Boletín
UNAM-DGCS-412
Ciudad Universitaria
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REQUIERE MÉXICO
UN PROGRAMA NACIONAL DE MANEJO SUSTENTABLE DE ECOSISTEMAS
México requiere un Programa Nacional de Manejo
Sustentable de Ecosistemas, en donde se tenga clara la complejidad de estos
espacios, pues ahí se dan procesos a diferentes escalas, señaló Manuel Maass,
integrante del Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIECO) de la UNAM, con
sede en Morelia, Michoacán.
Al participar en el Seminario Nacional Agenda
del Desarrollo 2006-2020 en el Palacio de Minería, añadió que tal iniciativa
debe partir del reconocimiento de que la naturaleza es compleja y hay una
inseparable conexión entre los componentes biótico y abióticos que integran el
sistema del suelo y el resto del entorno.
Los ecosistemas ofrecen servicios que no se ven
a simple vista, pero son sumamente importantes, como la provisión de bienes
tangibles; de regulación de inundaciones o del clima; culturales, y los de
soporte, o procesos ecológicos básicos, indicó durante el Módulo
“Sustentabilidad y desarrollo ambiental”.
Este plan debe partir de un ordenamiento
territorial y enmarcarse en un manejo integrado, donde todos los componentes
sean tomados en cuenta, así como los aspectos de conservación y restauración.
Además, aceptar la incertidumbre implícita en sus procesos, e incorporar
esquemas de monitoreo de largo plazo, así como vías administrativas y legales
que faciliten la implementación adaptativa, detalló.
Precisó que en el caso específico de los suelos
se deben encontrar maneras de controlar su pérdida acelerada y degradación,
escasez de agua, disminución de materia orgánica y deficiencia de nitrógeno,
mediante el uso de técnicas y prácticas sustentables.
El uso adecuado de terrenos, abundó, sólo se
podrá dar en el contexto de un proceder integral. Debido a que el hombre es
parte del entorno, los diferentes sectores sociales involucrados deben ser
tomados en cuenta mediante la acción participativa.
En ese marco, Enrique Provencio, profesor de la
Facultad de Economía de la Universidad Nacional, expuso que en términos
macroeconómicos el país sigue enfrentado a una actividad que no desacopla el crecimiento
financiero de sus efectos en los ecosistemas, que no busca la recuperación de
recursos renovables y la sustitución de los no lo son; y asocia desarrollo con
evasión de impacto ambiental.
Apuntó que el costo del deterioro del entorno
para México es elevado en términos de la medición convencional del Producto
Interno Neto Ecológico (PINE), pero no se percibe porque no se registra en las
transacciones mercantiles. La degradación y el agotamiento son una estadística
testimonial, sin implicaciones operativas ni en autoridades ambientales ni en
política económica.
Por ello, dijo, deben incrementarse los
mecanismos para formular una normatividad en la materia, ya que “nos hemos
centrado en la regulación y control directo”. Asimismo, complementarla con la
reparación del daño, acceso a la justicia y una mayor prioridad expresada en
una diversificación e integración económico-ambiental.
A su
vez, Alejandro Nadal, integrante de El Colegio de México, reiteró que hay una
desconexión de las implicaciones ecológicas con el quehacer macroeconómico. Es
decir, las cuestiones monetaria y fiscal no hacen referencia a esas áreas, y
eso es grave.
Siguen como “un ejercicio académico que lleva a
cabo el sector público, pero que aún está desconectado de los criterios de
formulación de políticas en la materia”, advirtió.
En la economía mexicana se han registrado
cambios estructurales profundos en los últimos 25 años y un desempeño mediocre
en términos de crecimiento; no obstante, el deterioro ha sido brutal. “Nos acercamos
al umbral donde la presión ambiental será máxima; la pregunta es si los
ecosistemas y todo lo que incluyen, como la sociedad, serán capaces de
soportarla”, sentenció.
Los economistas, mencionó, deben encontrar
formas de incrementar el bienestar de la población, y eso implica generar
empleos bien remunerados con una afectación natural mínima. Ese es el gran
reto.
En su oportunidad, Gonzalo Chapela,
de la Universidad Autónoma Chapingo, refirió que una cuarta parte de la
superficie nacional actual es forestal y la mitad de la población rural habita
esas zonas. “Es una cuestión importante en términos cuantitativos y
cualitativos; se trata de un sector estratégico”.
Entre sus fortalezas y oportunidades nombró a
la propiedad social, reconocida internacionalmente, que comprueba el hecho de
que de las hectáreas bajo un plan de manejo en México, una parte importante
está bajo certificación forestal y corresponde a empresas sociales
comunitarias. Otra ventaja es el potencial y la diversidad de recursos aprovechables,
como productos no maderables.
Como parte del “desperdicio de capacidades
competitivas” en el área, destacó la falta de expansión de la red ferroviaria,
la forma más barata de acceder a estos bienes y de reducir el costo de
extraerlos; una planta industrial obsoleta; y la ausencia de una política de
integración.
En la actualidad, puntualizó, se presenta un
retroceso en el ramo maderable, así como en la superficie bajo manejo, y un
incremento de volúmenes clandestinos, hecho relacionado con la deforestación,
de la cual no hay datos confiables.
Ante ello, concluyó, es necesaria la
participación social efectiva en la toma de decisiones; el rediseño de los
programas de apoyo al sector y orientación del esfuerzo institucional, entre
otras medidas.
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FOTO 01
Manuel Maass,
Gonzalo Chapela, Enrique Provencio y José Luis Calva previo a su intervención
en el Seminario Nacional Agenda del Desarrollo 2006-2020 en el Palacio de
Minería de la UNAM.
FOTO 02
Participantes en
el Módulo “Sustentabilidad y desarrollo ambiental” del Seminario Nacional
Agenda del Desarrollo 2006-2020, que se efectúa en la UNAM.