06:00  hrs. 27 de Julio de 2008

  

Boletín UNAM-DGCS-484

Ciudad Universitaria

 

 


Alejandra López Suárez

Pie de fotos al final del boletín

 

INVESTIGAN MATERIAL QUE AL HIDROGENARSE TIENE APLICACIONES POTENCIALES EN EL TRANSPORTE

 

·              El Ti-6Al-4V, una aleación del titanio, tiene potenciales propiedades para ser utilizado en la construcción de celdas de combustible

·              Se desprende de las investigaciones de la especialista del Instituto de Física de la UNAM, Alejandra López Suárez

·              Resiste más ciclos de hidrogenación a presión atmosférica, soporta la corrosión y puede contener más átomos de hidrógeno por celda unitaria por ser una aleación alfa+beta, apuntó

 

El material denominado Ti-6Al-4V o TiAlV –una aleación formada en 90 por ciento de titanio, seis de aluminio y cuatro por ciento de vanadio–, tiene potenciales propiedades de ser utilizado en la construcción de celdas de combustible de hidrógeno (H2) útil en el sector del transporte, revelan las investigaciones de la especialista del Instituto de Física de la UNAM, Alejandra López Suárez.

 

La aleación tiene múltiples ventajas sobre otros materiales que se estudian con el mismo propósito, como las de titanio-fierro, titanio-cromo o el magnesio, pero que presentan inconvenientes como la oxidación, la fragilidad o que necesitan estar al vacío para absorber el hidrógeno, por lo que a presión atmosférica su almacenamiento es mucho menor, explicó.

 

El TiAlV utilizado como almacenador de hidrógeno, dado a conocer en publicaciones internacionales como el International Journal of Hydrogen Energy y el Journal of Alloys and Compounds, podría ser una buena opción para enfrentar la contaminación y disminuir el costo de los autos “limpios”, señaló.

 

El efecto invernadero y el calentamiento global provocados por los hidrocarburos fósiles como el petróleo, lo mismo que la escasez de combustibles, hacen necesaria la búsqueda de fuentes alternas y limpias de energía, sobre todo para el transporte, indicó López Suárez.

 

Por ejemplo, en la Zona Metropolitana del Valle de México se emiten más de 35 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año y el principal emisor es el transporte, con el 58 por ciento; la combustión de gasolina es la que genera la mayor cantidad del contaminante, según datos de la Dirección General de Gestión de la Calidad del Aire de la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal.

 

Para enfrentar ese panorama, se investigan nuevas tecnologías que permitan usar, de forma cotidiana, otros energéticos, como el hidrógeno, dijo la científica. Éste es un elemento abundante en la naturaleza, se encuentra en las afluentes y en el aire, y al quemarlo se crea un subproducto “limpio”, el agua. De ahí que se intente aprovecharlo.

 

No obstante, aclaró, se enfrenta el reto del almacenamiento, que puede ser de tres formas: en gas, en líquido o en hidruros metálicos. La primera es complicada, pues se requieren contenedores que resistan las presiones del gas comprimido. Por ejemplo, un contenedor de hidrógeno pesa unas 30 veces más que uno con el equivalente de gasolina, y el 99 por ciento del peso corresponde al depósito mismo.

 

La segunda, precisa de temperaturas criogénicas, es decir, bajas en extremo, del orden de menos 253 grados centígrados, “que la vuelve volátil, poco rentable y peligrosa, pues sería necesario un refrigerador en el vehículo”, resaltó.

Por ello, en todo el mundo se avanza hacia el uso de hidruros metálicos, que pueden “almacenar” por celda unitaria hasta dos o tres veces más cantidad de átomos de hidrógeno que los del metal mismo, añadió la física y maestra en ciencias por la Facultad de Ciencias, con doctorado en Ciencias Físicas por el IF y posdoctorado en el Instituto de Investigaciones en Materiales.

Cualquier metal, en condiciones de temperatura y presión adecuadas puede absorber hidrógeno, porque es un elemento activo que reacciona fácilmente con materiales metálicos, pues presenta una gran movilidad al comportarse como impureza en estos sistemas, detalló López. “Primero, el hidrógeno molecular (H2) llega al material y se adsorbe, es decir, se queda en la superficie”.

 

Si la temperatura y la presión del sistema aumentan, el hidrógeno molecular se rompe, convirtiéndose en hidrógeno atómico (H). De ese modo, el metal empieza a absorberlo e inicia la difusión de éste en el material, agregó. El metal está formado por una red cristalina, cuyos átomos están bien localizados y ordenados, “como si fuera un juego de timbiriche tridimensional, pero en vez de puntos sobre el papel, se tienen átomos metálicos que forman diferentes estructuras cristalinas, que pueden ser cúbicas, hexagonales o de otros tipos”.

 

El caso del TiAlV es interesante, pues es una aleación alfa+beta, formada por dos estructuras cristalográficas diferentes, una cúbica y una hexagonal, que la hace más fácilmente hidrogenable, pues aumenta la superficie de contacto con el hidrógeno.

 

Dentro de esta “malla tridimensional”, hay huecos llamados sitios intersticiales, donde el H atómico se acomoda y se almacena. Una vez alojado ahí, apuntó, al aumentar la energía, éste inicia un proceso de difusión por medio de saltos hacia el interior del material. Si la energía que se le proporciona al sistema sigue aumentando, los sitios intersticiales se saturan, provocando que el metal se transforme en una nueva estructura cristalina, llamada hidruro metálico.

 

Este proceso permite guardar grandes cantidades de hidrógeno y es seguro, porque está a temperatura ambiente. “Es como si fuera una pila recargable; de hecho, aseveró, los hidruros metálicos son la base de las celdas de combustible de hidrógeno, que son dispositivos que producen electricidad a través de un combustible (hidrógeno) y un oxidante (oxígeno)”.

 

Una vez que el H está dentro de la celda, es necesario “sacarlo” para que sirva de combustible, es decir, provocar una reacción inversa a la necesaria para la formación del hidruro y así convertir la energía química en eléctrica.

 

Para que un hidruro metálico sea una buena opción en la fabricación de una celda de combustible, añadió la experta, se requiere que el metal resista una serie de ciclos de hidrogenación, tal como lo hace una pila que se recarga. El principal inconveniente que presentan algunos metales es que tienden a fragilizarse, porque el hidrógeno produce fracturas en el material al entrar en él.

 

El TiAlV hasta ahora sólo se había usado en la fabricación de prótesis ortopédicas y no había sido utilizado para almacenar hidrógeno, sostuvo Alejandra López.

 

En este caso, con el TiAlV, se pudo absorber el hidrógeno sólo variando la temperatura del sistema, sin necesidad de someter el material al vacío, que elimina la presión del proceso de hidrogenación del material. Este factor es importante, pues ya no es necesario el uso de bombas de vacío para lograr la absorción del gas, algo que no sucede con otros materiales cuya hidrogenación se presenta solamente a presiones bajas.

 

Aunque ya hay autos y prototipos que usan celdas de hidrógeno como combustible, los retos económicos y tecnológicos para emplear el hidrógeno a gran escala apenas empiezan; de aquí que continúe la investigación a nivel mundial para encontrar el material ideal que absorba y expulse hidrógeno de la manera más eficiente, concluyó.

 

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FOTO 1

El material TiAlV tiene potenciales propiedades para ser utilizado en el sector del transporte, revelan las investigaciones de Alejandra López Suárez, del IF de la UNAM.

 

FOTO 2 .

Alejandra López, del IF de la UNAM, expuso que el material denominado TiAlV podría ser una buena opción para enfrentar el problema de la contaminación.