Boletín
UNAM-DGCS-089
Ciudad
Universitaria
El amor de pareja es una
emoción que tiene sus bases en el cerebro, específicamente en el sistema
límbico y la corteza. Las neuronas generadoras de este estado afectivo –en
donde surge una sensación de gran felicidad– son las mismas que se activan con
el uso de estupefacientes, el placer de alimentarse o durante el juego
compulsivo, afirmaron eméritos de los institutos de Fisiología Celular (IFC) y
de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM.
Herminia Pasantes Ordóñez, del
IFC, quien ha obtenido, entre otras distinciones, el Premio Nacional de
Ciencias y Artes, detalló que el sistema neuronal que procesa el enamoramiento
está en el llamado “circuito de recompensa”, también conocido como “del placer”.
Este momento “recuerda el efecto adictivo de las drogas. Uno quiere estar todo
el tiempo junto a la persona; el cerebro piensa constantemente en ella”.
La investigadora explicó que
“cuando se está en esta etapa sucede algo parecido a lo que se siente con las
anfetaminas; es una sensación de gran
bienestar”. Sin embargo, aclaró, el lapso de pasión intensa, de acuerdo con
recientes descubrimientos, dura en promedio siete meses. “Posteriormente se
transforma y seguramente se procesa en otros circuitos del cerebro”.
Para la investigadora, “todo
lo que somos está en el cerebro”, donde surge la inteligencia, creatividad,
autoestima y también la emoción. Así, el amor se genera en su parte basal, lo
cual se comparte con algunos animales.
Subrayó que estudios recientes
de Fisher, Aron y Brown (J. Neurophysiol., 2005; Philos. Trans. R. Soc. London,
2006), investigan las bases neuronales de lo que se conoce como “amor
romántico”, esa primera etapa, intensa, del amor.
“Las neuronas que se activan
con la impresión amorosa inicial son las mismas que participan en el juego
compulsivo; cuando una persona tiene satisfacción al alimentarse; cuando se
usan estimulantes –como la morfina o cocaína– o se tiene placer sexual”,
afirmó.
Sin embargo, en el mal de
amor, cuando ya no hay esa retroalimentación, cuando esas células no son
activadas, ya no existe la sensación de euforia, sino de disforia, lo opuesto a
la felicidad. Frente a ello, bromeó, sería útil “tener una pastilla que nos
quitara la depresión del desamor, porque es algo similar a lo que sienten
aquellos que no reciben las drogas: una gran necesidad de usarlas”.
Ello, porque “todavía no se
encuentra ni la ponzoña, ni el veneno, ni el afrodisíaco, que haga que una
persona corresponda a una pasión”, dijo.
Agregó que sí existen personas
incapaces de amar. “Es una de las características de los esquizofrénicos. Por
otro lado, si un individuo toma durante mucho tiempo anfetaminas, desarrolla
una patología similar”.
Por su parte, Alfonso Escobar,
emérito del IIBm, expresó que en el amor participan estructuras del cerebro
interconectadas ampliamente, junto con
mecanismos de aprendizaje y memoria, impresiones visuales, olfativas,
gustativas y corporales, así como funciones cognoscitivas, tales como juicio,
abstracción, creatividad o lenguaje.
Descartó la existencia del
“amor a primera vista” y definió el amor de pareja como un vínculo de cariño
con deseo sexual. Así, se requiere que el cerebro esté atento, consciente y con
actividad normal. “Las estructuras cerebrales valoran lo que el ojo ve, lo que
el oído escucha y lo que se toca. Esas sensaciones tienen un desempeño
importante en los recuerdos y experiencias vividas anteriormente”.
Pero no sólo el amor está
basado en la función cerebral, también
otros estados afectivos como son la alegría, tristeza, miedo, rabia,
ira, tranquilidad, odio, pusilanimidad, valentía, vergüenza, apatía, felicidad
y apacibilidad, entre muchos otros, señaló el experto, quien pertenece al
Departamento de Biología Celular y Fisiología del IIBm.
