Boletín UNAM-DGCS-489
Ciudad Universitaria
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final del boletín
ENCUENTRA
INVESTIGADORA DE
·
La integrante del IIE, Lucero Enríquez Rubio,
localizó 34 sonatas que demuestran que
· Pertenecen a la música profana de este periodo histórico
·
Representó la mejor opción para el desarrollo
musical
La integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de
La experta en música de estilo galante —corriente con características
del estilo rococó que responde a la preponderancia del sentimiento sobre la
razón—, e historiadora del arte, localizó el material en el archivo de ese
recinto sacro.
El contexto de
Dado que en esta región no existían conocedores o aficionados a las
artes, salvo la excepción del Conde de Villalparaíso, aficionado al violín, no
hay evidencia de que esta música fuese valorada en esa sociedad, aseguró.
Por esta razón,
Éstos acostumbraban brindarle servicio a la nobleza, quienes consumían
piezas para sus saraos con propósitos banales, sin las condiciones para
crear música de cámara, afirmó.
Ninguno contaba con un espacio donde pudiesen presentar las obras y
utilizaban
Lucero Enríquez descubrió estas obras cuando se dedicaba a dar clases y
tocar el clavecín, porque siempre ha tenido interés histórico por la música
antigua. Luego de una charla con un colega que le mostró las transcripciones de
piezas sin aparente interés procedentes de los archivos catedralicios, al
revisarlas e interpretarlas se sorprendió de la riqueza musical que encerraban.
En ese momento, relató,
comenzó su carrera como investigadora, porque revisó que la música profana y la
instrumentista existían en esa época; localizó un número reducido y la presentó
en el Primer Festival de Música Antigua de San Antonio.
Al regreso, se comunicó
con Pedro Tudor, el pianista que había realizado las transcripciones, quien le
informó que la obtuvo del archivo de música de
Luego de una extensa
revisión de los microfilmes, encontró no sólo las que había interpretado, sino
un compendio completo de otras del mismo plan tonal.
En la investigación
sobre las sonatas, cuando conoció el manuscrito original, que ya no se estaba
en
En esos momentos,
percibió que ese material estaba escrito en clave de Do en primera línea y en
clave de Fa, es decir, que lo podría tocar cualquier instrumento melódico y
bajo, pero no tenía cifrado armónico, como se acompañaban antiguamente.
Asimismo, se percató que
por estas características las sonatas pertenecían a un sólo autor, del que se
desconoce casi todo, pues no se sabe si era novohispano o si era de Italia,
España o nació aquí. Además, el manuscrito es obra de un copista, pues las
anotaciones se distribuyen perfectamente a lo largo de la partitura, está
foliado y al final de cada obra, se anota el número de compases, casi sin errores.
Por el tipo de recursos,
se deduce que fue escrito por un violinista, sobre todo por el intercambio de
voces y de tonos lentos y rápidos, estructurado en sonatas de corto formato
–binarias, ternarias, pluriseccionales y cíclicas–, especificó.
La edición que presentó
Enríquez Rubio en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, contiene el trabajo
distribuido en diferentes libros: uno detalla las introducciones en donde se
explica la historia de los manuscritos y la metodología utilizada en la
investigación y en otro se presenta una copia facsimilar del manuscrito
original.
Uno más, inserta la
partitura editada con criterio URTEXT –una versión impresa que intenta
reproducir la intención original del compositor los más exacto posible–, donde
se muestra una cifra para el bajo continuo y la propuesta de realización
armónica, así como un juego de particceli. Además, incluye el disco
reimpreso, grabado en 1996, mismo que obtuvo el premio único en el Tercer
Concurso de Música de Cámara, convocado por
La grabación de las 34
sonatas corrió a cargo del Trío Barroco de México, integrado por María Diez
Canedo (flauta travesera barroca y flauta soprano de pico), Abraham Rechthand
(violín),
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FOTO 01
La integrante del IIE de
FOTO 02.
La experta del IIE de