Boletín
UNAM-DGCS-126
Ciudad Universitaria
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LOS MEXICANOS CONOCEN A SU CÓNYUGE EN EL MISMO BARRIO O COLONIA DONDE VIVEN
La mayoría de las personas en México conocen a quien será su cónyuge en el mismo barrio o colonia donde viven. El segundo lugar de encuentro más frecuente es el trabajo (17 por ciento de los casos), y siguen la escuela, las fiestas o eventos familiares, y no familiares (con 8 por ciento cada una).
Ello se desprende de la
Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias (ENDIFAM), realizada por el
Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, la cual también revela
que, en promedio, los mexicanos y mexicanas tienen su primera unión luego de
dos años de noviazgo.
Además, en poco más de una
quinta parte de los hogares mexicanos se declara que es poco o nulo el cariño
que se prodigan los miembros de la familia entre sí, lo que representa más de
12 millones de personas a las que les parece insuficiente la expresión de
afecto.
La propensión a enlazarse a
edades tempranas se asocia estrechamente con escolaridad y estrato
socioeconómico. Un poco más de la mitad de los hombres sin estudios se había
desposado antes de los 23 años, frente a 42 por ciento de quienes tenían
secundaria y preparatoria, y sólo 18 por ciento con grados superiores, añade el
documento.
En lo que a nociones de
masculinidad se refiere, esta muestra –aplicada a casi 24 mil adultos en toda
la República Mexicana y representativa a nivel nacional de comportamientos y
opiniones sobre la familia– refiere que cerca de la sexta parte de los
mexicanos todavía considera que la idea de hombría está indisociablemente
vinculada a la demostración de poder en la familia, a la capacidad de ejercer control
sobre sus miembros, por lo que un hombre que carece de esta facultad ha perdido
tal calidad.
Sobre el control de la
sexualidad femenina, vía la imposición de la castidad antes del matrimonio,
cuenta aún con un fuerte respaldo en la sociedad mexicana del siglo XXI, dado
que un 39 por ciento de la población urbana y un 59 de la rural lo ve con
buenos ojos.
No obstante que verbalmente se
aprueba de muy buena gana la idea de que existan campañas encaminadas a
promover la aceptación de los homosexuales, hay un amplio rechazo a la
institucionalización de esta relación vía el matrimonio; ello denota una fuerte
intolerancia ante las expresiones sexuales no normativas. Mientras que la
“hombría” guarda relación con la cantidad de experiencias sexuales que un joven
pueda tener.
Aunque hay muchos estudios
sobre migración, raros son los que exploran las modificaciones en los vínculos
afectivos y los costos emocionales de la separación. En la ENDIFAM se indagó
acerca de la comunicación que mantienen aquellas parejas en las que uno de los
miembros, en general el hombre, es migrante dentro del territorio nacional o
bien, radica en Estados Unidos.
La gran mayoría de las parejas
(el 64 por ciento), ya sea que vivan en áreas rurales o urbanas, se comunica
semanalmente, independientemente de si la persona está en Estados Unidos o en
algún lugar del territorio nacional. En la encuesta se confirma el elevado
grado de compromiso económico de los migrantes con sus hogares de origen y la
importancia de sus remesas.
Los datos indican que un
elevado porcentaje de mujeres unidas con estas personas recibe respaldo
emocional en situaciones de tristeza. Sin embargo, cuando la pareja está en la
Unión Americana las mujeres declaran sentirse más apoyadas que cuando la pareja
es migrante dentro de México.
Esta encuesta –cuya
coordinadora académica es Cecilia Rabell, miembro del IIS– tiene como objetivos
centrales conocer las características más importantes de la dinámica de las
familias mexicanas e identificar los cambios
que han tenido lugar a partir de la segunda mitad del siglo XX. Durante
ese periodo hubo tres procesos principales que transformaron de manera
significativa las relaciones intrafamiliares y el papel social de la familia:
la expansión de la escolaridad entre niños y jóvenes, el ingreso creciente de
las mujeres al mercado laboral y un mayor control de los nacimientos.
De ella se desprende que siete
son los motivos que constituyen la
primera causa de conflicto en el núcleo familiar: asuntos económicos; problemas
relacionados con la concesión de permisos y la autoridad; así como dificultades
de convivencia o comunicación, y también, cuestiones relativas a la conducta o
a la educación de los hijos, con la misma importancia que los atribuidos a las
diferencias de carácter o de opinión; el cuidado y orden del hogar; adicciones,
celos, infidelidad y violencia.
A nivel nacional, la
percepción de escaso cariño entre más de 12 millones de personas es mayor en
las familias pertenecientes a los niveles socioeconómicos bajos que en los
altos, esta tendencia prevalece entre los núcleos rurales y los urbanos.
Además, se señala que la
estructura de los hogares en México es diversa y se pueden dividir en
familiares y no familiares.
En la primera categoría,
existen los arreglos nucleares (pareja, pareja con hijos, padre o madre e
hijos); extensos (en ellos viven otros parientes además de los integrantes del
núcleo) u hogares compuestos (donde habitan también personas no emparentadas,
excluyendo a los empleados domésticos).
