Boletín
UNAM-DGCS-270
Ciudad Universitaria
Pie de fotos al final del boletín
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Señaló Carolina Díaz-Walls Robledo, profesora de la Facultad de
Psicología de la UNAM
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Ligar paternidad con un tratamiento de disminución de la brutalidad del
varón, da excelentes resultados, indicó
Si
bien la brutalidad doméstica por parte del varón es un fenómeno difícil de
erradicar, los esfuerzos de la sociedad deben encaminarse a conseguir la igualdad
en todos los sectores: laboral, social y de la salud, entre otros, afirmó
Carolina Díaz-Walls Robledo, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la
UNAM.
La especialista aseguró que en países como Estados Unidos, donde este
tipo de fenómenos siempre son llevados a juicio, en 90 por ciento de los casos
presentados ante la autoridad el perpetrador fue varón. En México sucede algo
semejante, pero la diferencia radica en que estos incidentes rara vez son
denunciados.
Si bien se argumenta que esta conducta se correlaciona con la pobreza,
ello no significa que se presente sólo en los hogares depauperados, pues las
víctimas y abusadores involucrados en la violencia derivada de la falta de
equidad de género, son figuras desarrolladas genérica y culturalmente,
enfatizó.
Las agresiones del varón hacia la mujer comúnmente se manifiestan en
golpes, empujones o cachetadas; pero no es la única forma, dijo, esa es la más
visible; también puede ser de tipo psicológico, social y económico.
Generalmente estas formas se compenetran, van ligadas.
El hostigamiento psicológico, explicó, se expresa en todo tipo de
humillaciones, maltratos, insultos, negación de capacidades y actitudes de
devaluación; cuando se le ignora o descalifica su autoridad, especialmente con
los hijos.
En el ámbito doméstico también hay violencia sexual, cuando el marido,
sin consenso de la mujer, tiene relaciones con ella. No obstante, no en todos
los casos llega al coito, porque puede presentarse a través de acoso, con
cierto tipo de miradas, palabras o acercamientos, detalló.
Otra agresión es la social y consiste en aislar a la familia de las
interacciones más allá de su núcleo. Por lo general, abundó, los golpes llevan
al aislamiento y esto hace aún más vulnerables a las víctimas. Además, existe
el maltrato económico, que consiste en no dar lo suficiente para el
mantenimiento del hogar; se les regatea o limita la asistencia médica,
alimentación y vestido, tanto para ella como para los vástagos.
La psicóloga comentó que en nuestra sociedad la educación de los hijos
se deja casi exclusivamente en manos femeninas y aunque los hombres se
consideran buenos padres tienen poco contacto con la vida íntima de su familia,
por lo que se les denomina periféricos. Con ser proveedores se considera que
cumplen, pero no tienen interacción.
Bajo este esquema, apuntó, ser varón significa expresar un mínimo de
ternura y ser violentos, porque si muestran emociones, peticiones de ayuda o
fragilidad, entonces se les compara con mujeres. En la noción cultural, ellas
pueden quejarse, llorar, ser frágiles y por eso sorprende cuando se imponen,
discuten o ganan terreno.
Además, aclaró, cada vez salen más del hogar para trabajar; de hecho,
son ellas quienes tienen mayores oportunidades de obtener empleo, pero, como es
bien sabido, en condiciones inferiores.
El que trabajen se ve como una ayuda, aunque sea el principal sostén.
En esta situación es fácil que un hombre se sienta agredido o humillado porque
considera que no se le da el valor que le corresponde, aseveró.
Aunque la violencia doméstica es un fenómeno social que no cambiará en
los consultorios, admitió, un trabajo que ha demostrado ser efectivo es el de
grupos de ayuda mutua, el cual trata de aprovechar la experiencia común para
organizar la propia vida y fortalecerse.
A los hombres, sugirió, se les debe concientizar de que no tienen el
derecho de violentar, porque esa conducta procede de un ambiente cultural en el
cual están inmersos. Deben aprender de ellas en su capacidad de empatía, de
relación afectiva, de emociones y pedido de ayuda. El tema es que no pueden
tener privilegios sobre las otras personas; con ello, se golpea el centro de la
masculinidad.
Asimismo, en el varón se ha visto que ligar paternidad con un
tratamiento de disminución de brutalidad da excelentes resultados. Actuar de
manera emotiva y abierta con su mujer y sobre todo con sus hijos, es un buen
inicio para desestructurar mitos, enfatizó.
De este modo, indicó, se les pide “escuchar al otro, a ser empáticos,
acariciar a sus hijos y jugar con ellos sin ser toscos. Así, el padre aparece
como importante ante el hijo, hay una convivencia más íntima y, por lo tanto,
este papel no sólo lo asume la madre”.
Al mismo tiempo, puntualizó, a ellas se les inculca que no deben
sentirse inferiores y sus planes de vida no se reducen a ser madres o esposas,
sino que primero está su persona y luego asumir las responsabilidades que
elijan.
Se les hace ver sus flancos fuertes, sus capacidades y, sobre todo,
que se conozcan a sí mismas, para que no estén a merced ni de los juicios
degradantes ni de los golpes, o de las muchas formas como las ignoran sus
maltratadores, concluyó.
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PIES DE FOTO
FOTO 01.
La especialista de la UNAM Carolina
Díaz-Walls Robledo señaló que a los hombres se les debe concientizar de que no
tienen el derecho de violentar, porque es una conducta cultural.
FOTO 02.
Las agresiones
del varón hacia la mujer no sólo son físicas, sino de tipo psicológico, social
y económico, afirmó Carolina Díaz-Walls Robledo, profesora de la Facultad de
Psicología de la