Boletín
UNAM-DGCS-051
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La dieta actual del mexicano está “desvirtuada” al
adquirir las malas costumbres culinarias de otros países, cargadas de
carbohidratos y grasa, como pizzas y hamburguesas, por mencionar algunos
productos, resaltó Amanda Gálvez Mariscal, coordinadora del Programa
Universitario de Alimentos (PUAL) de la UNAM.
Lo anterior, entre otros factores, ha sido resultado de
la publicidad que favorece la ingesta de la llamada “comida rápida”; y del
acelerado ritmo de la vida moderna, en donde muchas mujeres ya no tienen tiempo
para cocinar. Se ha “perdido la capacidad de discernir cuál es una buena o mala
alimentación”, aclaró.
Al respecto, Héctor Bourges Rodríguez, profesor de la
Facultad de Química (FQ), aseguró que dichas tendencias no son buenas para
nuestra nación. De tener una cultura alimentaria sabia, con poca agresión al
medio ambiente, su situación es grave debido a que se incluyeron en el Tratado
de Libre Comercio con América del Norte elementos base de su sustento.
En el país, afirmó, se ha perdido el darle a la
alimentación el valor como acto fundamental de la vida, que sirve no sólo para
nutrirse, sino para socializar. “La mesa familiar se ha perdido, así como la
capacidad de prepararse su propia comida”, además del sedentarismo. Incluso hay
ritos, como trabajar obsesivamente, que alientan el que se ingiera en cualquier
lado y lo que se pueda.
Bourges Rodríguez aseguró
además, que a pesar de que en nuestro territorio se gestaron muchos hitos de la
agricultura, pues en él se domesticaron el maíz, frijol, amaranto, jitomate,
aguacate, vainilla y chocolate, entre muchos otros, hoy nuestro país pierde a
gran velocidad su capacidad para producir alimentos.
No existe, por tanto, una dieta del mexicano como tal,
pues nuestra nación es diversa en múltiples sentidos; no obstante, en el caso
de la ingestión hay distintos hábitos y culturas culinarias que habrían de
conservarse, agregó.
En este sentido, Amanda Gálvez Mariscal señaló que se ha
perdido la llamada dieta tradicional, entendiéndose por dieta, el conjunto de
alimentos que consume un individuo en un día. La dieta mexicana tradicional, es
naturalmente alta en fibra y minerales, por la gran cantidad de productos
vegetales que utiliza, como los quelites, quintoniles y verdolagas, además de
frutas y otras verduras como los chilacayotes, por mencionar algunos. En ellos
hay sustancias conocidas como nutracéuticos que, entre muchas otras funciones,
pueden tener actividad antioxidante, la cual ayuda a mejorar la salud.
La también profesora e investigadora de la FQ argumentó
que el maíz es la base para la alimentación nacional, pues los productos
provenientes de esa planta son los más socorridos. “Se sabe que entre 85 y 89
por ciento de la población come siempre tortilla”, por ejemplo.
El asunto –precisó con motivo del Día del Internacional
del Nutriólogo, a celebrarse hoy– es que el organismo de los seres humanos, al
ser omnívoro, “está diseñado para consumir gran cantidad de verduras y frutas”,
que es una costumbre muy sana que en nuestra nación se ha ido perdiendo.
Sucede también, destacó
Bourges Rodríguez, que existe una clara relación entre salud y alimentación.
Por tanto, si es mala puede llevar a padecer ciertas enfermedades. Al referirse
a las principales, expresó que la más importante es la desnutrición infantil.
“Ocurre –dijo– en los niños
antes de los tres años de edad” y tiene un origen complejo: se relaciona con la
disponibilidad de alimentos, capacidad económica (de producir los que se
necesitan, conservarlos y darles buen uso) y la discriminación, pues en muchos
casos los menores reciben menos comida de la necesaria.
Es un hecho, indicó el experto, que dicho trastorno ha
disminuido, aunque lentamente, en el ámbito nacional, en la medida que la
población se ha urbanizado. No obstante, si se observa el medio rural, existe
en forma preocupante en el sur y sureste, particularmente en los estados más
pobres y en grupos indígenas.
“En total –informó– en los
preescolares en México, que representan el mayor grupo de riesgo, la
desnutrición infantil es de cuatro por ciento, y la grave debajo del dos”. Sin
embargo, esas cifras no reflejan lo que sucede en zonas de Oaxaca, Chiapas,
Yucatán y Guerrero. En este último, por ejemplo, se observa el peor extremo:
más de 50 por ciento de ese sector presenta algún grado de carencia, y es grave
en ocho y nueve por ciento, lo cual es alto.
