14:30  hrs. 28 de Febrero de 2007

  

Boletín UNAM-DGCS-121

Ciudad Universitaria


Ismael Torres

 

 

MÍNIMO O NULO, EL CARIÑO EN GRAN PARTE DE LOS HOGARES MEXICANOS

 

·        Revela la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias, levantada por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, a solicitud del DIF

·        La imposición de la castidad antes del matrimonio, cuenta aún con un fuerte respaldo en la sociedad mexicana del siglo XXI

·        Un 46.6 por ciento de mujeres de 15 años y más con pareja residente en el hogar, sufrió algún tipo de maltrato, señala el INEGI

 

En gran parte de los hogares mexicanos es insuficiente la expresión de afecto, ya que es mínimo o nulo el cariño que se dan entre sí los miembros de una familia, revela la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Familias (ENDIFAM), levantada por el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, a solicitud del DIF.

 

De acuerdo con los datos de este ejercicio, aplicado a 24 mil familias en toda la República Mexicana y representativo a nivel nacional, siete son  los motivos que constituyen la primera causa de conflicto en ese núcleo social: asuntos económicos; problemas relacionados con la concesión de permisos y la autoridad; así como dificultades de convivencia o comunicación.

 

También, cuestiones relativas a la conducta o a la educación de los hijos, con la misma importancia que los atribuidos a las diferencias de carácter o de opinión; el cuidado y orden del hogar; adicciones, celos, infidelidad y violencia.

Dicha encuesta –cuya coordinadora académica es la investigadora del IIS, Cecilia Rabell– tiene como objetivos centrales conocer las características más importantes de la dinámica de las familias mexicanas e identificar los cambios  que han tenido lugar a partir de la segunda mitad del siglo XX.

 

Se concluye que durante ese periodo hubo tres procesos principales que transformaron de manera significativa las relaciones intra familiares y su papel social: la expansión de la escolaridad entre niños y jóvenes, el ingreso creciente de las mujeres al mercado laboral y un mayor control de los nacimientos.

 

Según los resultados, en México la estructura de los hogares es diversa y se pueden dividir en familiares y no familiares.

 

En la primera categoría, existen los arreglos nucleares (pareja, pareja con hijos, padre o madre e hijos); extensos (en ellos viven otros parientes además de los integrantes del núcleo) u hogares compuestos (donde habitan también personas no emparentadas, excluyendo a los empleados domésticos).

 

En la segunda, figuran los hogares unipersonales y los  integrados por personas no emparentadas que se suelen denominar “corresidentes”.

 

Los hogares nucleares siguen siendo los más frecuentes y su proporción, algo más de dos terceras partes del total,  prácticamente no ha variado en 23 años. De igual modo, los arreglos familiares extensos representan poco más de una cuarta parte del total de hogares, y los unipersonales registran un aumento significativo.

 

Este ejercicio resalta la importancia del flujo de bienes materiales, afectivos y de servicios que recorre las redes de parientes y amigos de la familia. Su funcionamiento es especialmente importante en situaciones de crisis, como pérdida de empleo, quiebra económica, enfermedades graves, discapacidades o muertes.

 

Así, estos flujos o redes a través de las cuales circulan, forman parte sustantiva de los recursos con los que cuenta una familia y pueden ser vistos como parte de su capital social.

 

Por otro lado, también es importante el papel jugado por la familia en la búsqueda de empleo, pues por lo general los individuos no acuden a una fuente de trabajo en forma aislada, sino a través de información y contactos que les facilitan parientes, amigos y conocidos. Ello, significa que más de la quinta parte de las personas ocupadas en el país, consiguieron trabajo a través de la intermediación de un familiar.

 

En cuanto a las relaciones entre padres e hijos, se advierte en la Encuesta que la cercanía geográfica entre éstos es fuerte; más de cuatro quintas partes de los hijos e hijas de 18 y más años viven en la misma casa o pueblo o ciudad que sus padres.

 

Es notable el hecho de que casi la mitad de los hijos se comunican diariamente con su padre y madre en las localidades rurales. En las urbanas, la periodicidad más frecuente es al menos una vez por semana. En ambos casos se trata de vínculos sumamente estrechos. Asimismo, otro de los lazos fuertes es el que mantienen los hermanos entre sí.

 

Contrariamente a la mala imagen que tienen en la cultura popular, las suegras no son figuras rechazadas en México o al menos  no más que los suegros. Además, en las zonas rurales y urbanas existe una estrecha cercanía con los parientes políticos, así como una elevada frecuencia de contacto.

 

El hecho de que una proporción mayor de suegras que de suegros viva en la misma casa que sus nueras y yernos, se debe a la mayor longevidad de las mujeres, que una vez que enviudan, suelen convivir con alguno de sus hijos.

 

De acuerdo con este trabajo, la mayoría de las personas en México  conocen a quien será su cónyuge en el mismo barrio o colonia donde vive. El segundo lugar de encuentro más frecuente es el trabajo, con 17 por ciento de los casos, y siguen la escuela, las fiestas o eventos familiares, y no familiares con 8 por ciento cada una.

