12:30  hrs. 20 de Septiembre de 2008

  

Boletín UNAM-DGCS-595

Ciudad Universitaria

 

Luis Contreras

Pie de fotos al final del boletín

PERROS DE RESCATE DE LA UNAM, EN BUSCA DE ESPECIES SILVESTRES

 

  • Además de olfatear a personas vivas enterradas bajo escombros o extraviadas en campo abierto, ahora rastrean cadáveres y animales salvajes
  • Se planea entrenarlos para la detección temprana de enfermedades, dijo Luis Contreras, de la Unidad de Intervención para Casos de Desastre de la Universidad
  • Quienes se integran al Programa de Manejadores, dijo el coordinador Julio Velázquez, aprenden primeros auxilios humanos y caninos, rapel y técnicas de navegación terrestre

 

El primer grupo de perros de búsqueda y rescate en México nació en la UNAM, después de los sismos de 1985. Ahora, no sólo continúan con la labor de encontrar personas vivas enterradas bajo escombros o extraviadas en campo abierto, pues ahora han diversificado su actividad al rastreo de cadáveres y, por primera vez en el país, a la detección de especies silvestres.

 

Así lo explicó Julio Velázquez Rodríguez, coordinador del Programa de Manejadores de Perros de Búsqueda y Rescate, dependiente de la Dirección de Protección Civil de la Dirección General de Servicios Generales de esta casa de estudios.

 

A lo largo de su historia, los canes han estado presentes en desastres como las explosiones del sector Reforma, en Guadalajara, y de la central de abasto de Celaya, Guanajuato, así como en Acapulco, Guerrero, luego del paso del huracán Paulina; el rompimiento de la presa El Capulín, en Villa García, Zacatecas, y el desbordamiento del Río Escondido, en Piedras Negras, Coahuila.

 

El Programa, apuntó Luis Contreras Campos, jefe de la Unidad de Intervención para Casos de Desastre de la UNAM, pretende apoyar a la comunidad universitaria, a las instituciones y a la sociedad, mediante la formación, coordinación e intervención de unidades caninas.

 

Ahora, se ha buscado dar opciones al manejo de los perros, más allá de las tradicionales búsquedas en zonas inundadas o en estructuras colapsadas. De ahí, sus nuevas tareas y otras futuras, como podría ser la detección temprana de enfermedades, dijo el coordinador, a cargo del grupo desde hace seis años.

 

La UNAM, primera institución en formar perros de búsqueda y rescate, incluso antes que corporaciones castrenses, festeja el 22 aniversario del Programa y organiza el Primer Encuentro Nacional de Unidades Caninas, a realizarse a finales de octubre o noviembre, en esta casa de estudios, informó.

 

Olfato prodigioso

Mientras que un ser humano recuerda a las personas mediante imágenes, los perros lo hacen a través del olfato, el principal sentido, 10 mil veces más sensible que su gusto.

 

Los caninos tienen 44 veces más células olfativas; las personas poseen apenas cinco millones, mientras que ellos pueden tener 220 millones o más. Su área para percibir olores es de 150 centímetros cuadrados, contra cinco de la superficie olfatoria de la nariz humana.

 

Si alguien sin entrenamiento tuviera que estimar cuántos olores diferentes existen, podría citar algunas decenas, o quizá centenares. Un catador de vinos puede alcanzar una suma más elevada, en tanto que un perfumista podría distinguir entre 30 mil matices, pero un perro es capaz de discernir una molécula entre un millón.

De hecho, explicó Julio Velázquez, la forma anatómica de su nariz les permite mayor capacidad, pues desde que nacen dependen de ese sentido para detectar las tetas de su madre y alimentarse.

 

“Primero olfatean, después escuchan y al final desarrollan la vista, a diferencia de nosotros, que primero vemos, luego escuchamos y al final olemos. Los perros, prácticamente, miran con la nariz”, expuso el universitario.

 

Las partículas odoríferas que detectan son de peso diferente, algunas tienden a caer al suelo, mientras que otras flotan en el aire; por esta razón, en ocasiones olfatean a ras de tierra o se orientan siguiendo aromas aéreos con la cabeza erguida.

Los perros de rescate, prosiguió Velázquez, ventean, es decir, detectan aromas en el aire, emanados de un sitio como un edificio derrumbado, por ejemplo.

 

Preparación

El Programa de Manejadores de Perros de Búsqueda y Rescate forma parte de la Unidad de Intervención en Casos de Desastre de la UNAM, conformada por grupos de diferentes disciplinas, que pueden intervenir en una emergencia para dar respuesta inmediata a las acciones de auxilio, recuperación y restablecimiento de la normalidad.

 

La Unidad, explicó Contreras Campos, se activa en caso de desastre a través de la Central de Atención de Emergencias (CAE), que realiza el enlace entre equipos de vigilancia, buzos, bomberos, geólogos, vulcanólogos, geógrafos, bomberos, montañistas, espeleólogos y exploradores, médicos, químicos, psicólogos, trabajadores sociales y especialistas en saneamiento ambiental, entre otros.

