Boletín
UNAM-DGCS-455
Ciudad Universitaria
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El indígena no está en el
pasado, sino que acompaña las diversas fases del desarrollo del país; además,
“es una categoría sociológica, cultural y política creada por el proceso
histórico contemporáneo”, afirmó en la UNAM el especialista Héctor Díaz
Polanco.
Al participar en la primera sesión del Seminario Arturo
Warman y los Pueblos Indios, organizado por el Programa Universitario México
Nación Multicultural (PUMC), el profesor e investigador del Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social expuso que por
ello, el indio es una creación de la modernidad, es su “primer hijo” y, en
consecuencia, no hay nada más moderno.
Antes no existía; había pueblos diversos. Es una creación
después del descubrimiento, de la invasión, del encuentro de dos mundos,
concebido porque lo necesitaba el nuevo régimen, aclaró el especialista, quien
fue presentado por José del Val, titular del PUMC.
Una vez identificado ocurre una segunda situación,
señalada por Arturo Warman. Sobre todo al entrar a la etapa independiente
adquiere otro rasgo: se habla de él como un problema que necesita solución,
aunque no lo sea, detalló.
La cuestión está en el proyecto nacional y en lo que
deriva de él, como el indigenismo. Es decir, insistió el experto, las complicaciones
no están en las comunidades originarias sino en el país y en las acciones que
se emprenden para abordarlos.
De ese modo, en la década de los 80 se planteó la teoría
étnico-nacional. Se buscaba sacarlos de un molino autárquico donde eran torturados,
y convertir este asunto en cuestión no de indígenas, sino del Estado mismo,
apuntó.
La meta fue tratar de construir una comprensión de esta
situación al vincular ambos aspectos, articulándolos de tal manera que lo
mexicano no tuviera solución sin resolver lo particular y viceversa. Fue un
salto teórico y político fundamental e implicó para Arturo Warman combatir la
visión de pasado del indio, añadió.
Antes, el indigenismo se conformó con teorías,
componentes ideológicos y prácticas estatales. Entonces se pedía que los
especialistas fueran científicos y funcionarios que trabajaran para, dentro y
con los objetivos del Estado. Tal monopolio de la antropología se perdió y hoy
es posible desarrollar la disciplina fuera de esta vertiente, puntualizó Díaz
Polanco.
Fue esa materia la que criticó Arturo Warman de manera
despiadada, demoledora. “La antropología mexicana de ese talante, de esa
vocación, no se levantó jamás de esta crítica”, abundó.
Este personaje hizo un análisis de los padres fundadores
de esa materia en el país, y observó en sus trabajos cómo esa ciencia se
articulaba con diversas formas históricas de dominación, que van desde el
proceso mismo de la Colonia hasta llegar al revolucionario y al movimiento
integracionista de los años 70, subrayó.
Hay una construcción teórica para justificar y darle
carácter práctico, precisó. Sus principios básicos fueron que se puede analizar
a estos pueblos colocándolos en un continuo histórico de carácter evolutivo,
donde ocupan un punto que implica una situación de carácter social, cultural y
económico definida por el atraso.
El binomio “arcaico y atraso” provoca que las mismas
colectividades no puedan acceder a la unificación, donde se trata de caminar
hacia el progreso, a la construcción de la nación. Entonces, había que eliminar
un ingrediente, un eslabón de la cadena, señaló.
Hay dos maneras de lograrlo:
por genocidio o por integración, es decir, que los pueblos se anexen a la
corriente de la cual habían quedado excluidos, pero no con sus rasgos peculiares,
agregó.
La política fue decirles “quiero que te deshagas de tus
vestimentas, visión del mundo, lengua, de la forma de relacionarte con tus
pares y que estés dispuesto a que esa comunidad que te sirve de sustento
identitario se transforme”. Pero además se le advertía que no era voluntario,
pues está obligado a hacerlo. Eso, aseguró Díaz Polanco, fue real, y hay
registro etnográfico e histórico de tales hechos, aunque hubo atemperaciones.
El proyecto nacional, sostuvo, era capitalista, y el
indígena chocaba con él. En el indigenismo, como lo advirtió Arturo Warman,
había componentes evolucionistas que veían a los pueblos como colocados en un
eslabón del cual no se habían movido, quedándose atrasados, refirió.
Esta concepción tuvo en la antropología una larga estadía
y reinó hasta bien entrado el siglo XX; luego vino una concepción culturalista
o de relativismo cultural, que planteó la necesidad de corregir la visión
anterior, sumó la idea de que las civilizaciones podían tener valor en sí
mismas y que, en consecuencia, no se podía usar la misma medida para evaluar a
cada una de ellas.
Por último, Díaz Polanco dijo que Arturo Warman es uno de
los antropólogos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Lo es porque
supo combinar la acción en el campo de la investigación con la acción en el
campo de las prácticas políticas, vinculadas a las instituciones. “Corresponde
a uno de los pocos casos que combinaba el trabajo académico y político, como
funcionario”, concluyó.
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El especialista
Héctor Díaz Polanco participó en la primera sesión del Seminario Arturo Warman
y los Pueblos Indios, organizado por el Programa Universitario México Nación
Multicultural de la UNAM.
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El indigenismo se conformó con teorías, componentes ideológicos y prácticas estatales, afirmó en la UNAM el especialista Héctor Díaz Polanco, quien destacó la figura de Arturo Warman.