06:00  hrs. 16 de Julio de 2008

  

Boletín UNAM-DGCS-462

Ciudad Universitaria

Imelda Ana Rodríguez

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RESTRINGEN PREJUICIOS, UTILIDAD SOCIAL DE MEDICAMENTOS Y TÉCNICAS CONTRA EL DOLOR

 

·        La experta de la FES Zaragoza de la UNAM, Imelda Ana Rodríguez Ortiz, señaló que menos de la mitad de los médicos generales está familiarizado con las guías para tratarlo

·        De acuerdo con estudios de la Organización Mundial de la Salud, una de cada cinco personas en el mundo vive con dolor crónico

·        El tratamiento, está rodeado de dilemas e implicaciones bioéticas, apuntó

 

Aunque existe un gran avance en el desarrollo de medicamentos y tecnologías para controlar el dolor, el desconocimiento, los prejuicios y los altos costos restringen su utilidad social, aseguró la académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM, Imelda Ana Rodríguez Ortiz.

 

De acuerdo con estudios de la Organización Mundial de la Salud, una de cada cinco personas en el orbe vive con dolor crónico. Las cifras también indican que el 47 por ciento de los pacientes con sufrimiento no es tratado; el 63 por ciento no ha logrado identificar qué terapia o tratamiento le sienta mejor, y el 78 por ciento no posee suficiente información sobre los riesgos y beneficios de los medicamentos para disminuir las molestias.

 

Al hablar sobre los médicos generales, la especialista detalló que menos de la mitad refiere familiarizar con las guías para tratar el dolor. Por ello, en ocasiones pacientes y facultativos le temen más a los efectos de la sedación o a la adicción de sustancias, que al malestar mismo.

 

En este sentido, explicó que en diversas ocasiones, ambos personajes esperan que sea insoportable para justificar un fármaco o solicitar una intervención quirúrgica. Es como aguardar una señal de alerta, para que se reconozca la cualidad objetiva y evidenciar una acción protectora.

 

Si esta acción no se resuelve desde la práctica médica, alertó Rodríguez, se corre el  riesgo de transitar por “los caminos del miedo, la resignación o, en el mejor de los casos, de conformarse con el acompañamiento, la conversación, el consejo, la magia o la oración”.

 

Ello provoca, agregó, que se busque cobijo en prácticas médicas alternativas como la acupuntura china, la herbolaria, la hipnosis y terapias con flores, aromas o metales, entre otras.

 

La profesora de la FES Zaragoza, aclaró que para encarar el dolor se requiere sentir, analizar y actuar, es decir, “tomar decisiones comprometidas con uno mismo”. Sin embargo, la intensidad del padecimiento y la persona que pretende resolverlo, están influidos por el conocimiento que sobre el mismo tenga el personal que le asiste y por los recursos de que se disponga.

 

El tratamiento, sostuvo, está rodeado de dilemas e implicaciones bioéticas. Recordó que en 1999 la Academia Americana para el Control del Dolor y la Sociedad Americana del Dolor, realizaron una encuesta, cuyos resultados revelaron que los principales problemas de los especialistas se presentan en el tratamiento de enfermedades terminales en niños y ancianos, en las restricciones sanitarias, en la diferente respuesta o resistencia de los pacientes, en el desconocimiento y uso correcto de algunos procedimientos, en las diferencias de opinión entre los expertos y en la falta de profesionalización y actualización respecto de la terapéutica.

 

La autora del libro Ensayo sobre el dolor humano dio a conocer que gracias a un estudio realizado por el Instituto Catalán de Oncología, se eliminó la idea de que los niños no sienten tanto como los adultos, pues es falso. “Es lo contrario, porque tienen menos desarrollados los inhibidores del dolor y, por lo tanto, se puede producir una afectación para su vida”, advirtió.

 

En este contexto, acotó que una persona que haya sufrido mucho en la infancia, tendrá más dificultades para conseguir el bienestar en su vida posterior. Por ello, destacó la importancia de “aliviar o paliar en los pequeños los padecimientos dolorosos”.

 

Además, apuntó que los especialistas señalaron que existen escalas de observación para comprobar la intensidad en los bebés cuando no pueden hablar; se logra a través del reconocimiento del llanto, el patrón respiratorio, el tono postural, la expresión facial, la presión arterial y la frecuencia cardiaca.

 

Por otra parte, informó que las respuestas y mecanismos para sentir y hacer frente al malestar son diferentes entre hombres y mujeres, por el funcionamiento distinto de los circuitos cerebrales y la respuesta genética.

 

Finalmente, comentó que es necesario comprender que el dolor, particularmente el crónico, es una enfermedad con repercusiones trascendentes en la vida cotidiana de las personas, que requiere atención integral. Con los recursos y procedimientos actuales es posible disminuir o evitarlo, sólo hace falta generar la conciencia profesional y la participación social comprometida.

 

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