12:00  hrs. 03 de Marzo de 2007

  

Boletín UNAM-DGCS-126

Ciudad Universitaria


Ismael Torres

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LOS MEXICANOS CONOCEN A SU CÓNYUGE EN EL MISMO BARRIO O COLONIA DONDE VIVEN

 

 

La mayoría de las personas en México conocen a quien será su cónyuge en el mismo barrio o colonia donde viven. El segundo lugar de encuentro más frecuente es el trabajo (17 por ciento de los casos), y siguen la escuela, las fiestas o eventos familiares, y no familiares (con 8 por ciento cada una).

 

Ello se desprende de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias (ENDIFAM), realizada por el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, la cual también revela que, en promedio, los mexicanos y mexicanas tienen su primera unión luego de dos años de noviazgo.

 

Además, en poco más de una quinta parte de los hogares mexicanos se declara que es poco o nulo el cariño que se prodigan los miembros de la familia entre sí, lo que representa más de 12 millones de personas a las que les parece insuficiente la expresión de afecto.

 

La propensión a enlazarse a edades tempranas se asocia estrechamente con escolaridad y estrato socioeconómico. Un poco más de la mitad de los hombres sin estudios se había desposado antes de los 23 años, frente a 42 por ciento de quienes tenían secundaria y preparatoria, y sólo 18 por ciento con grados superiores, añade el documento.

 

En lo que a nociones de masculinidad se refiere, esta muestra –aplicada a casi 24 mil adultos en toda la República Mexicana y representativa a nivel nacional de comportamientos y opiniones sobre la familia– refiere que cerca de la sexta parte de los mexicanos todavía considera que la idea de hombría está indisociablemente vinculada a la demostración de poder en la familia, a la capacidad de ejercer control sobre sus miembros, por lo que un hombre que carece de esta facultad ha perdido tal calidad.

 

Sobre el control de la sexualidad femenina, vía la imposición de la castidad antes del matrimonio, cuenta aún con un fuerte respaldo en la sociedad mexicana del siglo XXI, dado que un 39 por ciento de la población urbana y un 59 de la rural lo ve con buenos ojos.

 

No obstante que verbalmente se aprueba de muy buena gana la idea de que existan campañas encaminadas a promover la aceptación de los homosexuales, hay un amplio rechazo a la institucionalización de esta relación vía el matrimonio; ello denota una fuerte intolerancia ante las expresiones sexuales no normativas. Mientras que la “hombría” guarda relación con la cantidad de experiencias sexuales que un joven pueda tener.

 

Aunque hay muchos estudios sobre migración, raros son los que exploran las modificaciones en los vínculos afectivos y los costos emocionales de la separación. En la ENDIFAM se indagó acerca de la comunicación que mantienen aquellas parejas en las que uno de los miembros, en general el hombre, es migrante dentro del territorio nacional o bien, radica en Estados Unidos.

 

La gran mayoría de las parejas (el 64 por ciento), ya sea que vivan en áreas rurales o urbanas, se comunica semanalmente, independientemente de si la persona está en Estados Unidos o en algún lugar del territorio nacional. En la encuesta se confirma el elevado grado de compromiso económico de los migrantes con sus hogares de origen y la importancia de sus remesas.

 

Los datos indican que un elevado porcentaje de mujeres unidas con estas personas recibe respaldo emocional en situaciones de tristeza. Sin embargo, cuando la pareja está en la Unión Americana las mujeres declaran sentirse más apoyadas que cuando la pareja es migrante dentro de México.

 

Esta encuesta –cuya coordinadora académica es Cecilia Rabell, miembro del IIS– tiene como objetivos centrales conocer las características más importantes de la dinámica de las familias mexicanas e identificar los cambios  que han tenido lugar a partir de la segunda mitad del siglo XX. Durante ese periodo hubo tres procesos principales que transformaron de manera significativa las relaciones intrafamiliares y el papel social de la familia: la expansión de la escolaridad entre niños y jóvenes, el ingreso creciente de las mujeres al mercado laboral y un mayor control de los nacimientos.

 

De ella se desprende que siete son  los motivos que constituyen la primera causa de conflicto en el núcleo familiar: asuntos económicos; problemas relacionados con la concesión de permisos y la autoridad; así como dificultades de convivencia o comunicación, y también, cuestiones relativas a la conducta o a la educación de los hijos, con la misma importancia que los atribuidos a las diferencias de carácter o de opinión; el cuidado y orden del hogar; adicciones, celos, infidelidad y violencia.

 

A nivel nacional, la percepción de escaso cariño entre más de 12 millones de personas es mayor en las familias pertenecientes a los niveles socioeconómicos bajos que en los altos, esta tendencia prevalece entre los núcleos rurales y los urbanos.

 

Además, se señala que la estructura de los hogares en México es diversa y se pueden dividir en familiares y no familiares.

 

En la primera categoría, existen los arreglos nucleares (pareja, pareja con hijos, padre o madre e hijos); extensos (en ellos viven otros parientes además de los integrantes del núcleo) u hogares compuestos (donde habitan también personas no emparentadas, excluyendo a los empleados domésticos).