 

En promedio, los mexicanos y mexicanas tienen su primera unión luego de dos años de noviazgo.

 

La propensión a unirse a edades tempranas, se asocia estrechamente con la escolaridad y el estrato socioeconómico. Un poco más de la mitad de los hombres sin estudios, se había unido antes de los 23 años, frente a 42 por ciento de quienes tenían secundaria y preparatoria,  y sólo 18 por ciento con grados superiores, revelan los datos de la encuesta.

 

En lo que a las nociones de masculinidad se refiere, cerca de la sexta parte de los mexicanos todavía considera que la idea de hombría está indisociablemente vinculada a la demostración de poder en la familia, a la capacidad de ejercer control sobre sus miembros, por lo que un hombre que carece de esta facultad ha perdido tal calidad.

 

Sobre el control de la sexualidad femenina, vía la imposición de la castidad antes del matrimonio, cuenta aún con un fuerte respaldo en la sociedad mexicana del siglo XXI, dado que un 39 por ciento de la población urbana y un 59 de la rural lo ve con buenos ojos.

 

Prevalece una gran intolerancia a la aceptación de los homosexuales, mientras que la “hombría” guarda relación con la cantidad de experiencias sexuales que un joven pueda tener.

 

Se indagó también acerca de la comunicación que mantienen aquellas parejas en las que uno de los miembros, en general el hombre, es migrante.

 

La gran mayoría de las parejas (el 64 por ciento), se comunica semanalmente, independientemente de si la persona está en Estados Unidos o en algún lugar del territorio nacional. En la encuesta se confirma el elevado grado de compromiso económico de los migrantes con sus hogares de origen y la importancia de sus remesas.

 

Los datos indican que un elevado porcentaje de mujeres unidas con migrantes recibe respaldo emocional en situaciones de tristeza. Sin embargo, cuando la pareja está en la Unión Americana declaran sentirse más apoyadas que en otro tipo de situación. 

 

Resalta que la mayor convivencia de los miembros de los hogares mexicanos tiene lugar a la hora de los alimentos (desayuno, comida y cena), seguida de la audiencia televisiva.

Las actividades recreativas (ir al cine, comer fuera de casa) son más comunes en las áreas urbanas que las rurales. Asistir a misa o al templo, es la única actividad que cruza  todos los sectores sociales y ambos ámbitos de residencia (rural o urbano), así como ver la televisión.

 

A nivel nacional, la percepción de escaso cariño entre más de 12 millones de personas es mayor en las familias pertenecientes a los niveles socioeconómicos bajos que en los altos, aunque esta tendencia prevalece entre los núcleos rurales y urbanos.

 

De acuerdo con datos del INEGI, derivados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2003, un 46.6 por ciento de mujeres de 15 años y más con pareja residente en el hogar, dijo haber sufrido algún tipo de maltrato.

 

Se desprende de ese trabajo que la violencia de género no tiene barreras de clase, casta, educación, sexualidad, cultura, raza, edad, ya que al menos sufrieron un incidente de violencia aquellas que no cuentan con instrucción, pero también las que alcanzaron algún año de estudios superiores.

 

El porcentaje de mujeres que sufren  violencia, según condición y actividad es el siguiente: 49.60 por ciento de las que son económicamente activas: 45.20 por ciento de las que se ocupan de los quehaceres domésticos, y 39.70 por ciento que realizan otras tareas.

 

Así, según la Encuesta del INEGI, la violencia de género se presenta en todos los estratos socioeconómicos.

 

Las mujeres pueden agredir y ser violentas, pero la mayor parte de la violencia sexual, física y emocional es cometida  por el hombre contra la mujer. Así, se concluye que este fenómeno es en gran medida una conducta o comportamiento aprendido.

 

Al respecto, Ismael Torres Gómez, profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social, consideró que la familia tradicional mexicana está en constante cambio, pero el riesgo es que en el marco de la globalización se  han olvidado las tradiciones y costumbres.

 

Frente a ello, pidió estar alertas porque desde el exterior llegan influencias ajenas, que provocan confusión, mientras existe improvisación y  abandono de la cultura jurídica.

 

“No se ha estructurado la familia moderna. Se ha parchado. Por ejemplo, para algunos expertos, el matrimonio es una institución, mientras la sociedad lo está tomando como un contrato”, concluyó.

 

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FOTO 1.

Los hogares nucleares siguen siendo los más frecuentes en México, y su proporción, algo más de dos terceras partes del total, no ha variado en 23 años, señalaron especialistas de la UNAM.

FOTO 2.

Casi la mitad de los hijos se comunican diariamente con su padre y su madre en las localidades rurales. En las urbanas la periodicidad es de una vez por semana como mínimo, revelan en la UNAM.

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Ismael Torres, profesor de la ENTS de la UNAM, afirmó que la familia mexicana está en constante cambio, pero el riesgo es que se olviden las tradiciones y costumbres en el marco de la globalización.

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Cecilia Rabell, del IIS de la UNAM, coordinó los trabajos académicos de la Encuesta Nacional sobre Dinámica de las Familias, levantada por ese mismo Instituto a solicitud del DIF.