06:00  hrs. 13 de Febrero de 2007

 

 

Boletín UNAM-DGCS-089

Ciudad Universitaria 

 


Herminia Pasantes Ordoñez

 

Pies de foto al final del boletín

EN EL CEREBRO ESTÁN LAS BASES DEL AMOR, SEÑALAN INVESTIGADORES DE LA UNAM

 

 

El amor de pareja es una emoción que tiene sus bases en el cerebro, específicamente en el sistema límbico y la corteza. Las neuronas generadoras de este estado afectivo –en donde surge una sensación de gran felicidad– son las mismas que se activan con el uso de estupefacientes, el placer de alimentarse o durante el juego compulsivo, afirmaron eméritos de los institutos de Fisiología Celular (IFC) y de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM.

 

Herminia Pasantes Ordóñez, del IFC, quien ha obtenido, entre otras distinciones, el Premio Nacional de Ciencias y Artes, detalló que el sistema neuronal que procesa el enamoramiento está en el llamado “circuito de recompensa”, también conocido como “del placer”. Este momento “recuerda el efecto adictivo de las drogas. Uno quiere estar todo el tiempo junto a la persona; el cerebro piensa constantemente en ella”.

 

La investigadora explicó que “cuando se está en esta etapa sucede algo parecido a lo que se siente con las anfetaminas; es una sensación  de gran bienestar”. Sin embargo, aclaró, el lapso de pasión intensa, de acuerdo con recientes descubrimientos, dura en promedio siete meses. “Posteriormente se transforma y seguramente se procesa en otros circuitos del cerebro”.

 

Para la investigadora, “todo lo que somos está en el cerebro”, donde surge la inteligencia, creatividad, autoestima y también la emoción. Así, el amor se genera en su parte basal, lo cual se comparte con algunos animales.

 

Subrayó que estudios recientes de Fisher, Aron y Brown (J. Neurophysiol., 2005; Philos. Trans. R. Soc. London, 2006), investigan las bases neuronales de lo que se conoce como “amor romántico”, esa primera etapa, intensa, del amor.

 

“Las neuronas que se activan con la impresión amorosa inicial son las mismas que participan en el juego compulsivo; cuando una persona tiene satisfacción al alimentarse; cuando se usan estimulantes –como la morfina o cocaína– o se tiene placer sexual”, afirmó.

 

Sin embargo, en el mal de amor, cuando ya no hay esa retroalimentación, cuando esas células no son activadas, ya no existe la sensación de euforia, sino de disforia, lo opuesto a la felicidad. Frente a ello, bromeó, sería útil “tener una pastilla que nos quitara la depresión del desamor, porque es algo similar a lo que sienten aquellos que no reciben las drogas: una gran necesidad de usarlas”.

 

Ello, porque “todavía no se encuentra ni la ponzoña, ni el veneno, ni el afrodisíaco, que haga que una persona corresponda a una pasión”, dijo.

 

Agregó que sí existen personas incapaces de amar. “Es una de las características de los esquizofrénicos. Por otro lado, si un individuo toma durante mucho tiempo anfetaminas, desarrolla una patología similar”.

 

Por su parte, Alfonso Escobar, emérito del IIBm, expresó que en el amor participan estructuras del cerebro interconectadas ampliamente,  junto con mecanismos de aprendizaje y memoria, impresiones visuales, olfativas, gustativas y corporales, así como funciones cognoscitivas, tales como juicio, abstracción, creatividad o lenguaje.

 

Descartó la existencia del “amor a primera vista” y definió el amor de pareja como un vínculo de cariño con deseo sexual. Así, se requiere que el cerebro esté atento, consciente y con actividad normal. “Las estructuras cerebrales valoran lo que el ojo ve, lo que el oído escucha y lo que se toca. Esas sensaciones tienen un desempeño importante en los recuerdos y experiencias vividas anteriormente”.

 

Pero no sólo el amor está basado en la función cerebral, también  otros estados afectivos como son la alegría, tristeza, miedo, rabia, ira, tranquilidad, odio, pusilanimidad, valentía, vergüenza, apatía, felicidad y apacibilidad, entre muchos otros, señaló el experto, quien pertenece al Departamento de Biología Celular y Fisiología del IIBm.

