Boletín
UNAM-DGCS-028
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INSATISFACTORIA AÚN
LA CALIDAD DEL AIRE, POR PARTÍCULAS FINAS, EN EL VALLE DE MÉXICO
La calidad del aire en la Zona
Metropolitana del Valle de México (ZMVM) dista mucho de ser satisfactoria en
los últimos años, en específico, debido a la concentración de ciertos
componentes químicos de las partículas atmosféricas
finas, aseguró Mireya Moya Núñez, investigadora del Centro de Ciencias de la
Atmósfera (CCA) de la UNAM.
Sin embargo, advirtió que lo
preocupante en relación a los efectos adversos a la salud humana, es que de
este contaminante se conoce rutinariamente su concentración gravimétrica y no
la composición química; es decir, no se sabe con exactitud qué sustancias
químicas o tóxicas hay en el ambiente, pues la normatividad sólo se refiere a
su peso.
La investigadora universitaria
explicó que en México hay regulación para las partículas menores a 10 (PM10) y
a 2.5 (PM2.5) micrómetros, pero no para las de menos de uno (PM1). No obstante,
a medida que su dimensión disminuye tienen mayor capacidad de penetrar no sólo
al tracto respiratorio y los pulmones, sino hasta el torrente sanguíneo.
Moya Núñez ha trabajado en la
modelación y caracterización química de contaminantes atmosféricos gracias a
los recursos provenientes del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e
Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM, principalmente, y de CONACYT-Ciencia
Básica.
De tres años a la fecha ha
analizado partículas finas, las PM2.5, reguladas en la normatividad mexicana, y
las PM1, que no lo están. Sus estudios indican que la fracción 2.5-1.0
micrómetros contiene elementos más relacionados con procesos naturales que
antropogénicos (combustión), es decir, que las PM1, en su componente primaria,
concentra elementos de interés en estudios para la salud.
Comentó que en general, son
malos para la salud, ya que poseen elementos tóxicos o metales pesados. Se ha
determinado, por diversas técnicas analíticas, que tienen concentraciones altas
de plomo y vanadio, resultado de procesos de combustión de las gasolinas.
Aunque también puede haber actividad industrial que los genere. Sin embargo,
agregó, la concentración de sulfatos en partículas se concentra en la fracción
de 1 y no en la de 2.5 micrómetros.
“Si tuviésemos en vigencia la
normatividad de sulfatos (25 mg m-3), que si existe, por ejemplo, en Los
Ángeles, California, y la aplicáramos en época de invierno, que es cuando se
han realizado estas caracterizaciones, rebasaríamos con bastante frecuencia
esta normatividad en el Valle de México y, en específico, los sulfatos son un
trazador contundente de procesos de combustión (contenido de azufre en los combustibles)”.
Informó que casi todo el año
la ZMVM registra alta densidad de partículas finas, aunque bajan un poco en
julio y agosto, porque hay favorecimiento de otro tipo de procesos
fisicoquímicos, sin embargo, en esta época, que es cuando hay mayor radiación
solar, se presentan elevados niveles de
ozono, otro contaminante criterio.
Mireya Moya aseguró que su
reglamentación sería un gran avance en materia de protección a la salud de la
población, por lo menos en esta región, dado que la toxicidad encontrada en las
PM1 es más crítica que las PM2.5, las cuales pueden llegar hasta el torrente
sanguíneo. Por ello, su caracterización adecuada es básica para un mejor
entendimiento de los procesos atmosféricos en los que éstas toman parte, a
través de herramientas de modelación.
“Es bueno contar con
regulaciones de PM2.5, pero sería mejor conocer concentraciones químicas que se
respiran en la región. Hay componentes inorgánicos en las PM1, relacionados con
toxicidad, en particular sulfatos provenientes de procesos de combustión; es
decir, lo que se concentra en esas partículas es indicativo de actividad
antropogénica”, afirmó.
