Boletín
UNAM-DGCS-041
Ciudad Universitaria
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final del boletín
El aire de la zona arqueológica de El Tajín, Veracruz,
presenta uno de los mayores niveles de acidez en México, lo que provoca el
deterioro del patrimonio cultural que ahí se localiza, afirmó Humberto Bravo
Álvarez, del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.
Durante la Reunión
Preparatoria del Segundo Taller Internacional sobre La Influencia de la Calidad
del Aire en las Zonas Arqueológicas Mayas en Mesoamérica –al cual dio la
bienvenida Carlos Gay García, director del CCA–, el investigador habló del
proyecto que dio lugar a dicha conclusión y advirtió que de no tomarse las
medidas preventivas los jeroglíficos podrán desaparecer en cien años.
Bravo Álvarez informó que junto con un equipo de trabajo
se verificó el nivel de pH en el aire del mencionado lugar y, una vez
determinado, lo caracterizaron. Para ello se centraron principalmente en la
lluvia, tanto seca (polvos) como húmeda (precipitación de agua).
Para conocer sus efectos en los monumentos, indicó el
jefe de la Sección de Contaminación Ambiental del CCA, primero midieron
diversos parámetros relacionados por alrededor de cuatro años: cloro, sulfatos
y nitratos, así como la cantidad de agua y los milímetros que caen, entre
otros.
Una vez que conocieron su contenido, se fabricó “una
lluvia sintética”, a la que expusieron especímenes proporcionados por el
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es decir, apuntó, pedazos
de roca de El Tajín. También se simuló la temperatura del lugar, la radiación
solar y la cantidad de precipitaciones.
“Ahora se puede decir que se
pierden 10 micras por año”. Una micra, explicó, es la milésima parte de un
milímetro, por lo que puede no parecer preocupante, “pero se habla de un
patrimonio de nuestra herencia cultural y si no se hace nada al cabo de 10, 20
ó cien años los jeroglíficos desaparecerán” si continúa la industrialización.
El especialista precisó que se
establecieron ya las fuentes de contaminación, y entre las principales se
encuentran las termoeléctricas y refinerías. Incluso se ha detectado el
transporte de polución de otros sitios a la zona arqueológica en estudio. “Al
hacer diversas trayectorias de retroceso –señaló– se cree que provienen de
Monterrey, Tuxpan y la zona petrolera de Campeche”.
El Tajín es un sitio totonaco, pero el material de
construcción del lugar, que es carbonato de calcio, presenta las mismas
características de las zonas mayas, cuya calidad de aire no ha sido propiamente
determinada bajo los parámetros utilizados, advirtió.
Este equipo, agregó Bravo
Álvarez, se ha ocupado de la parte físico-química. Ahora, junto con Benjamín
Otto Ortega, de la Universidad Autónoma de Campeche, se introducirá en esta
entidad federativa el efecto de ciertas bacterias en los monumentos
arqueológicos. Con Dennis Fitz, de la Universidad de California, en Riverside,
medirán el ácido nítrico y las partículas ácidas.
Sobre la relevancia de estos estudios, el especialista de
la UNAM destacó que México tiene un gran acervo cultural, “y a través de ellos
se podrá preservar este tipo de monumentos”.
Cabe señalar que también se
presentaron los temas: Interés del gobierno federal en los estudios sobre
contaminación atmosférica por deposición ácida en el patrimonio cultural
mesoamericano; Estudios sobre deterioro, y Meteorología y lluvia ácida.
Asistieron Adrián Fernández Bremauntz, director del
Instituto Nacional de Ecología de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales; María del Carmen Castro, directora de Conservación e Investigación
de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, y Eddy Hardie Sánchez, director
del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología
de Guatemala.
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FOTO 01.
Los contaminantes
que deterioran la zona arqueológica de El Tajín, en Veracruz, provienen de
Monterrey, Tuxpan y la zona petrolera de Campeche, señalan expertos de la UNAM.
FOTO 02
Humberto Bravo
Álvarez, del CCA de la UNAM, informó que los jeroglíficos de la zona
arqueológica de El Tajín podrían desaparecer al cabo de 10, 20 ó cien años si
continúa la industrialización.