11:30  hrs. 7 de Noviembre de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-819

Ciudad Universitaria

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RESURGE EL TEMA DEL TIEMPO EN EL PRESENTE SIGLO

 

 

 

 

El tema del tiempo resurge en el presente siglo, y pone a las ciencias sociales y a las humanidades frente a sí mismas y a otras disciplinas, para cotejar sus puntos de enfoque, convergencias, desfases y aportes, aseguró Mari Carmen Serra Puche, coordinadora de Humanidades de la UNAM.

 

Añadió que por ello, es necesario pensar y discernir sobre las concepciones que se tienen sobre esta noción que, junto a las de espacio, velocidad, cambio, transformaciones, transiciones, dimensiones, virtualidad, evolución y globalidad, cobran actualidad en este milenio.

 

Durante el primer día del Seminario Internacional El tiempo en las ciencias sociales y las humanidades, organizado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), dijo que se deben analizar las tareas que estos vocablos tienen en común, para entender mejor las nuevas realidades sociales y los retos que implica estudiar y reflexionar diversos aspectos del ser humano.

 

Serra Puche expuso que para la arqueología comprender el tiempo es saber el momento en que se encuentran “determinados restos, y qué representan como actividad o como acontecer de las sociedades del pasado”.

 

Se sabe que aquello que se encontrase como evidencia, en una excavación o localización de materiales, explicará un fenómeno que se dio en el ayer, indicó al hablar del Tiempo en la arqueología, acompañada por Daniel Cazés, director del CEIICH.

 

Comentó que la arqueología busca explicar un proceso social para entender el transcurrir de una colectividad. Sobre cuáles son las formas que ha implementado para comprender esa realidad, se conocen los objetos, la evidencia, la cultura material, pero se tiene que ver el tiempo, cómo se mide en esa disciplina.

 

De esa forma, apuntó, el gran enigma es cómo fechar. Para ello, los instrumentos utilizados son conocidos. No obstante, cada vez son más refinados. Es decir, el especialista necesita más detalle para establecer periodos con mayor pormenor.

 

Además, requiere de otras ciencias para mejorar sus saberes. De ahí que se cuente con la ley de la estratificación, pues no hay forma de entender una época si no se excava, abundó.

 

Los expertos trabajan con todos los restos de cultura material: óseos, líticos y arquitectónicos, siempre de acuerdo con una estratigrafía. A medida que se tornan más delicados al cavar esta superposición de capas, se logran “conocer mejor los espacios temporales donde transcurrió la vida de los habitantes del sitio”, sostuvo.

 

Resaltó que esta ciencia analiza el pasado en el presente para un futuro mejor. “Como seres humanos, a los arqueólogos les atrae ver qué tanto el tiempo es distinto entre lo que se estudia y la actualidad”.

 

Para Vicente Quirarte, director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB), la poesía es una conquista del tiempo, pero aún los poetas deben ajustarse a él. Vencerlo es imposible, darle un sentido, convertirlo en camarada, jugar con él y darle la satisfacción de que de vez en cuando se le engaña, es una labor de cada día.

 

En su ponencia El tiempo en la literatura: el tiempo y el amor, aseveró que si la historia es una máquina del tiempo, la poesía es una máquina sin tiempo. El miedo del primer hombre ante lo desconocido, su asombro ante el primer arco iris que vio, no termina, otras generaciones tienen vivencias semejantes y las expresan a través de esta forma. El gran poeta y la gran obra no envejecen.

 

A causa del lapso que dura nuestro tránsito vital, hay un solo tema obsesivo: la muerte y la manera de retrasarla. El amor es la forma más alta de la vida, y puede semejarse a la muerte cuando sobreviene la separación de los amantes, recordó.

 

Señaló que todo poema o texto literario que aspire al temor y temblor de la poesía tiene la obligación de ser una bomba de tiempo y “contra el tiempo”. Cuando aborda el amor más grande es todavía su responsabilidad. En todo caso, el único antídoto para curarlo es el tiempo, ese que en el presente corre con lentitud agónica, sin esa sensación de eternidad y vértigo que la pasión imprime en su reinado.

 

“Se utiliza la palabra poesía para nombrar lo innombrable y derrotar al tiempo. Al invocarla así, se declara la creencia en sus poderes, desde el antepasado que al mirar lo que ahora se conoce como rayo pronunció las palabras fuego de cielo, hasta el que definió al poeta como el ser que hace más puras las palabras de la tribu, es quien otorga al lenguaje un sentido irrepetible”, enfatizó.

 

En tanto, Rafael Pérez Taylor, del Instituto de Investigaciones Antropológicas, recalcó que pasado, presente y futuro requieren para su ejercicio la presencia de la memoria. Estas prácticas manifiestan el ir y venir de los ejes de la vida, ya sea en el terreno de la naturaleza o de las sociedades, el nivel de producción se encuentra situado siempre en la existencia del hoy.

 

“Cuando en antropología se habla de tiempo se refiere, en primera instancia, al hecho real que se vive y describe, al deslizar en este acto la capacidad de poder ver, oír, y a su interlocución, la de poder describir a través de la escritura”, concluyó.

 

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FOTO 01.

Mari Carmen Serra, Daniel Cazés y Guadalupe Valencia previo al primer día del Seminario Internacional El tiempo en las ciencias sociales y las humanidades, organizado por el CEIICH de la UNAM.

 

FOTO 02

Vicente Quirarte, director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, dijo que a causa del lapso que dura nuestro tránsito vital, hay un solo tema obsesivo: la muerte y la manera de retrasarla.

 

FOTO 03

Rafael Pérez Taylor, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, recalcó que pasado, presente y futuro requieren para su ejercicio la presencia de la memoria.