06:00  hrs. 23 de Febrero de 2007

 

 

Boletín UNAM-DGCS-112

Ciudad Universitaria

 

 


Arturo Menchaca

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NO SE HA HALLADO RELACIÓN ENTRE INCIDENCIA DE CÁNCER Y USO DE TELÉFONOS MÓVILES

 

 

A pesar de que hasta ahora ha sido imposible encontrar una relación entre la exposición a ondas electromagnéticas no ionizantes, como las de los teléfonos celulares, y la incidencia de enfermedades como el cáncer no se puede afirmar categóricamente que esa conexión no exista, señalaron científicos de la UNAM.

 

Al respecto, Arturo Menchaca, director del Instituto de Física (IF), y Leticia Verdugo, profesora de la Facultad de Medicina (FM), coincidieron en que se vive en la frontera en donde se han hecho las mediciones permitidas por la física y la ingeniería, sin haber podido hallar tal efecto; es decir, es tan pequeño que no se ha podido medir y no se puede negar, sobre todo en el largo plazo.

 

Por ello, afirmó Arturo Menchaca, la actitud científica correcta es recomendar a la gente preocupada la menor exposición posible a estos aparatos, para no correr riesgos.

A su vez, Leticia Verdugo sugirió como medida preventiva –al no existir en México una normatividad donde se establezcan límites en el uso de estos artilugios– evitar su empleo entre mujeres embarazadas y menores de 16 años, ya que en esas etapas los tejidos están en desarrollo "y de existir un daño, podría ser mayor para esos casos".

 

Ionizar o no ionizar…

Los físicos entienden la naturaleza como hecha de partículas que interactúan entre sí a través de fuerzas, como la gravitacional; la fuerte y la débil en el núcleo de los átomos, y la electromagnética, origen de la radiación del mismo nombre, de la cual existe un amplio espectro que va desde las microondas, ondas de radio, luz visible y ultravioleta hasta los rayos gamma en su extremo, explicó Arturo Menchaca.

 

Están en todas partes gracias a que los seres humanos se sirven de ellas para múltiples usos. Por ejemplo, en el inicio de las comunicaciones se manipularon para el telégrafo; luego, para transmitir ondas de radio y de televisión, y hoy para las computadoras, Internet y, por supuesto, la telefonía celular, agregó.

 

Se pueden caracterizar ya sea por su longitud de onda o por su frecuencia, siendo una inversamente proporcional a la otra. De ese modo, se habla de longitudes de onda grandes con frecuencias pequeñas y viceversa, algunas de las cuales tienen capacidad de ionizar a la materia, apuntó.

 

A partir de cómo afectan al ser humano, las radiaciones se pueden dividir en ionizantes o no ionizantes. Cualquier organismo, expuso el físico, está hecho de átomos y moléculas neutros, con cargas equilibradas. "Si se aplica radiación se puede arrancar un electrón y producir un ion, los cuales son químicamente activos y pueden generar cambios celulares o moleculares".

 

Éste es el efecto más importante de la radiación electromagnética y el que preocupa en el ámbito de los entes biológicos. Las ondas que emiten los teléfonos celulares son no ionizantes, lo mismo que las de un radio u horno de microondas. "Calientan dependiendo de qué tanta exposición se tenga con ellas", refirió.

 

Se transmiten a grandes distancias, pero hasta ahora, a pesar de múltiples estudios, no se les ha podido correlacionar con algún daño biológico. “No existe evidencia de que haya mayor incidencia de cáncer en el cerebro, a pesar de los millones de usuarios de los teléfonos móviles. Si sus efectos fueran terribles, como se ha dicho, el número de personas con tumores habría aumentado significativamente, pero eso no ha ocurrido”, dijo.

 

Leticia Verdugo reiteró que hasta hoy ninguna deducción es concluyente. "Varios de los experimentos para determinar efectos se han repetido en diferentes laboratorios del mundo, en condiciones iguales, y algunos de los resultados son, incluso, contradictorios".

 

La también integrante de la Sociedad Internacional de Bioelectromagnetismo detalló que algunos estudios se han realizado a escala celular o molecular y en modelos animales, diferentes a los epidemiológicos. Por ello, no se puede inferir que los cambios en el genoma de una célula aislada son transportables a todo el organismo.

 

Los campos electromagnéticos de baja frecuencia, como los de aparatos electrodomésticos y las computadoras, o un poco más alta, como teléfonos móviles, podrían producir cambios celulares y en diferentes funciones fisiológicas, pero ninguno sería inductor de cáncer. Más bien, en presencia de otros factores de riesgo podrían acelerar la aparición del mal, expresó la especialista.

 

La telefonía móvil existe desde hace relativamente poco tiempo. Se ha demostrado que en este lapso no ha habido efectos, aunque, reconoció, quizá se necesita una exposición más prolongada para detectarlos.

