06:00 hrs.  11  de Abril de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-270

Ciudad Universitaria


Carolina Díaz-Walls Robledo

 

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LA VIOLENCIA DOMÉSTICA  POR  LA INIQUIDAD DE GÉNERO NO ES UN ASUNTO DE POBREZA, SINO CULTURAL Y GENÉTICO

 

·        Señaló Carolina Díaz-Walls Robledo, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM

·        Ligar paternidad con un tratamiento de disminución de la brutalidad del varón, da excelentes resultados, indicó

 

Si bien la brutalidad doméstica por parte del varón es un fenómeno difícil de erradicar, los esfuerzos de la sociedad deben encaminarse a conseguir la igualdad en todos los sectores: laboral, social y de la salud, entre otros, afirmó Carolina Díaz-Walls Robledo, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

 

La especialista aseguró que en países como Estados Unidos, donde este tipo de fenómenos siempre son llevados a juicio, en 90 por ciento de los casos presentados ante la autoridad el perpetrador fue varón. En México sucede algo semejante, pero la diferencia radica en que estos incidentes rara vez son denunciados.

 

Si bien se argumenta que esta conducta se correlaciona con la pobreza, ello no significa que se presente sólo en los hogares depauperados, pues las víctimas y abusadores involucrados en la violencia derivada de la falta de equidad de género, son figuras desarrolladas genérica y culturalmente, enfatizó.

 

 

 

Las agresiones del varón hacia la mujer comúnmente se manifiestan en golpes, empujones o cachetadas; pero no es la única forma, dijo, esa es la más visible; también puede ser de tipo psicológico, social y económico. Generalmente estas formas se compenetran, van ligadas.

 

El hostigamiento psicológico, explicó, se expresa en todo tipo de humillaciones, maltratos, insultos, negación de capacidades y actitudes de devaluación; cuando se le ignora o descalifica su autoridad, especialmente con los hijos.

 

En el ámbito doméstico también hay violencia sexual, cuando el marido, sin consenso de la mujer, tiene relaciones con ella. No obstante, no en todos los casos llega al coito, porque puede presentarse a través de acoso, con cierto tipo de miradas, palabras o acercamientos, detalló.

 

Otra agresión es la social y consiste en aislar a la familia de las interacciones más allá de su núcleo. Por lo general, abundó, los golpes llevan al aislamiento y esto hace aún más vulnerables a las víctimas. Además, existe el maltrato económico, que consiste en no dar lo suficiente para el mantenimiento del hogar; se les regatea o limita la asistencia médica, alimentación y vestido, tanto para ella como para los vástagos.

 

La psicóloga comentó que en nuestra sociedad la educación de los hijos se deja casi exclusivamente en manos femeninas y aunque los hombres se consideran buenos padres tienen poco contacto con la vida íntima de su familia, por lo que se les denomina periféricos. Con ser proveedores se considera que cumplen, pero no tienen interacción.

 

Bajo este esquema, apuntó, ser varón significa expresar un mínimo de ternura y ser violentos, porque si muestran emociones, peticiones de ayuda o fragilidad, entonces se les compara con mujeres. En la noción cultural, ellas pueden quejarse, llorar, ser frágiles y por eso sorprende cuando se imponen, discuten o ganan terreno.

 

Además, aclaró, cada vez salen más del hogar para trabajar; de hecho, son ellas quienes tienen mayores oportunidades de obtener empleo, pero, como es bien sabido, en condiciones inferiores.

 

El que trabajen se ve como una ayuda, aunque sea el principal sostén. En esta situación es fácil que un hombre se sienta agredido o humillado porque considera que no se le da el valor que le corresponde, aseveró.

 

Aunque la violencia doméstica es un fenómeno social que no cambiará en los consultorios, admitió, un trabajo que ha demostrado ser efectivo es el de grupos de ayuda mutua, el cual trata de aprovechar la experiencia común para organizar la propia vida y fortalecerse.

 

A los hombres, sugirió, se les debe concientizar de que no tienen el derecho de violentar, porque esa conducta procede de un ambiente cultural en el cual están inmersos. Deben aprender de ellas en su capacidad de empatía, de relación afectiva, de emociones y pedido de ayuda. El tema es que no pueden tener privilegios sobre las otras personas; con ello, se golpea el centro de la masculinidad.

 

Asimismo, en el varón se ha visto que ligar paternidad con un tratamiento de disminución de brutalidad da excelentes resultados. Actuar de manera emotiva y abierta con su mujer y sobre todo con sus hijos, es un buen inicio para desestructurar mitos, enfatizó.

 

De este modo, indicó, se les pide “escuchar al otro, a ser empáticos, acariciar a sus hijos y jugar con ellos sin ser toscos. Así, el padre aparece como importante ante el hijo, hay una convivencia más íntima y, por lo tanto, este papel no sólo lo asume la madre”.

 

Al mismo tiempo, puntualizó, a ellas se les inculca que no deben sentirse inferiores y sus planes de vida no se reducen a ser madres o esposas, sino que primero está su persona y luego asumir las responsabilidades que elijan.

 

Se les hace ver sus flancos fuertes, sus capacidades y, sobre todo, que se conozcan a sí mismas, para que no estén a merced ni de los juicios degradantes ni de los golpes, o de las muchas formas como las ignoran sus maltratadores, concluyó.

 

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PIES DE FOTO

 

 

FOTO 01.

 

La especialista de la UNAM Carolina Díaz-Walls Robledo señaló que a los hombres se les debe concientizar de que no tienen el derecho de violentar, porque es una conducta cultural.

 

 

FOTO 02.

 

Las agresiones del varón hacia la mujer no sólo son físicas, sino de tipo psicológico, social y económico, afirmó Carolina Díaz-Walls Robledo, profesora de la Facultad de Psicología de la