Boletín
UNAM-DGCS-274
Ciudad Universitaria
Pie de fotos al final del boletín
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Afirmó Leticia Cano, profesora de la Escuela
Nacional de Trabajo Social de la UNAM
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Las moradas deben cumplir con determinadas
características en confort, privacidad, higiene y protección, señaló
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Una tarea prioritaria será redefinir el
papel de los organismos nacionales en materia de vivienda, y así hacer frente
al déficit habitacional prevaleciente, dijo
El problema de la vivienda en México no debe observarse exclusivamente
como una cuestión técnica o financiera. Antes deben cubrirse satisfactores de
carácter social para que las familias vivan con dignidad, afirmó Leticia Cano, secretaria
de Apoyo y Desarrollo Escolar de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS)
de la UNAM.
En este sentido, aseguró, las moradas deben cumplir con
características específicas para hablar de hogares decorosos, entre las que se
cuentan la existencia de un proceso arquitectónico definido, confort,
privacidad, higiene y protección.
Por ello, abundó la maestra en Trabajo Social por la Universidad de
Toronto, Canadá, una tarea prioritaria para los próximos años será redefinir el
papel de los organismos nacionales en materia de vivienda, y así hacer frente
al déficit habitacional prevaleciente.
“Lo
anterior nos remite a la realización de investigaciones sociales de campo
serias y rigurosas, que nos aproximen a lo real” y no solamente que los
organismos encargados consideren a estas áreas como aquellas que integran los
expedientes, apuntó.
La también coordinadora de la revista de la ENTS emplazó a efectuar
estudios de campo y diagnósticos, para observar las necesidades de la gente y,
en ese sentido, diseñar y establecer programas de morada.
En ese sentido, señaló que los pisos y techos financieros manejados
son poco creíbles. La gente, sin ninguna norma urbana, proyecto arquitectónico
y seguridad estructural, resuelve su problema de espacio con la
autoconstrucción. Ciertamente, cada edificación debe cumplir con funciones
básicas de protección, higiene y comodidad, pero se recurrirá a prácticas
riesgosas si no se atiende el derecho social que demanda la sociedad.
Leticia Cano recordó que aunque el artículo cuarto constitucional
establece que toda persona tiene derecho a una habitación digna y decorosa, en
México se abordó este tema hasta los cuarenta y cincuenta, justo cuando se
fundaron los organismos de vivienda.
Empero, dijo, los programas priorizan la parte financiera, técnica y
jurídica por encima de las necesidades reales de las familias. Es decir, los
grupos sociales deberían participar de manera más directa y activa en dichos
esquemas.
De acuerdo con cifras oficiales manejadas por la investigadora, el
promedio de ocupación hasta los años cincuenta era de cinco personas por
vivienda; cifra que hasta el año 2000 no se había modificado. Este indicador y
las características que una casa debería cubrir se han dejado de lado. Por
ello, subrayó, es fundamental que los organismos responsables tomen en cuenta
la opinión de los futuros residentes.
Los programas de interés social, inclusive los de vivienda popular,
añadió Leticia Cano, no toman en cuenta estos factores, lo que redunda
negativamente en la convivencia familiar y con el entorno.
Si no se logra consolidar y fortalecer este núcleo dentro de ese
espacio físico, sus integrantes tendrán problemas al exterior, como jóvenes sin
espacios adecuados para estudiar o para practicar algún deporte, lo que se
reflejará en fenómenos disfuncionales, alertó.
La especialista, quien en la década de los ochenta trabajó en
programas relativos, llamó a entender este asunto como una cuestión social por
encima de los demás rubros. “En la medida como entendamos que esto se
constituye como una necesidad básica, un satisfactor y derecho social,
tendremos otra visión de lo que la vivienda debe ser en este país”.
Si bien ha habido avances, la gente coexiste en hacinamiento
permanente. No hay calidad en los materiales de construcción ni mucho menos un
proyecto arquitectónico que respalde el satisfactor social de la vivienda,
detalló.
El que en un departamento de 48 ó 50 metros cuadrados –parámetro que
en los años 80 y 90 se tomó para una vivienda popular– intenten convivir todo
tipo de relaciones (familiares, afectivas y hasta sexuales), es poco
conveniente, indicó la universitaria.
Hacinado, concluyó Leticia Cano, es estar encima uno de otro, sin una
distribución adecuada; significa que la gente no puede tener, ni familiar ni
socialmente, una convivencia adecuada. Los efectos de la invasión de espacios
personales son acumulativos y modifican el comportamiento de las personas.
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PIES DE FOTO
FOTO 01
Leticia Cano,
profesora de la ENTS de la UNAM, propuso realizar estudios sociales de campo y
diagnósticos para observar las necesidades de la gente y establecer programas
de vivienda.
FOTO 02.
La vivienda debe
cumplir con funciones básicas de protección, higiene, comodidad y seguridad,
afirmó la secretaria de Apoyo y Desarrollo Escolar de la ENTS de la UNAM, Leticia
Cano.