos de agroempresarios o
agricultores que han llevado una fuerte capitalización al campo, a través de
una mecanización intensiva.
También subrayó el hecho de que el promedio nacional de productividad sea
de 2.2 toneladas de maíz por hectárea, y que haya productores en el norte (Sonora,
Sinaloa y Tamaulipas) que alcanzan ocho, 10 ó 12 toneladas, mientras que los campesinos
indígenas oaxaqueños cosechan sólo
Ante esa situación, sostuvo Lazos Chavero, “no se puede crear una política
agraria mediante la exclusión de unos en favor de otros; se debe considerar que
hay grandes productores mecanizados y también millones de familias campesinas
que tratan de subsistir con una escasa producción maicera”.
Al participar en el ciclo de conferencias El que Sabe, Sabe…, organizado por
En el auditorio Carlos Graef,
de
En total, en esa zona se alcanzan mil 700 toneladas o más por productor,
con una ganancia por hectárea de entre mil
En Oaxaca se habla de minifundismo, de superficies que abarcan entre
las 0.5 y las
Las pérdidas por hectárea en esa entidad son de 60 pesos; los campesinos
no están siquiera en el límite de obtener alguna ganancia. “Sólo si se cuenta
con el apoyo de Procampo, en algunos casos puede haber una utilidad de 80 pesos”,
abundó Elena Lazos.
A inicios de los años 90, los estados más productivos eran
Para los grandes productores, los fertilizantes son altamente
subsidiados, pero ello implica adquirir las semillas de empresas trasnacionales
como Monsanto y DuPont.
En Oaxaca, por el contrario, hay poca compra de semillas. En la región hay
una gran cantidad de variedades criollas de maíz, en cuyo conocimiento no se
han invertido recursos.
Además, los agricultores del sur, Guerrero y Oaxaca en particular, son
aquellos que emigran para trabajar en los campos del norte, lo que deriva en el
movimiento de semillas. Los trabajadores llevan granos para ver si se adaptan a
sus tierras. “Por eso, de introducirse el maíz transgénico, no tendrá fronteras
ni control”, concluyó Elena Lazos.
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Foto 01.
La crisis del
campo mexicano no tiene que ver con su rendimiento, sino con un contexto
económico desleal, puntualizó Elena Lazos Chavero, del Instituto de
Investigaciones Sociales de la UNAM.