 

Los especialistas no sólo atienden a la comunidad universitaria, sino acceder al exterior en casos de sismo, inundación o incendios; de igual manera, los manejadores de perros se capacitan con cursos de evacuación y protección civil básicos.

 

Sobre el mismo asunto, Velázquez Rodríguez precisó que las personas que se integran, aprenden primeros auxilios humanos y caninos, rapel y técnicas de navegación terrestre (uso de brújula, mapas y sistemas referentes satelitales); adicionalmente, se capacitan en radiocomunicación, combate y prevención de incendios.

 

A su vez, Contreras Campos abundó que el grupo se conforma por 30 participantes y cinco perros operativos, más otros siete en formación. Se trata de estudiantes de las prepas 5 y 6, de las facultades de Medicina Veterinaria, Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Odontología, e integrantes de institutos como Química y Ciencias del Mar y Limnología.

 

También figuran personas externas, sin limite de edad –el más joven es un niño de 13 años, que ya se prepara para participar en los operativos cuando cumpla los 18–, con la única condición de tener buena condición física.

 

“No es necesario tener perro, se puede seleccionar uno, pues se mantienen vínculos con criadores; contamos con un acervo virtual de animales, que pudieran ser aptos para ciertas personas. De ese modo, se tienen camadas más controladas y los cachorros se destinan a un entrenamiento temprano”.

 

Al rescate del lince

En noviembre de 2004, se inició una nueva faceta para el Programa de Manejadores de Perros de Búsqueda y Rescate. A partir de esa fecha, comenzó la colaboración con el biólogo Horacio Bárcenas Rodríguez, integrante del Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados Terrestres del Instituto de Ecología de la UNAM.

 

El científico necesitaba localizar ejemplares de lince en el campo, pero sin invadir su ambiente natural; para lograrlo comenzó el entrenamiento de Max, un golden retriever casero, que hoy tiene cuatro años.

 

Se trata del primer caso en México de un perro especializado en la tarea de detección de excretas o heces fecales de ese animal, para un estudio de conservación, sostuvo Julio Velázquez.

 

El felino tiene un orden en sus trayectorias de cacería y tránsito, no disemina el excremento, lo coloca en lugares específicos que el investigador denomina letrinas, localizadas por el perro; ahí se instalan cámaras fotográficas automáticas para captar al mamífero en su estado silvestre.

 

Las muestras –identificadas por número y ubicación con posicionador satelital, fecha y demás datos–, se recogen para ser analizadas en el laboratorio y conocer el sexo del animal, si está en celo o gestante o bajo algún tipo de estrés o alimentación.

 

Con la ayuda de Max se situó el también llamado gato montés, en las inmediaciones del DF. "No se pensó encontrarlo en Tres Marías y otras zonas tan cercanas a la ciudad, incluso pobladas, relató Velázquez.

 

El perro entrenado también viajó a Sonora, pero debido a las condiciones climáticas extremas y a la fauna peligrosa, los resultados no fueron favorables.

 

"Aprendimos que debemos trabajar con perros oriundos del lugar, por lo que se piensa entrenar al perro para una labor no menos importante: discernir qué tipo de excreta se trata y verificar que sea exactamente la que se rastrea y no de otra especie”, apuntó.

 

Otros proyectos

Cuando ocurre un desastre, se requiere no sólo la búsqueda de personas vivas, pues “las familias no descansan hasta encontrar, al menos, los restos de su ser querido”; por ello, se pensó en contar con dos perros que detecten cadáveres, señaló Julio Velázquez.

 

Para inducir el aroma a los canes, se utiliza cabello humano, dientes, sangre, uñas, pero también se usan sustitutos, pseudo-aromas que se consiguen en ampolletas y que vienen etiquetados como cadáver putrefacto, cadáver reciente, persona viva o persona estresada, por mencionar algunos.

 

En todos los casos, los perros de búsqueda son una herramienta; cuando marcan un sitio, los especialistas localizan y extraen a la persona con ayuda de aparatos de escucha electrónicos. “Es un proceso complejo, pero no por ello, el grupo se detiene en su afán de ayudar a la comunidad universitaria y a la sociedad mexicana”, concluyó.

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Foto 01

 

Julio Velázquez, del Programa de Manejadores de Perros de Búsqueda y Rescate, de la UNAM, aludió a la importancia de los canes para el rastreo de personas atrapadas o extraviadas.

 

 

Foto 02

 

Max, un golden retriever casero, fue entrenado para localizar ejemplares de lince, sin invadir el ambiente natural del felino.

 

 

Foto 03

 

La UNAM fue la primera institución en formar perros de búsqueda y rescate, a raíz de los sismos de 1985.

 

 

Foto 04.

 

Los perros tienen 44 veces más células olfativas que los humanos y es capaz de discernir una molécula entre un millón; de ahí su ventaja y aprovechamiento en acciones de búsqueda y rescate.