Boletín
UNAM-DGCS-259
Ciudad Universitaria
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FUNDAMENTAL,
CREAR UN SISTEMA DE MONITOREO DE VOLCANES ACTIVOS DE MÉXICO
·
Casi dos docenas son potencialmente
activos y algunos muestran actividad fumarólica,
señalaron especialistas de la UNAM
·
Más de la mitad de los mexicanos vive
alrededor de volcanes, explicó el experto del Departamento de Vulcanología del
Instituto de Geofísica, Claus Siebe
·
Tan sólo en torno al Popocatépetl,
viven más de 10 millones a
En México no se
ha desarrollado un sistema de monitoreo de volcanes, pese a que casi dos
docenas de ellos son potencialmente activos, y algunos –además del Popocatépetl y el Volcán de Fuego de Colima–,
muestran actividad fumarólica, como el Chichón, en
Chiapas, y el Ceboruco, de Nayarit, afirmaron
especialistas de la UNAM.
Además, indicaron, es necesario prestar mayor atención a las áreas y
los campos susceptibles, donde en cualquier momento puede nacer un cuerpo de
pequeñas dimensiones y hacer erupción una sola vez, como los llamados monogenéticos, y que han pasado inadvertidos por la
atención prestada a los “colosos”.
A ello, se suma que la parte más habitada del territorio nacional es el
cinturón que va de Veracruz a Nayarit, donde se ubica la mayor parte de la
población, incluyendo
Tan sólo alrededor del Popocatépetl, entre
los 10 y
Por ello, es necesario que el monitoreo de don Goyo y el Volcán
de Fuego, de algunas estaciones sísmicas en el Citlaltépetl, también llamado
Pico de Orizaba, y algunas observaciones en el Tacaná,
en la frontera de México y Guatemala, así como el Chichón, se extiendan a todos
los sistemas activos, agregó.
También es necesario un programa para la elaboración de mapas de
peligros de la totalidad de estas formaciones. Hasta la fecha, se tienen sólo
los del Popo, el de Colima, del Pico de Orizaba y del Nevado de Toluca, y de
forma no oficial para Tres Vírgenes, en
Baja California Sur, y evaluaciones de peligrosidad en el Ceboruco, el Tacaná y, en
desarrollo, para La Malinche, en Tlaxcala.
Sin embargo, esa infraestructura no es suficiente, consideró Siebe. Esa información debe traducirse en una legislación
sobre el uso de suelo que se haga valer.
En la variedad está el gusto
El ingeniero geólogo por la UNAM y doctor por
En el trayecto puede tener múltiples historias; una de ellas, cuando el magma “estacionado” logra vencer las fuerzas que le impiden salir, y libera la acumulación de presión, produciéndose explosiones. Es la expansión de los gases volátiles que acompañan al material, y cuya separación puede ser violenta, añadió.
Los que llegan a la superficie escurren formando flujos de lava, como en el caso de Hawai; ese tipo de erupciones no son tan peligrosas. No obstante, en México la mayoría son explosivas, abundó Siebe.
Los volcanes se clasifican en activos, en estado de reposo y extintos.
Los primeros, se reconocen a simple vista; basta con ver al Popo o al de
Colima. Sin embargo, los segundos no se pueden distinguir fácilmente de los
últimos. “A veces uno se puede confundir”, expresó el investigador egresado de
la Universidad de Tübingen, Alemania, y doctorado por
Para diferenciarlos, se
requieren estudios y determinar cuándo fue su última actividad, porque muchos
tienen largos intervalos eruptivos, y parecerían apagados sin estarlo. Para
ello, dijo, se determina la estratigrafía o secuencia de los depósitos y su fechamiento. Los especialistas han acordado que si su
última expulsión ocurrió hace menos de 10 mil años, están en reposo.
Incluso, pueden ser monogéneticos, como el Paricutín,
en Michoacán, o el Xitle, en el Distrito Federal, o poligenéticos, con actividad en repetidas ocasiones. Ese es
el caso de los también llamados estratovolcanes, como
el Popocatépetl, que por la acumulación de materiales
ha alcanzado más de cinco mil
Cada uno tiene su “personalidad”, refirió Siebe. Algunos presentan erupciones frecuentes, como el de Colima, que registra una al menos cada diez años. El Popo parece “despertar” en periodos de una centuria; la última comenzó en 1994 y no ha concluido. Otros, en cambio, las tienen de manera más espaciada. Por eso, en ocasiones, la gente asume que es un “cerro”, pero eso no significa que no pueda tener movimientos en el futuro.
Las formas vulcanológicas son diferentes, aunque la mayoría son cónicas. Eso también depende de la viscosidad del magma. Alguno escurre bien, pero otro no, y forma volcanes sin cráter, con cimas redondeadas. Otros, abundó, en realidad son cráteres, depresiones de distintos tamaños, pequeños o de muchos kilómetros de diámetro y que, por ello, ni siquiera se perciben, y que reciben el nombre de calderas.
