15:30  hrs. 27 de Marzo de 2007

  

Boletín UNAM-DGCS-185

Ciudad Universitaria


Felipe Arturo Ávila

 

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NO ESTÁN DADOS LOS ELEMENTOS EN NUESTRO PAÍS PARA UN MOVIMIENTO ARMADO COMO EL DE 1910

 

 

·        Aseguró hoy Felipe Arturo Ávila, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM

·        Para ello debería haber desgaste del sistema político y división entre la clase gobernante, una coyuntura internacional favorable y conciencia de la gente, afirmó

·        En el Congreso Internacional Hacia la conmemoración del bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana: Retos y perspectivas, también participaron Jesús Hernández y Claudia Agostoni

 

 

 

En México no están dados todos los elementos para que pudiera gestarse un movimiento armado como el de 1910, aseguró hoy Felipe Arturo Ávila Espinosa, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, durante el segundo día de trabajos del Congreso Internacional Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana: retos y perspectivas.

 

Para que haya un acontecimiento de esa magnitud deben confluir varios factores de manera extraordinaria y única, y a veces irrepetibles, señaló en el encuentro, organizado por la Comisión Universitaria para los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana.

 

 

Tiene que haber desgaste del sistema político y división entre la clase gobernante, una alternativa revolucionaria real con experiencia, con cuadros y recursos; una coyuntura internacional favorable; conciencia y, lo que menos se puede prever: disposición de la gente para arriesgar su vida y tomar las armas, consideró, acompañado por Alicia Mayer, directora del IIH.

 

Insistió en que este último elemento nunca se puede conocer con exactitud. Por más estudios que se hagan, la conducta de la gente es algo que nunca se puede prever; es decir, “no es posible predecir que pueda haber un estallido similar al de hace casi cien años”.

 

En el auditorio del IIH, Ávila Espinosa comentó que no se pueden pronosticar las revoluciones. La miseria, inconformidad, desencanto con el orden social prevaleciente y el descontento siempre existen, pero eso no es suficiente para que haya un conflicto.

 

Al dictar la ponencia Las transformaciones sociales durante la Revolución Mexicana, el historiador universitario consideró que las revoluciones son cataclismos inevitables e imprevisibles, caracterizados por la erupción violenta y extendida de los grupos populares que se movilizan, organizan y emprenden acciones con un grado de compromiso inédito hasta entonces, para tratar de tomar en sus manos su propio destino.

 

Los 10 años de guerra civil que siguieron al llamado de Francisco I. Madero para tomar las armas y las convulsiones militares y políticas que tuvieron lugar en las dos décadas siguientes, representaron un giro considerable en la historia de la nación y provocaron cambios importantes e irreversibles. En muchos sentidos, dijo, el perfil del país en el siglo XX estuvo moldeado por ese proceso.

 

Acotó que si bien el México contemporáneo no se reduce a la Revolución y que la evolución política, económica, social y cultural que tuvo lugar en las décadas posteriores no puede explicarse ni estuvo determinada por ese acontecimiento, tampoco debe negarse su influencia en aspectos fundamentales para la historia nacional del siglo pasado, como la formación del Estado post revolucionario, las características de sus instituciones y la relación entre Estado y sociedad; entre otros.

 

De hecho, uno de los rasgos más notorios del sistema político creado por la Revolución fue su extraordinaria longevidad y su relativa estabilidad, que fue capaz de mantener en el poder por más de 70 años a un partido.

 

Por su parte, Jesús Hernández Jaimes, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, señaló que la ausencia de explicaciones de tipo materialista generadas por los insurgentes no debe interpretarse como una falta de claridad acerca de lo que pretendían al tomar las armas, ni debe inferirse que no tenían demandas de tipo socioeconómicas o políticas, que buscaban satisfacer a través de la acción colectiva y violenta.

 

“Quizá, como sugieren algunos especialistas, sólo sea el resultado de la subordinación de su agenda a la de los líderes criollos, o también del desorden administrativo inherente a la guerra, que impidió el registro o la preservación de documentos en los que podría haberse recogido el sentir de indios o castas”, argumentó.

 

En su ponencia Entramado y dinámica social novohispana en las postrimerías del virreinato, aseveró que aunque no hay vestigios de un programa social articulado en la insurgencia, sí hay numerosos testimonios de la violencia más o menos espontánea, aunque dispersa, que se ejerció en contra de muchos terratenientes y sus bienes, funcionarios reales, sobre todo fiscales, así como en perjuicio de comerciantes, en particular tenderos de pueblos.

 

Opinó que la rebelión iniciada en 1810 fue un movimiento interclasista, masivo, duradero a lo largo de varios años y, sobre todo, armado; es decir, se trató de una acción colectiva inédita en la Nueva España que no volvería a tener un parangón hasta 1910.

 

Al hablar de Salud y sociedad. Siglos XIX y XX, Claudia Agostoni, investigadora del IIH, explicó que en el transcurso de 1810 a 1910 en México se transitó del sanitarismo a la salud pública, lo cual sentó las bases que llevarían en el siglo pasado a la consolidación de la medicina estatal y a un mayor acceso a la diplomada.

 

Durantes esos cien años las políticas sanitarias y los programas de salud tuvieron un carácter eminentemente urbano. Las ideas, teorías y sustentos del sanitarismo, entonces predominante, establecían que las ciudades eran ámbitos particularmente peligrosos para el bienestar individual y colectivo, detalló.

 

Admitió que México ingresó a su vida independiente marcado por la coexistencia, complementariedad, convergencia y enfrentamiento de diversos sistemas médicos. Éstos se sustentaban en diferentes elementos de las culturas y de los conocimientos europeos y locales, en sistemas y prácticas de curación populares y mestizas que emergieron, se arraigaron y que también cambiaron a lo largo del periodo colonial y del siglo XIX, concluyó.

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El especialista Jesús Hernández señaló en la UNAM que la ausencia de explicaciones materialista entre los insurgentes no fue una falta de demandas de tipo socioeconómicas o políticas.

 

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Jesús Hernández, Alicia Mayer y Felipe Arturo Ávila, en el segundo día del Congreso Internacional Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana: retos y perspectivas, en la UNAM.

 

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Felipe Arturo Ávila Espinosa, del IIH de la UNAM, aseguró que en México no están dados todos los elementos para que pudiera gestarse un movimiento armado como el de 1910.

 

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Claudia Agostoni, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, explicó que en el transcurso de 1810 a 1910 en México se transitó del sanitarismo a la salud pública.