No hay duda, indicó, que el
atractivo sexual generado por una figura
femenina o masculina, asociado a factores como edad, hormonas, feromonas
y alomonas, entre otros, influyen en los mecanismos de enamoramiento. Sin
embargo, muchos matrimonios fracasan porque la relación sexual los atrajo,
aunque no todo el contexto de pareja, lo que evita el desarrollo de un afecto.
En las nuevas generaciones,
aseveró, la secuencia de eventos que llevan al enamoramiento se inicia con el
aspecto sexual y eventualmente se genera el estado afectivo que constituye el
amor; todo lo contrario que era en otras épocas, donde el encuentro sexual era
la última etapa.
Así, este estado afectivo se
origina por factores que van más allá del deseo sexual, como la cultura, el
arte de conversar o las maneras de manejar una situación diaria. Por ello, el
llamado “amor a primera vista” no existe, pues sólo se trata de una respuesta
ante un atractivo físico.
Cuando se está con la persona
amada, argumentó, se da una “respuesta de alarma”, donde se registra un aumento
del ritmo cardiaco, de descarga de adrenalina, así como dilatación pupilar y
mayor presión sanguínea.
Sin embargo, en el individuo
moderno es poco probable percibir el efecto de las feromonas y alomonas
–secreciones que se originan en el cuerpo y provocan un olor especial que
atrae–, por el uso de perfumes, desodorantes y otros artículos similares,
advirtió.
El experto recordó la primera
vez que se estableció que el cerebro, específicamente la corteza cerebral que
lo recubre, posee áreas que generan estados afectivos. Fue en el estudio hecho
por Wilder Penfield, neurocirujano del Instituto Neurológico de Montreal,
Canadá, en pacientes sometidos a procedimientos neoquirúrgicos para el
tratamiento de la epilepsia.
Wilder Penfield encontró que
la corteza prefrontal, sobre todo la del hemisferio izquierdo, generaba estados
emocionales afectivos al ser estimulada. Este hallazgo exploratorio confirmó
observaciones puramente clínicas en ese sentido.
Estudios ulteriores
demostraron que otras estructuras también participan en generar y dar valor
afectivo a las distintas emociones que el hombre puede experimentar. En
términos generales, refirió, todas forman parte del sistema límbico.
Incluye, además de la corteza
prefrontal, otras áreas corticales como la circunvolución del cíngulo y la
circunvolución del hipocampo en el lóbulo temporal, relacionada con el
aprendizaje y la formación de la memoria.
El núcleo amigdalino o
amígdala es primordial para la génesis de las emociones, mientras el hipotálamo
en el diencéfalo se relaciona con la hipófisis y por medio de ella, con las
glándulas de secreción interna o endocrinas, que producen hormonas, entre ellas
sexuales, tanto para el hombre como para la mujer.
Participa el tálamo, núcleo
subcortical también diencefálico, cuya función principal es filtrar y analizar
las diferentes modalidades sensoriales. Finalmente, núcleos del tallo cerebral
que determinan reacciones viscerales asociadas a las emociones.
Dichos núcleos, que se conocen
como núcleos del sistema nervioso autónomo o visceral, y la formación
reticular, conjunto de núcleos neuronales, son indispensables para mantener el
estado de conciencia normal, esto es el estado de alerta y atención durante la
fase de vigilia del ser humano, casi siempre diurna.
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FOTO 1
Herminia Pasantes
Ordóñez, del IFC de la UNAM, dijo que las neuronas que se activan con el amor
son las mismas que las del juego compulsivo, el placer gastronómico y sexual, y
el consumo de drogas.
FOTO 2
El amor es una
emoción con bases en el cerebro, específicamente en el sistema límbico y la
corteza, donde intervienen funciones cognoscitivas y otros mecanismos,
afirmaron expertos de la UNAM.
FOTO 3
Alfonso Escobar, del IIBm de la UNAM, definió el amor de pareja como un vínculo de cariño con deseo sexual, donde participan estructuras del cerebro, junto con mecanismos de aprendizaje y memoria