13:00  hrs. 22 de Septiembre de 2008

  

Boletín UNAM-DGCS-600

Ciudad Universitaria


Humberto Bravo Álvarez

 

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TRABAJAN EN LA UNAM PARA EVALUAR DAÑOS POR LLUVIA ÁCIDA EN ZONAS ARQUEOLÓGICAS

 

·        Científicos de la Sección de Contaminación Ambiental del CCA pretenden, una vez que conozcan y midan los elementos que pudieran influenciar en el deterioro de construcciones mayas, desarrollar un recubrimiento protector

·        Al año, los monumentos de roca caliza pierden 1.05 miligramos de carbonato de calcio por centímetro cuadrado, equivalente a 4.15 micrómetros de la superficie, determinaron

·        La medición se hace mediante una cámara de intemperismo, que simula las condiciones de intemperie de modo acelerado, explicó el investigador Humberto Bravo Álvarez

 

Frente a la condición de zonas arqueológicas como El Tajín, Veracruz, que sufren deterioro superficial por la lluvia ácida, científicos de la Sección de Contaminación Ambiental (SCA) del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM, pretenden desarrollar un recubrimiento protector, que minimice o evite el daño.

 

Humberto Bravo Álvarez, coordinador de la investigación, dijo que el objetivo es la defensa de esos monumentos de roca caliza, que pierden carbonato de calcio a razón de 1.05 miligramos por centímetro cuadrado cada año, lo que equivale a 4.15 micrómetros superficiales.

 

En colaboración con María del Carmen Calderón, del Laboratorio de Aeropartículas, y Heberto Novelo, de la Facultad de Ciencias, especialistas en el tema, se busca evitar el crecimiento de algas, hongos y líquenes que deterioran estas edificaciones.

Así, se han probado polímeros, productos químicos, pero sin resultados, pues la piedra se sella y ya no respira; esa situación podría deteriorar la estructura mineral, que sería aún más grave, advirtió.

 

La medición del daño en las construcciones se ha hecho con el uso de una cámara de intemperismo acelerado, diseñada y construida en la SCA, donde se simulan las condiciones de intemperie (temperatura y humedad relativa promedio de cada zona, así como radiación solar y lluvia) de modo apresurado.

 

Bravo Álvarez y su equipo iniciaron el estudio de la lluvia ácida en la década de los 80; desde entonces, han logrado avances importantes en el método de colección, y localización de los receptores y análisis de la lluvia seca (polvo) y húmeda.

 

Los colectores automáticos permiten separar la lluvia húmeda de la seca. "Se trata de dos contenedores iguales; cuando no llueve, uno permanece descubierto para colectar el polvo y el otro tapado; cuando inician las precipitaciones, se activa un motor eléctrico que mueve la tapa del otro para obtener el líquido", especificó.

 

El universitario explicó que las pequeñas gotas pluviales en la atmósfera tienen cierto grado de acidez natural debido a la existencia de dióxido de carbono (CO2) que, al unirse con el agua, forma ácido carbónico, lo que ocasiona la disminución del pH hasta 5.6, y la acidez se incrementa.

 

Aunado a esto, el líquido entra en contacto con los precursores de lluvia ácida (ácido nítrico H2SO4, y ácido sulfúrico HNO3, entre otros), derivados del azufre y del nitrógeno, abundó el experto.

 

La formación de la lluvia ácida no es inmediata y requiere de cierto tiempo de mezclado y transformación, que puede ir de horas a días. Por eso, los sitios con precipitaciones ácidas pueden estar a cientos de kilómetros de la zona donde las nubes en formación incorporaron los precursores.

 

Los monumentos de piedra caliza bajo la deposición ácida presentan cierta disolución; es el caso de El Tajín y el fuerte de San Juan de Ulúa, en Veracruz; las ruinas mayas de Tulúm, Quintana Roo y Calakmul en Campeche. Ahí, los universitarios han hecho mediciones junto con personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia y del Centro de Investigaciones en Corrosión de la Universidad Autónoma de Campeche.

 

El fuerte de San Juan de Ulúa es afectado por su material de construcción: arrecife calizo mezclado con barro y otros elementos, lo único disponible para los conquistadores españoles de entonces en las costas de México.

 

"Si no se toman las medidas adecuadas de control de las emisiones de los precursores de lluvia ácida, se seguirán incrementando los efectos de la acidez pluvial, por el mayor consumo de combustibles fósiles, y el aumento de vehículos en circulación y fuentes fijas, que usan carburantes ricos en azufre", alertó Bravo Álvarez.

 

Se tienen muestras de la lluvia de varios años, sabemos el contenido de sales y acidez; la conocemos bien y, por ello, se puede crear de forma sintética con los mismos contenidos, y exponer las muestras de roca provenientes de los sitios arqueológicos, expuso.

 

El volumen de agua que incide sobre ellos se establece con base en la precipitación pluvial de cada lugar y al tiempo de exposición requerido; de ese modo, el experimento simula un periodo de lluvia ácida de 10 años, en sólo algunos meses de exposición en la cámara de intemperismo acelerado.

 

Se cuantifica la cantidad de sales que arrastra la lluvia y que disuelven poco a poco los materiales, así se puede saber el total de piedra que se pierde en uno o en cinco años; sin embargo, no se puede especificar el deterioro, pues depende del volumen de la lluvia y de la composición, que cambian en cada época del año, advirtió el investigador.

 

Las indagaciones han establecido las bases para que conservadores y restauradores apliquen nuevos métodos de preservación y así, pese a las condiciones ambientales, se resguarden las edificaciones que forman parte del patrimonio cultural del país.

 

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Foto 1

El consumo de energía y el crecimiento vehicular aumentan la lluvia ácida y, por ello, la necesidad de resguardar las zonas arqueológicas del país, alertó Humberto Bravo Álvarez, de CCA de la UNAM.

 

Foto 2.

Para evitar el crecimiento de algas y hongos que ennegrecen edificaciones como Chicanna, en la biosfera de Calkmul, se han usado polímeros, pero los resultados no han sido satisfactorios.

 

Foto 3

La lluvia ácida provoca disolución en monumentos de piedra caliza, como Tulúm; ahí, investigadores de la UNAM y del INAH han hecho mediciones para determinar la magnitud del daño.