06:00  hrs.  25 de Agosto de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-631

Ciudad Universitaria

 

 


Julia Carabias

 

Pies de foto al final del boletín

 

FALTA DE CONSERVACIÓN Y MAL USO, PROBLEMAS FUNDAMENTALES DEL AGUA EN MÉXICO

 

 

El problema fundamental del agua en nuestro país no es la falta del vital líquido, sino la conservación y uso que se le da al mismo; por tanto, tiene solución, afirmó Julia Carabias, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM.

 

Al participar en la mesa redonda Agua y cambio climático: retos y perspectivas –en donde también intervino Mario Molina, investigador de la Universidad de California en San Diego y Premio Nobel de Química–, la especialista añadió que desde la perspectiva ambiental, las prioridades se encuentran en cuatro ejes rectores: conservar el ciclo hidrológico, hacer un uso integral y sustentable, mejorar la calidad de vida de la población, así como buscar adaptaciones frente al cambio climático.

 

En México en especial, el reto es que para el año 2050 la demanda a satisfacer será de 150 millones de habitantes, por ello se necesita incrementar la infraestructura, que implicará por lo menos atender a 60 millones de nuevas personas con agua potable, además de las que ya están rezagadas; otro desafío es revertir el deterioro en su calidad, advirtió.

 

Afortunadamente, dijo, existen medidas específicas para evitar una crisis en el sector, como conservar las cuencas y ecosistemas; hacer más eficiente el uso de veneros subterráneos, detener y revertir su contaminación, y  ampliar la infraestructura.

 

Refirió que el país puede dividirse en dos zonas: una bastante seca en el norte, que recibe 32 por ciento del líquido pero tiene al 68 por ciento de la población; y otra demasiado húmeda en el sur, con 68 por ciento del recurso para 23 por ciento de habitantes; por tanto, las políticas a implementar deben ser diferentes.

 

Recordó que 70 por ciento del planeta está conformado por agua; sin embargo, poco más del 97 por ciento de ella es salada, el resto es dulce; de esta última, 69.56 por ciento no está disponible, sino congelada, y 30 es subterránea; por tanto, el resto queda para resolver las necesidades de la humanidad.

 

En el auditorio Alberto Barajas Celis de la Facultad de Ciencias, la especialista comentó también que es un líquido vital y motor de desarrollo. Los conflictos por ella se agudizan por el crecimiento demográfico, incremento en los patrones de consumo, así como por un mal uso y el cambio climático. Estos elementos generan cada vez una situación más crítica en el mundo, pues 40 por ciento de la población total ya vive en situación de estrés hídrico.

 

Por su parte, Mario Molina Pasquel, Premio Nobel de Química 1995, destacó que hay evidencia de que el calentamiento global se puede atribuir a actividades humanas. Hay una correlación entre cantidad de bióxido de carbono –fundamentalmente a partir de que inició la era industrial; es decir, debido a la utilización de combustibles fósiles– y la temperatura promedio de la superficie del planeta. Otra más es que el hielo de los polos se está derritiendo.

 

Si se acepta lo anterior, se pueden hacer proyecciones donde, si se continúa operando como hasta ahora, habrá cambios caloríferos preocupantes, de más de dos grados; en el mismo orden de magnitud que lo habido entre una época interglacial y una glacial. Los datos también indicarían que serían más pronunciados en las latitudes altas y sobre los continentes, indicó.

 

Si bien trae algunas ventajas consigo, en general, son dañinos, sobre todo para las sociedades humanas: hay impactos a la salud (mortalidad por olas de calor, enfermedades infecciosas y respiratorias), en la agricultura (mayor demanda de irrigación, pérdida de cultivos), bosques (en su composición y extensión geográfica), recursos del agua (suministro) y en zonas costeras (pérdida de sistemas ecológicos y playas), explicó.

 

Mario Molina aseveró que el análisis lleva a los individuos a realizar preguntas sencillas, tales como si le está pasando algo de importancia al medio ambiente a consecuencia de la actividad antropogénica, si es necesario que las sociedades hagan algo al respecto, y si ese fuera el caso, cómo debería resolverse el problema. En las respuestas, “todo el planeta debe participar”.

 

A su vez, Víctor Magaña Rueda, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA), recalcó que se vive en un planeta mucho más caliente. En el caso de la Ciudad de México entre 1900 y 2000 la temperatura ha subido de 15 grados centígrados a 18. Ello, se debe al cambio global y local, por la urbanización, que ha creado lo que se denomina una “isla de calor”.

 

Adicionalmente, sostuvo, en la capital del país se empieza a notar  “que las temperaturas extremas en la ciudad lo son cada vez más”, fundamentalmente desde hace una década. Respecto a las modificaciones en cuanto a los ciclos de las lluvias, de las cuales se sabe menos que del cambio climático, las proyecciones señalan que disminuirán entre cinco y 10 por ciento anualmente, lo cual significa menos agua disponible.

 

De este modo, el problema del calentamiento es global, pero los impactos son locales. Lo que se puede hacer al respecto, consideró, son dos cosas: la mitigación –al reducir las emisiones de bióxido de carbono– y la adaptación.

 

Concluyó que aunque persistan incertidumbres en cuanto al calentamiento global, se trata de un problema ambiental real, quizá el más importante del presente siglo.

 

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FOTO 01

 

Víctor Magaña Rueda, investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera          de la UNAM, informó que en la Ciudad de México, entre 1900 y 2000, la temperatura subió de 15 grados centígrados a 18.

 

 

FOTO 02.l

 

Julia Carabias, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, y Mario Molina, Premio Nobel de Química 1995, durante la mesa redonda Agua y cambio climático: retos y perspectivas.