Boletín
UNAM-DGCS-086
Ciudad Universitaria
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final del boletín
NO EXISTE EN
MÉXICO UN ESFUERZO SERIO PARA
·
Aseguraron en la UNAM académicos de
diversas instituciones y funcionarios públicos
·
Las reservas petroleras del país
alcanzarán sólo para los próximos 9.3 años y si, como es previsible, aumentara
el consumo, se agotarán antes, alertaron
·
Participaron en el Foro Universitario Perspectivas
energéticas de México en los próximos diez años
Pese al reconocimiento de Petróleos Mexicanos (PEMEX) de que las
reservas petroleras alcanzarán sólo para los próximos 9.3 años, si se mantienen
los ritmos de consumo actuales, en el país no se ve ningún esfuerzo serio para
la transición energética, coincidieron en señalar en la UNAM académicos de diversas
instituciones y funcionarios públicos.
En el Foro Universitario Perspectivas
energéticas de México en los próximos diez años, advirtieron, si aumenta el
consumo como es previsible las reservas se agotarán antes. Aún en el caso de
que se descubran nuevos depósitos en el territorio o en aguas profundas del
Golfo de México, es mundialmente aceptado que la producción de este energético
tendrá un declive sostenido de hoy en adelante.
Las repercusiones de este hecho, aseveraron, se dejarán sentir no sólo
en el ramo de la energía, sino también de manera importante en los ingresos
federales y, por lo tanto, en la capacidad del Estado para atender los rezagos
sociales y ordenar la economía mexicana.
El petróleo se acaba y la transición mundial hacia un consumo
energético distinto del modelo seguido
desde el siglo pasado está en puerta. Una buena parte de los países en
desarrollo tiene ya planes concretos para enfrentar esta situación
irremediable, destacaron.
En Europa, refirieron, se apuesta a la energía solar y a la del viento,
tanto es así que se espera que para el año 2020, el 20 por ciento de la energía
que se consuma en el viejo continente provenga de fuentes renovables. Estados
Unidos también tiene planes, pues con todo lo problemático que pueda resultar
para el ámbito alimentario, se hacen esfuerzos serios para implementar el
consumo masivo del etanol.
Por ello, consideraron, si se quiere sobrevivir como sociedad
organizada, es imperioso estudiar la situación actual y las perspectivas a
futuro, con miras a implementar las medidas necesarias que nos aparten de la
dependencia del petróleo.
Se deben encontrar y aprender a usar fuentes de energía alternativas,
con énfasis principal en aquellas que resultan renovables, pero sobre todo, se
debe desarrollar un nuevo modelo de consumo acorde con la disponibilidad de los
recursos, señalaron.
Cualquier plan o proyecto que se establezca deberá estar basado en una
evaluación de los recursos energéticos con que se cuenta.
Para poder utilizar la energía solar, la geotérmica, la eólica o la
proveniente de la biomasa, la nuclear o la de los hidratos de metano, por
mencionar algunas no renovables, es necesario que se conozca primero cuánta
energía se puede producir con ellas, detallaron.
En ese sentido, acotaron, el Estado mexicano debería emprender una
campaña nacional que dé a conocer a detalle la cantidad de radiación solar que
se recibe durante el año en las distintas regiones del país; evaluar con rigor
la potencialidad de los campos geotérmicos; establecer con precisión el patrón
y la potencia de los vientos.
Asimismo, revisar la estructura del oleaje y las mareas en las costas,
conocer cuántos y cuáles campos de cultivo pueden ser usados para producir
bioenergéticos sin sacrificar la producción alimentaria,
y explorar y cuantificar las reservas de uranio y de hidratos de metano.
En fin, una campaña que provea de los elementos necesarios para
determinar cuáles serán los energéticos que moverán a la sociedad mexicana
durante el siglo XXI, enfatizaron.
No obstante, determinaron, cualquier plan que se elabore deberá ser a
largo plazo, a fin de evitar los errores que hoy nos tienen en una encrucijada.
El papel del Estado como promotor y regulador de la producción y
consumo de energía será crucial, para lo cual el Plan Nacional de Desarrollo
debería revisarse con el objetivo de incluir una política energética clara,
ausente hasta hoy día en la nación mexicana.
Esto nos llevará necesariamente a la revisión de la labor que
actualmente desempeñan actualmente las dos grandes instituciones públicas
relacionadas con la energía: PEMEX y
Cabría preguntarse si es deseable mantener a las dos aisladas o sería
provechosa su fusión para crear un gran organismo nacional de energía. También
cuál es la conveniencia de la producción privada de energía, con qué reglas
operaría o si debe haber organismos reguladores y fiscalizadores de la
producción energética y definir las atribuciones.
Por otro lado, si se busca la autosuficiencia en el ramo, la política
energética que se diseñe habrá de considerar como elementos indispensables: un
plan para la formación de recursos humanos altamente calificados y la creación
de instituciones dedicadas a la investigación y la innovación, con
financiamiento adecuado y metas a mediano plazo claramente establecidas,
abundaron.
El cambio en las fuentes y las formas de producción de la energía inducirá también el del modelo
económico. Es posible que el cambio en el uso de un solo energético –el petróleo– a orígenes múltiples (sol, viento, calor del
interior terrestre, etc.), modifique el modelo de economía globalizada hacia
otro de economías regionales conectadas entre sí; en este caso, habría que
encontrar modos de producción donde la conexión fuese virtuosa.
El tema del financiamiento
merece una consideración cuidadosa. Se tiene que encontrar, sugirieron, formas
fiscales que contengan instrumentos propiciadores para la transición
energética, tales como estímulos a la producción de energías renovables, multas
por excesos de consumo, normatividades estrictas para limitar el transporte
individual y favorecer el colectivo, y fomento a las soluciones comunitarias,
entre otros.
Desde luego, reconocieron, el principal motor financiero de esa
transición será el gasto público; pero habrán de establecerse mecanismos
regulados por el Estado para el financiamiento privado y fijar sus áreas de
competencia, haciendo énfasis en la función primordialmente social de este
financiamiento y estableciendo frenos a la típica voracidad de los inversores
en México.
La transición en puerta requiere de una legislación que la propicie y
la regule adecuadamente, de tal manera que se abran los caminos convenientes y
cierren los inconvenientes para suavizar los desniveles por los que habrá de
pasar entre la actual forma de operar y la que se diseñe para el futuro.
Sería conveniente una nueva ley energética y reglamentos derivados de
ella, alimentados por un amplio y responsable debate entre los diversos actores
involucrados en el proceso de transición: gobierno, empresas públicas y
privadas, investigadores e innovadores, sociedades de profesionales,
comunidades y asociaciones de la sociedad civil.
En el largo plazo los asentamientos humanos deberán cambiar sus
dimensiones, formas de operación y estructura para adoptar otras que resulten
más eficientes, rentables económica y energéticamente hablando. Los modelos de
producción y de consumo de alimentos tendrán que operar sobre bases racionales;
no es deseable mantener el aislamiento actual entre los centros de producción y
los de consumo.
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FOTO 01.
Se espera que
para el 2020, el 20 por ciento de la energía que se consuma en Europa provenga
de fuentes renovables, como
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Las reservas
petroleras alcanzarían sólo para los próximos 9.3 años, señalaron los
participantes en el Foro Universitario Perspectivas energéticas de México en
los próximos diez años, en la UNAM.