Boletín UNAM-DGCS-506
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IMPOSIBLE EL AVANCE DE LA DEMOCRACIA, SIN
Las generaciones que participaron en el
movimiento de 1968 contribuyeron a la estructuración de nuevas formas de
relación política. Sin sus acciones y aportes a la lucha ideológica, habría
sido imposible el avance de la democracia y la participación ciudadana, afirmó
el integrante del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y
Humanidades (CEIICH) de la UNAM, Daniel Cazés Menache.
En el marco
de la conmemoración de los 40 Años del Movimiento Estudiantil del 68, dijo
que desde hace cuatro décadas, se buscan las acciones adecuadas que conduzcan a
democratizar al país, a partir de sus necesidades nacionales.
Al participar
en la primera conferencia del programa de actividades, organizado por esta casa
de estudios para conmemorar el 2 de octubre de 1968, señaló que los movimientos
estudiantiles adquieren trascendencia política al hacer eco de los malestares
sociales, que reflejaron y difundieron, al tiempo que propusieron soluciones.
Acompañado por el director del Centro
Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), Sergio Raúl Arroyo García, recordó
que en ese año la política del desarrollo estabilizador estaba en auge,
encaminada a acelerar la industrialización y a elevar las tasas de crecimiento
económico. Hacía tiempo que el gasto público favorecía las ganancias privadas y
se habían reducido las inversiones estatales en
“El movimiento estudiantil del 68 expresó y
aglutinó a diversas fuerzas, sus postulados estaban enfocados a la libertad
democrática de expresión, organización y lucha política, y a la exigencia de un
diálogo público en el Zócalo, entre otros”, sostuvo.
En el CCUT, subrayó que en el movimiento se
consiguió que la prensa ampliara los márgenes de opinión, que el arte oficial
fuera sometido a críticas creativas, además del incremento de espacios para los
jóvenes.
Cada una de las movilizaciones fueron
demostraciones de la cultura política en la vida cotidiana; antes de ellas, no
eran perceptibles. Hoy, ni la conciencia política de esas generaciones, ni los
proyectos de transformación democrática, han sido vencidos, agregó.
El especialista comentó que quienes
participaron en esos episodios, aprendieron que los avances deben construirse
de manera paulatina, discutir, denunciar y manifestar las exigencias. Hoy se
tienen 40 años de “edificación”, y aún se está lejos de la meta.
Así, la mansedumbre –entonces pilar de la
democracia mexicana–, comenzó a ceder paso a la
conciencia ciudadana y las organizaciones partidarias modificaron la realidad
del poder, que se creía inmutable; cuestionaron los proyectos hacia nuevas
formas de relación donde no tuviesen lugar la opresión en la experiencia
cotidiana y personal.
Cazés Menache precisó
que el primer movimiento universitario en América Latina tuvo lugar en Puebla
en 1647, cuando el arzobispo Palafox y Mendoza, al aplicar la reforma educativa
y eclesial, entró en conflicto con los jesuitas.
Por otra parte, comentó que las expresiones
juveniles hasta finales del siglo XX involucraron a las instituciones. En 1968,
la ciudadanía formó parte de la inconformidad, convirtiéndolo así en un
movimiento popular.
Finalmente, indicó que los estudiantes
universitarios en aquella época participaron en las protestas sociales en
Chilpancingo, Guerrero, entre 1960 y 1967, lo mismo que en Puebla, entre 1962 y
1964. De igual modo, fueron activistas en las entidades de la República donde
surgieron conflictos colectivos.
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Sin el movimiento del 68 habrían sido imposibles los
avances de la democracia y la participación ciudadana, afirmó el integrante del
CEIICH de la UNAM, Daniel Cazés Menache,
en el CCU Tlatelolco.
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Quienes participaron en los episodios del 68,
aprendieron que los avances deben construirse de manera paulatina, afirmó el
especialista de la UNAM, Daniel Cazés Menache.