También hay viejos y
jóvenes. La historia geológica de México, especificó Delgado, contempla muchos
periodos de vulcanismo por lo que, incluso, se tienen rocas de edades
paleozoicas, incluso cercanas a las edades precámbricas, es decir, de más de
mil millones de años en el sur del territorio.
Pero también hay estructuras recientes. El Paricutín
nació en medio de un maizal en 1943, pero poca gente sabe que el primero de
agosto de 1952 apareció uno nuevo, el más joven de México, en las islas
Revillagigedo. Se trata del Bárcena, ubicado en la
isla de San Benedicto, donde hizo desaparecer casi toda la flora y
Estas estructuras geológicas no ocurren solas. Son parte de regiones volcánicas y la mayor parte del tiempo no están “despiertas”; cuando ocurre, lo hacen por cierto periodo y luego vuelven a “dormir”.
Además, los productos de estos “colosos” (ceniza, por ejemplo) contienen compuestos químicos, salvo nitrógeno, que requieren las plantas para su crecimiento. Por consiguiente, las zonas alrededor son las más fértiles del orbe y han propiciado el desarrollo de la agricultura y de grandes grupos de población. Esa es la razón por la que el área central es una de las regiones más habitadas del mundo desde la época prehispánica, externó Siebe Grabach.
Además, genera gran variedad de elementos que desde la
antigüedad se han usado para la construcción, prosiguió. La mayoría de las
pirámides en
Nación eruptiva
México es un país de
volcanes. De tipo monogenético existen alrededor de
tres mil, sobre todo en zonas como Michoacán y Guanajuato. Los estratovolcanes suman decenas, entre ellos, los activos,
que además de los ya mencionados son los de San Juan, en Nayarit; Cocotitlán, en el Estado de México; el Iztaccíhuatl,
entre Puebla y México; Las Derrumbadas, en Puebla; San Martín Tuxla, en Veracruz, y el Everman,
en Isla Socorro.
Además, resaltó
Al respecto, el científico comentó que se hacen esfuerzos por determinar los patrones que permitan reconocer las zonas más activas, que podrían ser el vehículo para que surjan magmas y volcanes.
Se sabe con certeza que una de estas erupciones volverá a ocurrir en el futuro, manifestó Claus Siebe, pero no se sabe cómo ni dónde. Por fortuna, se anuncia con sismicidad, con los llamados “precursores”, junto con emanación de gases y apertura de grietas.
Peligrosidad y riesgo son dos conceptos que deben distinguirse, esclareció Hugo Delgado. La primera es una función de probabilidad de que un volcán tenga actividad eruptiva, es decir, que produzca flujos de lava, erupciones explosivas, nubes de cenizas, derrames piroclásticos o de lodos, entre otros.
Las probabilidades de que una formación tenga un movimiento determinado y los alcances de sus productos en los alrededores, propician que su peligrosidad sea distinta. Es necesario estudiar los depósitos para establecer la acción en el pasado, cuándo ocurrió, qué tan recurrente fue, qué tan grande, qué tan lejos llegó y, en función de ello, establecer si la estructura geológica ha tenido más erupciones explosivas o de flujo de lava, grandes o pequeñas.
Los de mayor peligrosidad son los que tienen emisión con más frecuencia. En primer lugar está el de Colima y, en segundo, el Popocatépetl, que produce explosiones y materiales fragmentados. Su comportamiento ha representado hasta ahora bajo riesgo para las poblaciones aledañas, pero no ha sido así para la aeronavegación, que podría registrar daños económicos.
Para evitar sorpresas hay que observar cercanamente a todos los colosos, y diseñar sistemas de vigilancia para adelantarse y reconocer los tremores que podría indicar el advenimiento de una erupción, sentenció Hugo Delgado.
Los científicos expresaron
el deseo de que continúe el apoyo para la investigación en este campo, que no
sólo permite generar conocimiento de lo que ocurre dentro de los volcanes y de
los procesos por los cuales se emplazan los productos eruptivos, sino que se
traduce en aplicaciones y pronósticos de la actividad futura, de particular
importancia para la protección civil, pero con un potencial mayor si son
utilizados por la autoridad para determinar hacia dónde deben crecer las
ciudades.
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FOTO 01
El experto del IGF de la UNAM, Claus
Siebe Grabach, dijo que la
parte más habitada del territorio nacional es el cinturón volcánico que va de
Veracruz a Nayarit, donde se ubica la mayor parte de la población.
FOTO 02.
Es necesario elaborar mapas de peligros de todos los
volcanes de México. Pues a la fecha sólo se tienen los del Popo, el de Colima,
del Pico de Orizaba y del Nevado de Toluca, dijeron especialistas de la UNAM.
FOTO 03
Se requiere que el monitoreo de don Goyo y el Volcán
de Fuego, del Pico de Orizaba, y en el Tacaná y el
Chichón, se extiendan a todos los volcanes activos, agregó el experto de la
UNAM, Hugo Delgado.