En la segunda, figuran los
hogares unipersonales y los integrados
por personas no emparentadas que se suelen denominar “corresidentes”.
Los hogares nucleares siguen
siendo los más frecuentes y su proporción, algo más de dos terceras partes del
total, prácticamente no ha variado en
23 años. De igual modo, los arreglos familiares extensos representan poco más
de una cuarta parte del total de hogares, y los unipersonales registran un
aumento significativo.
En la encuesta se pregunta
sobre el flujo de bienes materiales, afectivos y de servicios que recorre las
redes de parientes y amigos de la familia. Su funcionamiento es especialmente
importante en situaciones de crisis, como pérdida de empleo, quiebra económica,
enfermedades graves, discapacidades o muertes.
Así, estos flujos o redes a
través de las cuales circulan, forman parte sustantiva de los recursos con los
que cuenta una familia y pueden ser vistos como parte de su capital social.
Por otro lado, también es
importante el papel jugado por la familia en la búsqueda de empleo, pues por lo
general los individuos no acuden a una fuente de trabajo en forma aislada, sino
a través de información y contactos que les facilitan parientes, amigos y
conocidos. Más de la quinta parte de las personas ocupadas en el país, consiguieron
trabajo a través de la intermediación de un familiar.
En cuanto a las relaciones
entre padres e hijos, se advierte en la Encuesta que la cercanía geográfica
entre éstos es fuerte; más de cuatro quintas partes de los hijos e hijas de 18
y más años viven en la misma casa o pueblo o ciudad que sus padres.
Es notable el hecho de que
casi la mitad de los hijos se comunican diariamente con su padre y su madre en
las localidades rurales. En las urbanas, la periodicidad más frecuente es de al
menos una vez por semana. En ambos casos se trata de vínculos sumamente
estrechos. Asimismo, otro de los lazos fuertes es el que mantienen los hermanos
entre sí.
Contrariamente a la mala
imagen que tienen en la cultura popular, las suegras no parecen ser figuras
rechazadas en México o al menos no más
que los suegros. Además, en las zonas rurales y urbanas existe una gran
cercanía con los parientes políticos, así como una elevada frecuencia de
contacto.
El hecho de que una proporción
mayor de suegras que de suegros viva en la misma casa que sus nueras y yernos,
se debe a la mayor longevidad de las mujeres, que una vez que enviudan, suelen
convivir con alguno de sus hijos.
Resalta que la mayor
convivencia de los miembros de los hogares mexicanos tiene lugar a la hora de
los alimentos (desayuno, comida y cena), seguida de la audiencia televisiva.
Las actividades recreativas
(ir al cine, comer fuera de casa) son más comunes en las áreas urbanas que las
rurales. Asistir a misa o al templo, es la única actividad que cruza todos los sectores sociales y ambos ámbitos
de residencia (rural o urbano), así como ver la televisión.
De acuerdo con Ismael Torres
Gómez, profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social, consideró que la
familia tradicional mexicana está en constante cambio, pero el riesgo es que en
el marco de la globalización se han
olvidado las tradiciones y costumbres.
Frente a ello, pidió estar
alertas porque desde el exterior llegan influencias ajenas, que provocan
confusión, mientras existe improvisación y
abandono de la cultura jurídica.
“No se ha estructurado la
familia moderna. Se ha parchado. Por ejemplo, para algunos expertos, el
matrimonio es una institución, mientras la sociedad lo está tomando como un
contrato”, resaltó.
En este marco, datos del
INEGI, derivados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en
los Hogares (ENDIREH) 2003, precisan que un 46.6 por ciento de mujeres de 15
años y más con pareja residente en el hogar, dijo haber sufrido algún tipo de
maltrato.
Se desprende de ese trabajo
que la violencia de género no tiene barreras de clase, casta, educación,
sexualidad, cultura, raza, edad, ya que al menos sufrieron un incidente de
violencia aquellas que no cuentan con instrucción, pero también las que
alcanzaron algún año de estudios superiores.
El porcentaje de mujeres que
sufren violencia, según condición y
actividad es el siguiente: 49.60 por ciento de las que son económicamente
activas: 45.20 por ciento de las que se ocupan de los quehaceres domésticos, y
39.70 por ciento que realizan otras tareas.
Así, según la Encuesta del
INEGI, la violencia de género se presenta en todos los estratos
socioeconómicos.
Las mujeres pueden agredir y
ser violentas, pero la mayor parte de la violencia sexual, física y emocional
es cometida por el hombre contra la
mujer. Así, se concluye que este fenómeno es en gran medida una conducta o
comportamiento aprendido.
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FOTO 01
Los hogares
nucleares siguen siendo los más frecuentes y su proporción, algo más de dos
terceras partes del total, no ha
variado en 23 años, señala la ENDIFAM, levantada por el IIS de la UNAM.
FOTO 02.
Las actividades recreativas como ir al cine, al parque o a comer fuera de casa son más comunes en las áreas urbanas que las rurales, afirman especialistas de la UNAM.