Boletín
UNAM-DGCS-060
Ciudad Universitaria
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final del boletín
SUFRE DESNUTRICIÓN 40 POR
CIENTO DE
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Una
familia de cinco miembros debe disponer de tres salarios mínimos para
satisfacer la canasta básica, cuyos componentes, además, no son óptimos,
advirtió
·
Se
ha tendido a consumir más carbohidratos y azúcares, que dan energía pero que no
tienen niveles de proteína importantes, sostuvo
El 40 por ciento de la población mexicana vive con desnutrición o con
algún grado de deterioro alimentario; de ellos, 25 millones están en
condiciones críticas, aseveró el académico del Instituto de Investigaciones Económicas
(IIEc) de la UNAM,
En los últimos 40 años el poder adquisitivo de las familias se
deterioró cerca de 70 por ciento, mientras que la canasta básica se encareció
hasta tres salarios mínimos a lo largo de ese periodo, afirmó.
Además, las características de sus productos se han ido restringiendo.
Antes, señaló, se conformaba de carne, huevo, leche, granos, frutas y verduras;
ahora se ha estrechado cada vez a menos satisfactores en su mayoría de baja
calidad.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática (INEGI), 13 millones 933 mil personas ganan de uno a dos salarios
mínimos, es decir, el 32.5 por ciento de
Ello significa que una familia de alrededor de cinco miembros debe
disponer de tres salarios mínimos para satisfacer esa canasta, cuyos
componentes, además, no son óptimos. Incluso, dijo, ha debido reducir
cantidades por el incremento de precios.
El caso de la tortilla es emblemático: en 2007 el producto se
incrementó en más de 20 por ciento y existe la amenaza de que aumente todavía
más. La población tiene problemas en términos de su ingesta, advirtió.
Por lo menos la mitad de mexicanos se encuentra en riesgo alimentario
por carencias en el ingreso, que generan subconsumo y niveles de desnutrición
aguda. Aunque también hay peligros para la salud por una dieta empobrecida y
desbalanceada con la proliferación de enfermedades que causan mayores gastos,
aseguró.
Junto con este fenómeno también empeoran los niveles educativos, de
oportunidades y de bienestar de la colectividad, y se llega a situaciones
límite, como el que México ocupe uno de los primeros lugares de obesidad en el
mundo. Ello está asociado a las condiciones de deterioro de la alimentación,
indicó.
Se ha tendido a ingerir más carbohidratos y azúcares, que dan energía
pero que no tienen niveles de proteína importantes. Ello incide directamente en
la acumulación de grasa en el cuerpo. La gente consume preferentemente tamales,
atole, frijoles, tortillas y refrescos –es decir, aguas carbonatadas con
endulzantes–, y algún componente adicional como arroz, frijol y refinados en
panes industrializados.
La población no “está gorda en términos de bienestar”, sino como
incremento del tejido adiposo. Ello ha llevado al repunte de enfermedades que
antes no estaban presentes como problemas de salud pública en México, entre
ellas la diabetes, recordó Torres.
El costo en términos del presupuesto médico es “considerable”. Mantener
un diabético en los sistemas de salud resulta mucho más oneroso que si esos
gastos se pudieran destinar a un programa de mejoramiento de las condiciones
alimentarias, argumentó.
De acuerdo con los estudios realizados por el especialista sobre las
dimensiones del problema, el 40 por ciento de la población presenta algún grado
de deterioro e inseguridad alimentaria o de desnutrición, sea económica,
moderada o alta por la condición alimentaria, refirió.
Dentro de ellos, alrededor de 25 millones están en condiciones
críticas, ubicados fundamentalmente en el sector rural. Con el 80 por ciento de
ese segmento en franca penuria alimentaria y, en contraparte, la población
urbana lo padece en 40 por ciento, añadió.
El reto para la seguridad alimentaria interna, visto como el acceso al
consumo de producción agropecuaria, consiste en conseguir alimentos suficientes
a bajo costo, garantizar el abasto y su obtención, una disminución regional del
crédito en básicos y medidas proteccionistas temporales y diferenciadas que
frenen el embate de la apertura comercial sobre esquemas no competitivos,
detalló.
Para sostener una política de crecimiento es necesario un sector fuerte
a fin de apuntalar otros. Ahora se tienen, sostuvo, fronteras abiertas pero sin
una agricultura fortalecida, y con la ausencia de una política para enfrentar
esta situación.
No se puede ser competitivo porque no hay inversión en
Empero,
Una proyección de las necesidades hacia el año 2020 requeriría de por
lo menos 25 por ciento más de alimentos. La meta no está en condiciones de
cumplir con el actual esquema: no por falta de espacio, infraestructura o
soporte humano, sino de competitividad ante los costos y precios
internacionales, y porque la política sectorial insiste en una estrategia
exportadora que no compensa con divisas las necesidades internas de granos,
oleaginosas, leche y carne, concluyó.
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FOTO 01.
En los últimos 40
años el poder adquisitivo de las familias se deterioró cerca de 70 por ciento,
mientras la canasta básica se encareció hasta tres salarios mínimos, señaló