06:00  hrs. 15 de Enero de 2007

 

 

Boletín UNAM-DGCS-028

Ciudad Universitaria

Mireya Moya Núñez

 

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INSATISFACTORIA AÚN LA CALIDAD DEL AIRE, POR PARTÍCULAS FINAS, EN EL VALLE DE MÉXICO

 

 

La calidad del aire en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) dista mucho de ser satisfactoria en los últimos años, en específico, debido a la concentración de ciertos componentes químicos de las  partículas atmosféricas finas, aseguró Mireya Moya Núñez, investigadora del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.

 

Sin embargo, advirtió que lo preocupante en relación a los efectos adversos a la salud humana, es que de este contaminante se conoce rutinariamente su concentración gravimétrica y no la composición química; es decir, no se sabe con exactitud qué sustancias químicas o tóxicas hay en el ambiente, pues la normatividad sólo se refiere a su peso.

La investigadora universitaria explicó que en México hay regulación para las partículas menores a 10 (PM10) y a 2.5 (PM2.5) micrómetros, pero no para las de menos de uno (PM1). No obstante, a medida que su dimensión disminuye tienen mayor capacidad de penetrar no sólo al tracto respiratorio y los pulmones, sino hasta el torrente sanguíneo.

 

Moya Núñez ha trabajado en la modelación y caracterización química de contaminantes atmosféricos gracias a los recursos provenientes del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM, principalmente, y de CONACYT-Ciencia Básica.

 

De tres años a la fecha ha analizado partículas finas, las PM2.5, reguladas en la normatividad mexicana, y las PM1, que no lo están. Sus estudios indican que la fracción 2.5-1.0 micrómetros contiene elementos más relacionados con procesos naturales que antropogénicos (combustión), es decir, que las PM1, en su componente primaria, concentra elementos de interés en estudios para la salud.

 

Comentó que en general, son malos para la salud, ya que poseen elementos tóxicos o metales pesados. Se ha determinado, por diversas técnicas analíticas, que tienen concentraciones altas de plomo y vanadio, resultado de procesos de combustión de las gasolinas. Aunque también puede haber actividad industrial que los genere. Sin embargo, agregó, la concentración de sulfatos en partículas se concentra en la fracción de 1 y no en la de 2.5 micrómetros.

 

“Si tuviésemos en vigencia la normatividad de sulfatos (25 mg m-3), que si existe, por ejemplo, en Los Ángeles, California, y la aplicáramos en época de invierno, que es cuando se han realizado estas caracterizaciones, rebasaríamos con bastante frecuencia esta normatividad en el Valle de México y, en específico, los sulfatos son un trazador contundente de procesos de combustión (contenido de azufre en los combustibles)”.

 

Informó que casi todo el año la ZMVM registra alta densidad de partículas finas, aunque bajan un poco en julio y agosto, porque hay favorecimiento de otro tipo de procesos fisicoquímicos, sin embargo, en esta época, que es cuando hay mayor radiación solar, se presentan  elevados niveles de ozono, otro contaminante criterio.

 

Mireya Moya aseguró que su reglamentación sería un gran avance en materia de protección a la salud de la población, por lo menos en esta región, dado que la toxicidad encontrada en las PM1 es más crítica que las PM2.5, las cuales pueden llegar hasta el torrente sanguíneo. Por ello, su caracterización adecuada es básica para un mejor entendimiento de los procesos atmosféricos en los que éstas toman parte, a través de herramientas de modelación.

 

“Es bueno contar con regulaciones de PM2.5, pero sería mejor conocer concentraciones químicas que se respiran en la región. Hay componentes inorgánicos en las PM1, relacionados con toxicidad, en particular sulfatos provenientes de procesos de combustión; es decir, lo que se concentra en esas partículas es indicativo de actividad antropogénica”, afirmó.

 

En las partículas más gruesas (> a 2.5 micras) hay una fracción que tiene una variación geográfica y estacional, en la que intervienen cuestiones de erosión de suelos o polvo, lo cual no es preocupante en cuanto a daños, dijo.

 

Recordó que el primer tamaño de partículas que se reguló en el país fue de PM10. Empero, a medida del avance en el estudio de este contaminante, que es reciente, se ha introducido una nueva reglamentación para PM2.5 que data de noviembre de 2005.

 

Las investigaciones teóricas y prácticas realizadas por Moya Núñez en los últimos tres años, a través del desarrollo de varias campañas experimentales y de modelación, se han centrado en la caracterización química de partículas “finas”, es decir PM1 y PM2.5.

 

Resaltó que las ha abordado porque a menor tamaño más críticos son los efectos adversos sobre la salud; de hecho, hay estudios epidemiológicos, específicamente en la Escuela de Salud de Harvard, que hablan sobre una relación directa entre su alta concentración y el aumento de morbilidad y afecciones a las vías respiratorias. Otras más incluso, provocan implicaciones cardiovasculares.

 

Análisis recientes revelan que las PM1 pueden desembocar en el torrente sanguíneo y son altamente tóxicas. Ello ha generado un gran interés, por un lado para identificarlas y, por otro, no sólo para medir su peso, sino su composición. “Tenemos que ir un paso adelante y lo que hace la investigación sería  concretar qué estamos respirando y cuales son los procesos de formación y dispersión de este contaminante”, puntualizó.

 

Es importante caracterizar las PM10, pero aún más benéfico para la salud de la población sería generar conocimiento sobre la caracterización y modelación de las PM1, porque están directamente relacionadas con la combustión, refirió.

 

Mireya Moya destacó la trascendencia de estudiar las partículas atmosféricas, ya que es un contaminante criterio de igual importancia que el análisis del ozono, no sólo por sus efectos en el bienestar humano, a la visibilidad y los efectos directos e indirectos que éstas tienen en el balance radiativo, fenómeno directamente relacionado con lo que se conoce como cambio climático.

 

“El objetivo de esta investigación es contribuir al conocimiento científico sobre un problema. Por lo que sería deseable que tuviéramos un monitoreo espacial y temporal en el área nacional”. Estas ideas fueron sugeridas y analizadas en la última reunión de la NARSTO, en la cual la investigadora del CCA habló sobre el tema en representación de esta región ante este organismo.

 

Predecir de manera adecuada la concentración de partículas que se respiran es difícil, en gran parte porque no hay un conocimiento exacto de que componentes químicos modelar.

 

En cuanto a gases, como el ozono, hay más simplicidad al modelar; pero en las partículas no, pues hay que definir si son orgánicas, inorgánicas o metales pesados y en qué concentración, lo cual es complejo pues varía de acuerdo a las fuentes características de cada zona urbana y por estación, expuso.

 

“Es imprescindible avanzar en los procesos en donde interviene el hombre: optimizar la calidad de los combustibles, lo cual redundaría en una mejor calidad del aire en general y, en especial, en la cantidad de partículas; así como una mejora en la combustión de la flota vehicular; y una mayor regulación de las emisiones industriales”, concluyó Moya Núñez.

 

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PIES DE FOTO

 

 

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A medida que  el tamaño de las partículas disminuye tienen mayor capacidad de penetrar hasta el torrente sanguíneo, advirtió la investigadora de la UNAM Mireya Moya.

 

 

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La calidad del aire en la ZMVM dista de ser  satisfactoria en los últimos años, debido a componentes químicos de las  partículas atmosféricas, aseguró Mireya Moya Núñez, investigadora del CCA de la UNAM.

 

 

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Las partículas de la ZMVM tienen concentraciones altas de plomo y vanadio, resultado de procesos de combustión de las gasolinas, afirmó la investigadora Mireya Moya Núñez, del CCA de la UNAM.