Otro trastorno que se comienza
a notar más, aseveró el también director de Nutrición del Instituto Nacional de
Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, es la anemia por deficiencia de
hierro, que afecta a las mujeres: una de cada cinco la padecen, y si se toma
sólo al grupo de embarazadas, una de cada cuatro. En los niños entre uno y dos
años –una etapa crítica del desarrollo– llega a ser casi de la mitad, es decir,
uno de cada dos; aunque se refiere a cualquier grado, no necesariamente al más
intenso.
El tercer gran problema es el exceso de peso y obesidad.
Según la Encuesta de Nutrición y Salud más reciente, siete de cada 10 adultos
–es similar en hombres y mujeres– tienen más peso del que debieran; aunque no
necesariamente en forma extrema. Esta condición, puntualizó el investigador,
reduce la esperanza de vida y favorece diversas complicaciones, como accidentes,
mayor riesgo en el parto y las cirugías, así como caídas.
Además, la obesidad es un factor que contribuye a la
manifestación de enfermedades como diabetes, exceso de colesterol en la sangre,
hipertensión arterial y cánceres, que si bien tienen un origen genético,
adelantan su manifestación con este mal.
Sobre la causa de esta epidemia, que se presenta en la
población de las metrópolis y ha aumentado a gran velocidad en los últimos 20
años en México, el especialista comentó que acompaña a los fenómenos de
urbanización y globalización, “pues se han copiado los malos hábitos de otros
países, particularmente de Estados Unidos y el norte de Europa, donde tienen
pésimas costumbres alimentarias”.
Para modificar esta conducta, sostuvo, se requieren
campañas enfocadas a cambiar los hábitos y los mitos manejados, como el de que
las calorías son malas per se: es la ley de la naturaleza buscar energía.
Bourges Rodríguez aclaró que es un hecho irreversible que
el ser humano, al desarrollar la agricultura, se independizó de la naturaleza,
pero alteró en forma intensa su forma de comer. Por tanto, “desde hace 10 mil
años nos alejamos de la alimentación natural de la especie”.
Ahora se busca que el Homo sapiens se acerque a la
naturaleza en su ingestión. Por ejemplo, “la forma normal de comer de la
especie tendría que ser en pequeñas cantidades y en forma repetida”.
Gálvez Mariscal explicó que una buena dieta debe tener
cinco características. La primera es sencilla: ser variada; es decir, tener una
composición diversa para asegurar el correcto funcionamiento de órganos y
sistemas. En todo régimen deben estar hidratos de carbono, proteínas, grasas,
vitaminas, minerales y agua.
“No se puede decir que la mejor es la mediterránea, la
mexicana u otra; hay gente saludable en Estados Unidos, Alemania y Sudáfrica,
siempre y cuando las personas coman como seres omnívoros”. De esa forma,
advirtió, se le da al organismo la oportunidad de tener en la digestión
sustancias para evitar la oxidación, de cambiar las fuentes de proteínas y
disponer de nutrimentos para sus funciones.
También, ser completa, aportar lo indispensable para el
cuerpo y que satisfaga la necesidad de comer, al garantizar un buen estado de
salud, desde lo fisiológico, psicológico y social. Asimismo, especificó,
suficiente, que cubra los requerimientos de acuerdo con edad, peso, talla,
sexo, actividad y estado de salud de cada individuo.
Otro punto es ser equilibrada, por tanto, debe guardar
proporción entre los hidratos de carbono 55 a 60 por ciento, grasas de 25 a 30,
y proteínas de 10 a 15 por ciento como porcentajes del valor energético total
de lo consumido en el día. Finalmente, ser inocua: que el consumo no implique
riesgos para la salud, por lo que deben evitarse excesos y deficiencias,
concluyó.
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FOTO 01
Amanda Gálvez Mariscal, coordinadora
del PUAL de la UNAM, dijo que la dieta mexicana tradicional es naturalmente
alta en fibra y minerales, por la gran cantidad de productos vegetales que
utiliza.
FOTO 02
Héctor Bourges, profesor de la FQ de
la UNAM, señaló que a pesar de que en nuestro territorio se gestaron muchos
hitos de la agricultura, hoy el país pierde su capacidad para producir
alimentos.
FOTO 03.
La dieta actual del mexicano está “desvirtuada” al adquirir las malas costumbres culinarias de otros países, cargadas de carbohidratos y grasa, advirtieron especialistas de la UNAM.