06:00  hrs. 29 de Marzo de 2007

  

Boletín UNAM-DGCS-188

Ciudad Universitaria

 

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AFIRMAN MEXICANOS QUE ES DIFÍCIL ORGANIZARSE PARA CAUSAS COMUNES

 

·        Señaló Federico Reyes Heroles, integrante del Patronato Universitario de la UNAM

·        Un 56 por ciento lo considera complicado, y 85 por ciento acepta que no ha participado en grupos organizados, refirió el analista político

·        Escepticismo y epopeya son palabras clave para caracterizar a la historiografía de los movimientos de Independencia y revolucionario: Álvaro Matute, investigador emérito

·        Intervinieron en el Congreso Internacional Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana: retos y perspectivas, con  Javier Garciadiego y Christon I. Archer

 

En México el 56 por ciento de la población considera que es difícil organizarse como ciudadanos para trabajar en una causa común, y 85 por ciento acepta que no han participado en grupos organizados, afirmó Federico Reyes Heroles, integrante del Patronato Universitario de la UNAM.

 

Al intervenir en el Congreso Internacional Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana: retos y perspectivas, con la conferencia magistral 2010: la Ciudadanía del Siglo XXI, el analista político indicó: “De los que sí lo hacen casi 40 por ciento se encuentra involucrado en grupos religiosos y un 25 por ciento en sindicatos”.

 

Asimismo, mencionó, casi un 44 por ciento de los habitantes tiene poca fe en que las acciones ciudadanas puedan incidir en los asuntos de gobierno, y cuatro de cada diez aceptan no tener ningún interés por ayudar en algún problema de su comunidad.

 

Si bien, por estos datos citados uno podría dejarse ir por el camino de la desilusión y la desesperanza, hay otra lectura posible: la incipiente ciudadanía en nuestro país ha surgido a pesar de una serie de obstáculos que lentamente se han quitado del camino, apuntó en el auditorio Mario de la Cueva de la Coordinación de Humanidades.

 

Explicó que el término “ciudadanía” se refiere a derechos plasmados en ordenamientos legales, pero al mismo tiempo habla de participación, energía y acción en mano.

 

Hoy sabemos que el cimiento de una cultura ciudadana sana y vigorosa, se asienta en el respeto interpersonal. Si no aceptamos a los otros y entendemos que nuestros derechos son los suyos, quiere decir que no lo hemos inculcado como una pieza central de un mundo de libertades, enfatizó.

 

Precisamente, acotó, han sido movimientos ciudadanos los que han logrado la ampliación de libertades que posteriormente son consagradas en regímenes democráticos. “Una sociedad con valores políticos liberales bien aceptados, caminará hacia ese sistema”.  

 

Ante este panorama, sugirió: “Una década de educación cívica que se sume a la escuela nos conduciría, sin duda, a un horizonte mucho más alentador. La cultura cívica y la ciudadanía no surgen ni por generación espontánea ni a partir del juego de partidos, ni como resultado del crecimiento económico. Es también fruto de la voluntad”.

 

Por su parte, Álvaro Matute, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas, dictó la conferencia magistral Escepticismo y epopeya. Ensayo de la historiografía comparada sobre las revoluciones de México, en donde consideró que ambas son las palabras clave con las cuales se puede caracterizar a la historiografía de los movimientos de Independencia y revolucionario.

 

Manifestó que historiografía y conciencia histórica no corren paralelas, a menos que la última quede como patrimonio exclusivo y excluyente de los especialistas. “Ciertamente están vinculadas, la segunda no es concebible sin la primera, pero ésta es la que da forma a aquello que los hechos van configurando sin importar, al principio, el deslinde entre lo verdadero y lo falso”.

 

La conciencia histórica, aclaró, es más libre porque no se tiene que ceñir a ningún dictado disciplinario. Simplemente se cree o no en los hechos que contiene o en las interpretaciones que se les da.

 

Es posible que se formen más rápidamente los mitos que las verdades históricas, las cuales muchas veces se enfrascan en luchas sin tregua ni cuartel contra los primeros y no siempre resultan victoriosas, advirtió.

 

Independencia y Revolución recorren dos trayectorias diferentes, aseguró, pero gracias a los apoyos provenientes de la teoría literaria es posible apreciar la gran tensión existente entre la epopeya y el escepticismo, entre el romance y la sátira, entre la voluntad de creer y la verdad descarnada.

 

No se trata propiamente de procesos históricos. El hecho de que sean acontecimientos de los siglos XIX y XX los coloca de lleno en un juego de interpretaciones que abarcan todas las gamas posibles, desde la colocación del pedestal hasta la denostación.

 

Al hacer uso de la palabra, Javier Garciadiego, profesor e investigador de El Colegio de México, dictó la conferencia magistral 1910: del viejo al nuevo Estado mexicano y aseguró: “Hoy debemos cumplir los reclamos de 1910 a cabalidad, sin falsas disyuntivas. Tenemos que perfeccionar nuestro sistema político”.

 

En la actualidad, recalcó, las soluciones sociales y las propuestas políticas deben involucrarnos a todos. “Así, las reflexiones centenarias permitirán entender que reclamos como los de 1910 no son conyunturales, ni ubicados en un cierto momento histórico, sino que son más bien los objetivos que impone nuestro desarrollo como país”.

 

Por ello, cumplir los propósitos de aquel año, hará de México una nación más justa y democrática, puntualizó.

 

El historiador comentó que 1910 es uno de esos extraños años donde se producen reflexiones que van de lo esencialmente histórico a lo propiamente especulativo. “Fue un parteaguas auténtico que marcó el final e inicio de sendos periodos”.

 

La lucha armada trajo la primera participación protagónica y autónoma de grupos populares en toda la historia nacional. Así, se pasó de un movimiento opositor electoral a una auténtica revolución que redefinió la naturaleza del país y de su propia historia, indicó.

 

Pero 1910, subrayó, fue mucho más que este intento de cambio político, también fue el año en que grupos sociales drásticamente excluidos durante el Porfiriato, presentaron sus numerosos agravios sociales.

 

En su oportunidad, Christon I. Archer, director del Centro de Investigaciones sobre América Latina de la Universidad de Calgary, Canadá, presentó la conferencia magistral México en 1810: fin del principio, principio del fin, y aseveró que con el derrocamiento de Iturrigaray, las escisiones entre los gachupines y los criollos se hicieron más patentes.

 

De hecho, subrayó, los enfrentamientos entre estos grupos sociales son la más clara evidencia de que iba a ocurrir una confabulación de las minorías en el futuro.

 

Se puede decir que en esa época hubo varias fracturas en la política de la Nueva España, lo cual fue aprovechado por hombres como José María Morelos y Pavón, y de otros guerrilleros para tener el avance en la construcción de un Estado, concluyó.

 

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Christon I. Archer, de la Universidad de Calgary, Canadá, presentó en la UNAM la conferencia magistral México en 1810: fin del principio, principio del fin.

 

 

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El profesor e investigador Javier Garciadiego aseveró en la UNAM que las reflexiones centenarias permitirán entender que reclamos como los de 1910 son objetivos que impone nuestro desarrollo como país.

 

 

FOTO 03.

 

Federico Reyes Heroles, integrante del Patronato Universitario de la UNAM, intervino en el Congreso Internacional Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana: retos y perspectivas.

 

 

FOTO 04

 

Álvaro Matute, investigador emérito del IIH de la UNAM, dijo que escepticismo y epopeya son palabras clave para caracterizar a la historiografía de los movimientos de Independencia y revolucionario.