Boletín
UNAM-DGCS-820
Ciudad Universitaria
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Es inadmisible el
desplazamiento de las ciencias y las humanidades generado por las tendencias
tecnocráticas y econocráticas de nuestro tiempo, y por las políticas de ciencia
y educación, aseguró Juliana González, profesora emérita de la Facultad de
Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.
De ahí que sea un
imperativo ético atender estos hechos, mantener clara la conciencia y firme la
voluntad en la defensa de los valores intrínsecos de dichos campos del
conocimiento, indicó durante el Coloquio Ciencia y ética en la globalización,
donde estuvo presente Rosalba Casas, directora del Instituto de Investigaciones
Sociales.
En la sesión Interculturalidad
en la Aldea Global, Juliana González recordó que no se trata de dos ámbitos:
ciencias y humanidades, pues ambas se definen por la búsqueda de postulados que
no tienen por sí mismos un empleo práctico, económico, material o estrictamente
productivo.
Si acaso, abundó, podría
hablarse de dos “utilidades”: la pragmática, es decir, la que produce cosas, y
la estrictamente cultural, que da bienes que contribuyen a salir de la
ignorancia.
En su oportunidad, Ambrosio Velasco, director de la FFyL, destacó que
si no se logra reconstruir republicanamente a las democracias liberales
actuales y redefinir la concepción y valoración de la ciencia, la tecnología y
la tecnociencia en el contexto de la multiculturalidad, entonces contribuirán a
ahondar la injusticia social y el desconocimiento de la diversidad.
Con ello se producirán no sólo sociedades injustas, sino también
hombres y pueblos indiferenciados, carentes de personalidad propia y en, última
instancia, de libertad personal y colectiva, añadió.
Por tanto, sugirió, se trataría de promover un amplio y plural espacio
público para la comunicación y difusión de saberes y tradiciones diversas, los
cuales constituyen también oportunidades de acuerdos y consensos sobre el
desarrollo de sistemas científicos y tecnocientíficos, que incorporan los
valores y consideraciones de las comunidades concretas que han de ser
afectadas.
Ello en contra de la idea que ha prevalecido a lo largo de la historia
de la filosofía, de que el conocimiento científico y la participación
democrática no son compatibles. “La pregunta es bajo qué condiciones el avance
científico y tecnológico pueden no sólo
congeniar, sino ser conveniente y necesario para la democracia
republicana y el multiculturalismo”, asentó.
Por su parte, Fernando Salmerón, del Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social, se centró en el problema de la
ética en las disciplinas sociales, y enfatizó diversos ámbitos de
responsabilidad: como individuo dedicado a la investigación, como empleado y
recipiendario de fondos, como interventor con potencial disruptivo en una
comunidad a partir de la que va a construir conocimiento, como miembro de una
sociedad científica y en un conjunto mayor que sostiene su actividad.
Con la globalización, apuntó, ha habido cambios, se han agudizado las
tensiones en los rubros anteriores, pues hay mayor presión; las comunidades de
estudio tienen mayor conciencia de la responsabilidad de los investigadores, de
las potencialidades y riesgos de su actividad; las transformaciones ocurren a
mayor velocidad y también las consecuencias de violaciones éticas, y las
exigencias de la sociedad para lograr beneficios de orden general son mayores.
Adicionalmente, comentó, existen elementos que tienen que ver con la
situación social de los expertos y la propia actividad científica en la
colectividad, como su posición sobre qué es la realidad y cuáles son los
criterios de verdad en la construcción del objeto científico.
Por su parte, Antonio Peña, del Instituto de Fisiología Celular, señaló
que el medio científico está dominado por personajes que no pueden ver en la
ciencia más que un instrumento para hacer dinero, ser más competitivos en la
producción de bienes y en posibles ganancias. Se olvida que es, o debe ser,
parte central de la cultura.
Se obvian, agregó, las razones que los impulsaron a ser científicos,
pues cuando se optó por dedicarse a ello no se pretendía resolver grandes
problemas, sino la simple curiosidad por conocer un tema y luego el afán de
volverse parte activa de su desarrollo.
Al tomar la palabra, Andrew
Roth, del Colegio de Michoacán, informó que el conocimiento tiene calidad histórica
y social, “especialmente el desarrollado de acuerdo con dimensiones de
diferencia construidas”, que son indicios de problemas para el estudio
científico, incluyendo los que emergen en la sociedad y se extienden hacia la
ciencia durante el proceso de globalización.
Esta última presenta
desfases entre la capacidad de carga de la biosfera y los proyectos y
desarrollos desiguales del capitalismo global; entre el dinero como medida de
valor y las decisiones culturales, sociales y simbólicas; entre el producto
acumulado de trabajo social y las formas más y más globalizadas de enajenarlo,
y entre mercados que operan sobre ofertas y demandas, y las que lo hacen a
partir de la reflexividad, concluyó.
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FOTO 01.
Fernando Salmerón, Ambrosio Velasco,
Juliana González, Rosalba Casas, Francois Simondon, Antonio Peña y Andrew Roth
en el Coloquio Ciencia y ética en la globalización, en la UNAM.
FOTO 02
Juliana González, profesora emérita
de la UNAM, afirmó que es inadmisible el desplazamiento de las ciencias y las
humanidades, generado por tendencias tecnocráticas y econocráticas.
FOTO 03
Ambrosio Velasco, director de la
FFyL de la UNAM, resaltó que se busca promover un amplio y plural espacio
público para la comunicación y difusión de saberes y tradiciones diversas.
FOTO 04
Antonio Peña, del Instituto de
Fisiología Celular de la UNAM, señaló que el medio científico está dominado por
personajes que no pueden ver en la ciencia más que un instrumento para hacer
dinero.
FOTO 05
El especialista Fernando Salmerón apuntó en la UNAM que existen elementos que tienen que ver con la situación social de los expertos y la propia actividad científica en la colectividad.