En las partículas más gruesas
(> a 2.5 micras) hay una fracción que tiene una variación geográfica y
estacional, en la que intervienen cuestiones de erosión de suelos o polvo, lo
cual no es preocupante en cuanto a daños, dijo.
Recordó que el primer tamaño
de partículas que se reguló en el país fue de PM10. Empero, a medida del avance
en el estudio de este contaminante, que es reciente, se ha introducido una
nueva reglamentación para PM2.5 que data de noviembre de 2005.
Las investigaciones teóricas y
prácticas realizadas por Moya Núñez en los últimos tres años, a través del desarrollo
de varias campañas experimentales y de modelación, se han centrado en la
caracterización química de partículas “finas”, es decir PM1 y PM2.5.
Resaltó que las ha abordado
porque a menor tamaño más críticos son los efectos adversos sobre la salud; de
hecho, hay estudios epidemiológicos, específicamente en la Escuela de Salud de
Harvard, que hablan sobre una relación directa entre su alta concentración y el
aumento de morbilidad y afecciones a las vías respiratorias. Otras más incluso,
provocan implicaciones cardiovasculares.
Análisis recientes revelan que
las PM1 pueden desembocar en el torrente sanguíneo y son altamente tóxicas.
Ello ha generado un gran interés, por un lado para identificarlas y, por otro,
no sólo para medir su peso, sino su composición. “Tenemos que ir un paso
adelante y lo que hace la investigación sería
concretar qué estamos respirando y cuales son los procesos de formación
y dispersión de este contaminante”, puntualizó.
Es importante caracterizar las
PM10, pero aún más benéfico para la salud de la población sería generar
conocimiento sobre la caracterización y modelación de las PM1, porque están
directamente relacionadas con la combustión, refirió.
Mireya Moya destacó la
trascendencia de estudiar las partículas atmosféricas, ya que es un
contaminante criterio de igual importancia que el análisis del ozono, no sólo
por sus efectos en el bienestar humano, a la visibilidad y los efectos directos
e indirectos que éstas tienen en el balance radiativo, fenómeno directamente
relacionado con lo que se conoce como cambio climático.
“El objetivo de esta
investigación es contribuir al conocimiento científico sobre un problema. Por
lo que sería deseable que tuviéramos un monitoreo espacial y temporal en el
área nacional”. Estas ideas fueron sugeridas y analizadas en la última reunión
de la NARSTO, en la cual la investigadora del CCA habló sobre el tema en
representación de esta región ante este organismo.
Predecir de manera adecuada la
concentración de partículas que se respiran es difícil, en gran parte porque no
hay un conocimiento exacto de que componentes químicos modelar.
En cuanto a gases, como el
ozono, hay más simplicidad al modelar; pero en las partículas no, pues hay que
definir si son orgánicas, inorgánicas o metales pesados y en qué concentración,
lo cual es complejo pues varía de acuerdo a las fuentes características de cada
zona urbana y por estación, expuso.
“Es imprescindible avanzar en
los procesos en donde interviene el hombre: optimizar la calidad de los
combustibles, lo cual redundaría en una mejor calidad del aire en general y, en
especial, en la cantidad de partículas; así como una mejora en la combustión de
la flota vehicular; y una mayor regulación de las emisiones industriales”,
concluyó Moya Núñez.
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PIES DE FOTO
FOTO 1.
A medida
que el tamaño de las partículas
disminuye tienen mayor capacidad de penetrar hasta el torrente sanguíneo,
advirtió la investigadora de la UNAM Mireya Moya.
FOTO 2
La calidad
del aire en la ZMVM dista de ser satisfactoria
en los últimos años, debido a componentes químicos de las partículas atmosféricas, aseguró Mireya Moya
Núñez, investigadora del CCA de la UNAM.
FOTO 3
Las
partículas de la ZMVM tienen concentraciones altas de plomo y vanadio,
resultado de procesos de combustión de las gasolinas, afirmó la investigadora
Mireya Moya Núñez, del CCA de la UNAM.