 

De Graham Bell al reconocimiento de huella digital

El teléfono celular puede ser extremadamente sofisticado, pero a fin de cuentas, es un radio. La comunicación inalámbrica tiene sus raíces en la invención del radio por Nikolai Tesla en la década de 1880 (formalmente presentado en 1894 por el italiano Guglielmo Marconi).

 

Ambas tecnologías fueran combinadas en un mismo aparato que hoy permite comunicar sin importar en qué lugar del mundo se encuentren, incluso en un desierto o en algún Polo.

 

Martín Cooper fue su pionero; a él se le considera "el padre de la telefonía celular" al introducir el primer radioteléfono, en 1973, en Estados Unidos, mientras trabajaba para Motorola; pero no fue sino hasta 1979 cuando aparecieron los primeros sistemas comerciales en Tokio, Japón, por la compañía NTT.

 

En varios países se diseminó esta telefonía como alternativa a la convencional inalámbrica. Tuvo gran aceptación, por lo que a los pocos años de implantarse se empezó a saturar el servicio. Por ello, se necesitó desarrollar otras formas de acceso múltiple al canal y transformar los sistemas analógicos a digitales, a fin de darle cabida a más usuarios. Para separar una etapa de la otra se cuenta con diferentes generaciones.

 

Hoy, incluye aparatos capaces de hacer mucho más que llamadas, enviar mensajes de texto o tomar fotografías. Ha avanzado al grado de contar con pantallas táctiles, acceso a Internet, correo electrónico, envío de datos, audio o reconocimiento de huella digital. El mercado va a la alza en el mundo entero.

 

Tan bajo como sea posible

El posible daño que produce la radiación electromagnética ha sido de interés mundial, sobre todo en las últimas décadas, porque en 1986 se publicó un estudio acerca del efecto que podían tener las líneas de alta tensión para la salud y, en concreto, su relación con la generación de cáncer en niños de países nórdicos, recordó Leticia Verdugo.

 

Hoy, la Organización Mundial de la Salud, incluso tiene un programa internacional para verificar esas derivaciones, en el cual participan investigadores y organismos de todo el planeta, añadió.

 

El problema, precisó Arturo Menchaca, es que una exposición a largo plazo pueda inducir enfermedad.  “Si me expongo a la luz solar (que no es ionizante) durante periodos prolongados y sin protección, aumenta la posibilidad de que se produzca cáncer de piel; si meto la mano al microondas encendido, con seguridad me quemaré”.

 

La radiación electromagnética en dosis mayúsculas puede causar algún tipo de daño. Sin embargo, la que emite un teléfono es mínima y hoy en día no sabemos si tiene esa capacidad, sostuvo.

 

No obstante, abundó Leticia Verdugo, existe la posibilidad de que los nuevos aparatos, con mayor alcance, tengan también mayor potencia y emitan más radiaciones. Pero eso no se ha medido.

 

Día con día la tecnología avanza y no es posible desechar sus adelantos, pero sí usarla con medida. Haciendo frente a la preocupación pública, en el mundo se han adoptado políticas precautorias para manejar los posibles riesgos asociados a la incertidumbre científica. Una de ellas, ALARA (As low as reasonable achievable, es decir, “tan bajo como sea posible”), ha provocado establecer normas y lineamientos, aclaró el director del IF.

 

Los criterios actuales cumplen más un propósito psicológico que como medida cuantitativa de prevención, pues no se ha establecido el nivel de correlación, si lo hay, entre exposición y efecto biológico, mencionó.

 

En cuanto a estándares, informó Leticia Verdugo, en toda América Latina sólo Brasil cuenta con una reglamentación que establece, por ejemplo, los tiempos de exposición máxima o la distancia que debe haber entre antenas de transmisión y las casas de sus alrededores.

 

En este sentido, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes elabora el proyecto de Norma Oficial Mexicana para regular las emisiones no ionizantes, donde se describen los niveles máximos recomendados para los campos eléctricos y magnéticos medios, adelantó.

 

Pese a lo expuesto, un hecho demostrado, aunque indirecto a la salud, es que el uso del teléfono móvil mientras se conduce un auto, sí incrementa el índice de accidentes. Incluso el uso de “manos libres” provoca que la concentración y reflejos no sean los mismos, concluyeron los especialistas; pero la gente asume el riesgo y los utiliza.

 

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No existe evidencia de que haya mayor incidencia de cáncer en el cerebro, a pesar de los millones de usuarios de los teléfonos móviles, afirmó Arturo Menchaca, director del Instituto de Física de la UNAM.

 

 

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Hasta ahora ha sido imposible encontrar una relación entre la exposición a las ondas de los teléfonos celulares, y la incidencia de cáncer, señalaron científicos de la UNAM.

 

 

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Leticia Verdugo, profesora de la Facultad de Medicina  de la UNAM, sugirió como medida preventiva, evitar el empleo de teléfonos celulares entre mujeres embarazadas y menores de 16 años.