Boletín
UNAM-DGCS-403
Ciudad
Universitaria
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Hoy en día persisten sutiles factores
históricos, sociales y culturales de exclusión, además de estereotipos de
género, que propician que muchas mujeres no se incorporen a los estudios
superiores y a la investigación como carrera profesional, aseguró Norma
Blázquez, integrante del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.
Al participar en el Primer Ciclo de
Divulgación Mujer-Ciencia, efectuado en el Edificio de Investigación de la Facultad
de Medicina, añadió que “desde pequeñas nos enseñan que hay áreas que no son
propias de nuestro sexo”, aunque la condición económica hace que hombres y
mujeres no accedan por igual a este nivel formativo ni a la ciencia.
No obstante, abundó, al ingresar a los
recintos universitarios se registraron cambios institucionales y conceptuales
importantes, pero aún existen niveles de formación y áreas de conocimiento, así
como regiones del país, donde tal participación no se expresa.
Por su parte, Jenny Cooper, profesora del
Posgrado de la Facultad de Economía, expuso que la matrícula de la UNAM se ha
feminizado. Si en 1985 había 67 mujeres por cada 100 hombres, en 2004 el índice
fue de 107 para ellas y 100 para ellos.
Ello podría indicar que los lugares de
nueva creación son ocupados por ellas o que reemplazan a los varones en
carreras antes masculinas, agregó. La tasa de crecimiento en la Universidad
Nacional de 1985 a 2004 fue de 5.5 por ciento, pero hay facultades que antes
eran para hombres y hoy son femeninas y mixtas. La intervención global de las
estudiantes es de 52 por ciento.
En países como Australia y EU las mujeres
han llegado a constituir 60 por ciento del total, al grado que se plantea un
“problema” para los hombres y se evidencia la existencia de discriminación
inversa.
Sin embargo, aclaró la experta, es un
planteamiento falso, pues sólo se ve la cifra general de inscripción; además,
se da en un marco de restricciones, sobre todo en el mercado laboral. Se
reproducen estereotipos: ellas son buenas enfermeras, trabajadoras sociales y
psicólogas, pero no ingenieras. Tales concepciones prevalecen e influyen en las
decisiones de los alumnos.
Por ello, puede decirse que no habrá
equidad real hasta que hombres y mujeres realicen los mismos trabajos, hasta
que no desaparezca la segregación en esta división sexual, detalló.
Ejemplificó que existen empleos para los
varones sin necesidad de un título universitario, como técnicos de
mantenimiento, mecánicos o pilotos; pero las mujeres sin ese documento sólo
pueden aspirar a actividades precarias. El castigo para quienes no estudian el
nivel superior es más grande para ellas que para su contraparte. Además, las
egresadas tardan más tiempo en ejercer y a un menor salario. Esta oferta es
reducida y polarizada, resaltó.
A su vez, Olga Bustos Romero, de la
Facultad de Psicología y ex coordinadora del Centro de Estudios de la Mujer,
explicó que a pesar de la equidad cuantitativa en la matrícula universitaria,
persisten las llamadas carreras femeninas y masculinas.
La también presidenta del Colegio de
Académicas Universitarias informó que ha habido una inversión de porcentajes en
áreas como administración y ciencias sociales, pero no ocurre lo mismo en
ciencias, ingenierías y tecnología, donde predominan los hombres.
El egreso de licenciatura por área y sexo
señala un tránsito nacional de 1997 a 2001. Los varones eran más que sus
contrapartes; pero en 2001 la cantidad de chicas fue ligeramente mayor. Además,
dijo, cada vez concluyen sus estudios y se gradúan más mujeres.
“Los hombres se titulan menos porque se
reproduce el estereotipo de género y el rol de proveedor económico, debido a lo
cual ‘mal terminan’ los créditos y comienzan a trabajar. Las mujeres persisten
más y concluyen en mayor medida”, aseveró.
En su oportunidad, Rocío Rosas Escamilla,
de la Academia Mexicana de Ciencias, señaló que el incremento de la presencia
femenina en la matrícula de posgrado presenta un avance considerable en la
última década; sin embargo, ya analizada por nivel, se observa que en doctorado
su acceso es menor.
De 1990 a 2003 su existencia creció, pero
los esquemas de elección de carreras se mantienen. Su incursión en posgrado se
carga en áreas de educación y humanidades, ciencias de la salud, y sociales y
administrativas. Desciende en agropecuarias, ingeniería y tecnología. Hay mayor
número en biología y química, pero en física, matemáticas e ingeniería tienen
poca presencia.
Como ayudante y técnico académico su
intervención es mayor, pero no como investigadoras. En el mercado laboral se
observa que aquellas con posgrado perciben menos ingresos que los hombres. Por
ello, finalizó, el camino a la equidad es todavía largo.
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FOTO 1.
Martha Pérez, Norma Blázquez, Olga Bustos, Rocío Rosas y Jenny Cooper, durante el Primer Ciclo de Divulgación Mujer-Ciencia, efectuado en la Facultad de Medicina de la UNAM.