 

En la segunda, figuran los hogares unipersonales y los  integrados por personas no emparentadas que se suelen denominar “corresidentes”.

 

Los hogares nucleares siguen siendo los más frecuentes y su proporción, algo más de dos terceras partes del total,  prácticamente no ha variado en 23 años. De igual modo, los arreglos familiares extensos representan poco más de una cuarta parte del total de hogares, y los unipersonales registran un aumento significativo.

 

En la encuesta se pregunta sobre el flujo de bienes materiales, afectivos y de servicios que recorre las redes de parientes y amigos de la familia. Su funcionamiento es especialmente importante en situaciones de crisis, como pérdida de empleo, quiebra económica, enfermedades graves, discapacidades o muertes.

 

Así, estos flujos o redes a través de las cuales circulan, forman parte sustantiva de los recursos con los que cuenta una familia y pueden ser vistos como parte de su capital social.

 

Por otro lado, también es importante el papel jugado por la familia en la búsqueda de empleo, pues por lo general los individuos no acuden a una fuente de trabajo en forma aislada, sino a través de información y contactos que les facilitan parientes, amigos y conocidos. Más de la quinta parte de las personas ocupadas en el país, consiguieron trabajo a través de la intermediación de un familiar.

 

En cuanto a las relaciones entre padres e hijos, se advierte en la Encuesta que la cercanía geográfica entre éstos es fuerte; más de cuatro quintas partes de los hijos e hijas de 18 y más años viven en la misma casa o pueblo o ciudad que sus padres.

 

Es notable el hecho de que casi la mitad de los hijos se comunican diariamente con su padre y su madre en las localidades rurales. En las urbanas, la periodicidad más frecuente es de al menos una vez por semana. En ambos casos se trata de vínculos sumamente estrechos. Asimismo, otro de los lazos fuertes es el que mantienen los hermanos entre sí.

 

Contrariamente a la mala imagen que tienen en la cultura popular, las suegras no parecen ser figuras rechazadas en México o al menos  no más que los suegros. Además, en las zonas rurales y urbanas existe una gran cercanía con los parientes políticos, así como una elevada frecuencia de contacto.

 

El hecho de que una proporción mayor de suegras que de suegros viva en la misma casa que sus nueras y yernos, se debe a la mayor longevidad de las mujeres, que una vez que enviudan, suelen convivir con alguno de sus hijos.

 

Resalta que la mayor convivencia de los miembros de los hogares mexicanos tiene lugar a la hora de los alimentos (desayuno, comida y cena), seguida de la audiencia televisiva.

 

Las actividades recreativas (ir al cine, comer fuera de casa) son más comunes en las áreas urbanas que las rurales. Asistir a misa o al templo, es la única actividad que cruza  todos los sectores sociales y ambos ámbitos de residencia (rural o urbano), así como ver la televisión.

 

De acuerdo con Ismael Torres Gómez, profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social, consideró que la familia tradicional mexicana está en constante cambio, pero el riesgo es que en el marco de la globalización se  han olvidado las tradiciones y costumbres.

 

Frente a ello, pidió estar alertas porque desde el exterior llegan influencias ajenas, que provocan confusión, mientras existe improvisación y  abandono de la cultura jurídica.

 

“No se ha estructurado la familia moderna. Se ha parchado. Por ejemplo, para algunos expertos, el matrimonio es una institución, mientras la sociedad lo está tomando como un contrato”, resaltó.

En este marco, datos del INEGI, derivados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2003, precisan que un 46.6 por ciento de mujeres de 15 años y más con pareja residente en el hogar, dijo haber sufrido algún tipo de maltrato.

 

Se desprende de ese trabajo que la violencia de género no tiene barreras de clase, casta, educación, sexualidad, cultura, raza, edad, ya que al menos sufrieron un incidente de violencia aquellas que no cuentan con instrucción, pero también las que alcanzaron algún año de estudios superiores.

 

El porcentaje de mujeres que sufren  violencia, según condición y actividad es el siguiente: 49.60 por ciento de las que son económicamente activas: 45.20 por ciento de las que se ocupan de los quehaceres domésticos, y 39.70 por ciento que realizan otras tareas.

 

Así, según la Encuesta del INEGI, la violencia de género se presenta en todos los estratos socioeconómicos.

 

Las mujeres pueden agredir y ser violentas, pero la mayor parte de la violencia sexual, física y emocional es cometida  por el hombre contra la mujer. Así, se concluye que este fenómeno es en gran medida una conducta o comportamiento aprendido.

 

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FOTO 01

Los hogares nucleares siguen siendo los más frecuentes y su proporción, algo más de dos terceras partes del total,  no ha variado en 23 años, señala la ENDIFAM, levantada por el IIS de la UNAM.

 

FOTO 02.

Las actividades recreativas como ir al cine, al parque o a comer fuera de casa son más comunes en las áreas urbanas que las rurales, afirman especialistas de la UNAM.