 

No hay duda, indicó, que el atractivo sexual generado por una figura  femenina o masculina, asociado a factores como edad, hormonas, feromonas y alomonas, entre otros, influyen en los mecanismos de enamoramiento. Sin embargo, muchos matrimonios fracasan porque la relación sexual los atrajo, aunque no todo el contexto de pareja, lo que evita el desarrollo de un afecto.

 

En las nuevas generaciones, aseveró, la secuencia de eventos que llevan al enamoramiento se inicia con el aspecto sexual y eventualmente se genera el estado afectivo que constituye el amor; todo lo contrario que era en otras épocas, donde el encuentro sexual era la última etapa.

 

Así, este estado afectivo se origina por factores que van más allá del deseo sexual, como la cultura, el arte de conversar o las maneras de manejar una situación diaria. Por ello, el llamado “amor a primera vista” no existe, pues sólo se trata de una respuesta ante un atractivo físico.

 

Cuando se está con la persona amada, argumentó, se da una “respuesta de alarma”, donde se registra un aumento del ritmo cardiaco, de descarga de adrenalina, así como dilatación pupilar y mayor presión sanguínea.

 

Sin embargo, en el individuo moderno es poco probable percibir el efecto de las feromonas y alomonas –secreciones que se originan en el cuerpo y provocan un olor especial que atrae–, por el uso de perfumes, desodorantes y otros artículos similares, advirtió.

 

El experto recordó la primera vez que se estableció que el cerebro, específicamente la corteza cerebral que lo recubre, posee áreas que generan estados afectivos. Fue en el estudio hecho por Wilder Penfield, neurocirujano del Instituto Neurológico de Montreal, Canadá, en pacientes sometidos a procedimientos neoquirúrgicos para el tratamiento de la epilepsia.

 

Wilder Penfield encontró que la corteza prefrontal, sobre todo la del hemisferio izquierdo, generaba estados emocionales afectivos al ser estimulada. Este hallazgo exploratorio confirmó observaciones puramente clínicas en ese sentido.

 

Estudios ulteriores demostraron que otras estructuras también participan en generar y dar valor afectivo a las distintas emociones que el hombre puede experimentar. En términos generales, refirió, todas forman parte del sistema límbico.

 

Incluye, además de la corteza prefrontal, otras áreas corticales como la circunvolución del cíngulo y la circunvolución del hipocampo en el lóbulo temporal, relacionada con el aprendizaje y la formación de la memoria.

 

El núcleo amigdalino o amígdala es primordial para la génesis de las emociones, mientras el hipotálamo en el diencéfalo se relaciona con la hipófisis y por medio de ella, con las glándulas de secreción interna o endocrinas, que producen hormonas, entre ellas sexuales, tanto para el hombre como para la mujer.

 

Participa el tálamo, núcleo subcortical también diencefálico, cuya función principal es filtrar y analizar las diferentes modalidades sensoriales. Finalmente, núcleos del tallo cerebral que determinan reacciones viscerales asociadas a las emociones.

 

Dichos núcleos, que se conocen como núcleos del sistema nervioso autónomo o visceral, y la formación reticular, conjunto de núcleos neuronales, son indispensables para mantener el estado de conciencia normal, esto es el estado de alerta y atención durante la fase de vigilia del ser humano, casi siempre diurna.

 

 

-o0o-

FOTO 1

Herminia Pasantes Ordóñez, del IFC de la UNAM, dijo que las neuronas que se activan con el amor son las mismas que las del juego compulsivo, el placer gastronómico y sexual, y el consumo de drogas.

 

FOTO 2.

El amor es una emoción con bases en el cerebro, específicamente en el sistema límbico y la corteza, donde intervienen funciones cognoscitivas y otros mecanismos, afirmaron expertos de la UNAM.

 

FOTO 3

Alfonso Escobar, del IIBm de la UNAM, definió el amor de pareja como un vínculo de cariño con deseo sexual, donde participan estructuras del cerebro, junto con mecanismos de aprendizaje y memoria