06:00 hrs.  15  de Abril de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-281

Ciudad Universitaria 

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Afirmó Santiago Hurtado Martín

PROVOCA CONDUCTAS PERVERSAS LA BÚSQUEDA DEL PODER

 

·        Afirmó Santiago Hurtado Martín, profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM

·        En la vida cotidiana no son los mejores seres humanos ni los más capaces quienes se hacen del mando, aseveró

·        Su ejercicio tiene fundamento en la relación existente entre gobernante y gobernados; si ese nexo no se mantiene, desaparece, acotó

 

El asesinato, la traición, la intriga son conductas a las que los seres humanos recurren para conseguir o conservar el poder; incluso pueden llegar a cometer perversidades, como pasar por encima de su propio origen, afirmó Santiago Hurtado Martín, profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

 

Así mismo hay muchas evidencias en la vida cotidiana que no son los mejores seres humanos ni los más capaces quienes logran hacerse del mando y de estas circunstancias no se escapa ninguna instancia educativa, laboral o régimen de gobierno, aseveró.

 

Ello a pesar de que es bien sabido que respetar los derechos de los demás, de manera justa, sin intermediar el terror, chantaje o manipulación, hace que las personas y las instituciones obtengan mejores resultados, destacó.

 

En términos políticos, acotó, el poder tiene fundamento en la relación entre gobernante y gobernados. Si ese nexo no se mantiene el dominio desaparece; si se ve sometido a la utilización de fuerza de forma indiscriminada y sin justificación alguna, entonces el pueblo tenderá a odiar al representante y a retirarse del compromiso de mantener un vínculo con él, porque lo verán más como un enemigo que como la persona en quien se depositó la potestad para definir la orientación del Estado.

 

La historia de la humanidad tiene dos formas de hacer política: la del poder y la de la autoridad, que son diferentes. No obstante, este quehacer está por encima de estas maneras de entendimiento, recordó el especialista en Ciencia Política.

 

Lo que diferencia a una de otra es que la segunda siempre parte del reconocimiento de los encargados, lo que hoy se conoce como legitimidad, precisó.

 

En los procesos de la vida, indicó, siempre se tiene la relación dialéctica o básica de ordenar y acatar, “pero para saber mandar hay que aprender a obedecer”; por ello, se debe tener una preparación previa, para saber hacerlo correctamente.

 

Entonces, señaló, la correspondencia que establece la autoridad, en el ejercicio real del mando, es de superior-inferior, y la del poder es de amo-esclavo. Se identifica porque tiene como objetivo la persecución del beneficio de los gobernados y sólo por accidente sale favorecido el encargado, mencionó.

 

Dijo que en el caso de la política practicada por uno, pocos o muchos, tiene el sentido contrario, es decir, la persecución del bienestar propio del mandatario en contra del de todos.

 

Un punto que también caracteriza esta forma de ejercitar el dominio es que trabaja en beneficio de la pérdida, sea personal o nacional, y es justificada por un sin fin de medios: el desarrollo del país o el progreso, por ejemplo, refirió.

 

 

 

En este caso, la conducta de la autoridad siempre tendrá como eje y motor la justicia política y, por extensión, la social; en cambio, la del poder no reconoce ni le interesa este último asunto, porque más bien le parece un estorbo, agregó.

 

Si algo le estorba, sostuvo, es el establecimiento de límites, aunque enarbole el respeto a la ley; si ésta es la razón sin pasión que la intermedie, entonces asume la defensa de esta supuesta normatividad pero para entronizar la corrupción, aclaró el académico.

 

Quienes así ejercen esta responsabilidad, aseveró, no tienen interiorizado a través de la educación una limitación personal que le diga a él mismo: no puedo realizar esto éticamente; entonces necesita de una referencia exterior que se lo prohíba.

 

Así, puntualizó, la deshonestidad viene en cascada, pero siempre de la cabeza hacia abajo y no al contrario, como se ha querido hacer creer, porque  si se tiene en un momento dado una posición de poder o autoridad se barre con las reglas y con todo aquello que ponga un coto a las aspiraciones particulares.

 

Todo ser humano se puede pervertir, consideró, aunque la gente que tiene bien educado el carácter y ha corrido con buena suerte familiar y escolar, puede tener mejores defensas de esa catarata. Pero quienes no, son arrasados por ella; ni siquiera se cuestionan, lo llevan a cabo y lo realizan como algo normal.

 

Entonces, recalcó, una persona puede viciarse a sí misma por múltiples formas. “No hay forma de corromper de manera más simple y rápida a alguien, sobre todo en un país subdesarrollado, que con dinero”.

 

Sin embargo, si un hombre está hecho de “buena madera”, lo que se entiende como una buena formación, así sea la autoridad en ese momento, tratará siempre con decoro y respeto a los otros, y sabrá diferenciar el trato que le da a cada uno, consideró.

 

 

 

Esta empieza por la familia, porque ahí se encuentran los preceptos políticos básicos que posteriormente se reproducirán en la colectividad: la prudencia, honor, razón y lealtad o todo lo contrario, enfatizó.

 

En segunda instancia, abundó, la instrucción correrá bajo la responsabilidad del Estado, y es ahí donde generalmente empiezan las prácticas y actitudes corruptas en los valores y en la lucha por el poder.

 

En ese sentido, mencionó, la política del poder no tolera el discurso ético en su más profundo sentido, sino que establece uno de falsos principios, orientados a situaciones filantrópicas, pero no por convencimiento propio, sino de imagen.

 

Hacer las cosas por apariencia genera que los derechos sociales o laborales que puedan tener las personas, se transformen en actos de terrorismo, chantaje o manipulación, concluyó.

 

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PIES DE FOTO

 

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El ser humano puede recurrir a actos que van desde la traición, intriga o asesinato por el poder, señaló Santiago Hurtado, académico de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.

 

 

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La correspondencia que establece la autoridad en el ejercicio real del mando, es de superior-inferior, y la del poder es de amo-esclavo, aseveró el académico de la UNAM Santiago Hurtado.