Boletín
UNAM-DGCS-264
Ciudad Universitaria
Pie de fotos al final del boletín
DETERMINAN EL SEXO DE RESTOS ANTIGUOS CON MÉTODO MOLECULAR, DISEÑADO EN LA UNAM
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Académicos de la Facultad de Ciencias
lograron, mediante el uso de DNA, emplearlo en huesos de menores en un entierro
de Tlatelolco
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Gracias a ello se esclareció que la
totalidad eran varones, expuso Alfonso Torre Blanco, del Laboratorio de
Bioquímica de la FC
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Esta ofrenda, de 35 niños, probablemente fue
realizada durante una gran sequía para solicitar lluvia a los dioses, entre
1454 y 1457
Académicos de la
Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM diseñaron un método molecular para
identificar el sexo de restos antiguos, mediante el uso de ácido
desoxirribonucleico (DNA), el cual ya fue empleado en huesos de menores que
formaron parte de un entierro de Tlatelolco, en el templo dedicado a Ehécatl
Quetzalcóatl.
Gracias
a ello, expuso Alfonso Torre Blanco, del Laboratorio de Bioquímica de la FC, se
determinó que en su totalidad eran varones y, por estudios paleopatológicos,
que un alto porcentaje padecía enfermedades de los huesos.
Este
resultado es un ejemplo de la contribución de los análisis moleculares para el
mejor entendimiento del devenir de nuestros ancestros, de sus costumbres y
rituales, señaló.
El científico
recordó que las fuentes históricas, escritas por frailes del siglo XVI en la
primera etapa de la Conquista, describen muchas costumbres de los nativos
americanos, entre ellas las ceremonias donde había sacrificios humanos.
Hay textos de esa
época que narran que los aztecas inmolaban niños para el dios de la lluvia. Esa
información se demostró a finales de los 80, con el descubrimiento en el Templo
Mayor de una caja de piedra con restos óseos de alrededor de 40 menores. Habían
sido enterrados juntos en dicho espacio con ofrendas y en una sola ceremonia
dedicada a Tláloc, refirió.
El otro hallazgo
se realizó en Tlatelolco, en el templo de Ehécatl, dios del viento y una de las
personalidades más importantes de Quetzalcóatl, cuya función era limpiar el
camino para que las nubes llegaran; era el anunciador de la lluvia, explicó.
Esta deidad
formaba parte del grupo de los Tlaloque, ayudantes de Tláloc, cuyos rituales se
hacían en los montes; se caracterizaban por ser divinidades de cuerpo pequeño,
añadió Torre Blanco.
En la parte
frontal del adoratorio se encontraron ocho adultos, de los cuales se hallaron
torsos, pues eran desmembrados y sólo se enterraba esa parte del cuerpo; el
resto era consumido en una fiesta ritual. Además, 35 infantes, 17 de los cuales
se depositaron dentro de ollas; estaban completos, en buen estado de
conservación, acomodados con gran orden y obsequios, con una disposición
cuidadosa, a diferencia de lo encontrado en el Templo Mayor. “En este caso,
cada persona estaba enterrada individualmente”, dijo.
El arqueólogo que
hizo la excavación, Salvador Guilliem, propuso que esta gran donación, hecha en
una sola ceremonia, probablemente fue realizada para solicitar lluvia a los
dioses durante la gran sequía, entre 1454 y 1457, documentada en algunos códices,
que provocó hambruna y la muerte de mucha gente, detalló.
“Cuando se
hicieron los hallazgos –indicó– quedó
claro para los antropólogos que los sacrificios masivos de pequeños eran una
práctica efectivamente recurrida por los aztecas. Hubo interés de estudiar los
huesos; fueron analizados, se hicieron listas de la edad, si estaban sanos o
enfermos al momento de morir”, pero nunca se pudo averiguar su sexo.
Ello se debe a que
los restos de un niño son iguales a los de una niña. En pláticas con el
entonces director del Museo del Templo Mayor, Eduardo Matos, y el antropólogo
Juan Román, se planteó la posibilidad de que el científico universitario
tratara de averiguar el género de los menores a través del estudio del DNA,
relató.
Los restos de Tlatelolco,
con una antigüedad de alrededor de 550
años, están excepcionalmente bien conservados, por lo que fue posible su
estudio con base en una recuperación razonable de material génico, resaltó.
El método
desarrollado por los científicos de la FC, modificación de otros que ya
existían para el análisis genético en individuos vivos o con fines forenses,
consiste en amplificar un pequeño segmento de DNA de un gen presente en una
proteína llamada amelogenina, que tiene que ver con el crecimiento de los dientes,
apuntó.
Con ello se
identifican los cromosomas X (que proviene de la madre) y los Y (del padre). La
presencia de este último en un individuo identifica de manera clara al sexo
masculino, abundó el experto universitario. Así se constató que los pequeños
sacrificados eran todos hombres.
De esa forma se
confirma la propuesta de la antropóloga Johanna Broda, relativa a que el sujeto
ofrendado debía ser una personificación del dios al cual iba a ser sacrificado,
agregó.
Además,
estaban relacionados con algunas enfermedades y los análisis paleopatológicos
realizados por antropólogos muestran
que un alto porcentaje de los menores tenía enfermedades en los huesos, apuntó.
Algunos
antropólogos, como Juan Alberto Román, actual director del Museo del Templo
Mayor, coinciden en que los aztecas pensaban que los dioses marcaban a los
niños con ciertos padecimientos y que así los elegían para ser sacrificados.
Los resultados de los estudios moleculares parecen confirmar esa idea, aclaró.
Alfonso Torre, uno de los autores del único artículo que se ha
publicado sobre investigaciones antropológicas con técnicas moleculares en
restos antiguos de México (en el American Journal of Physical Anthropology),
concluyó que estos resultados serán enviados para su publicación a una revista
científica en fecha próxima.
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PIES DE FOTO
FOTO 01
Alfonso Torre
Blanco, de la FC de la UNAM, expuso que los estudios moleculares pueden
contribuir al mejor entendimiento de la historia de nuestros ancestros, de sus
costumbres y rituales.
FOTO 02.
Académicos de la
FC de la UNAM diseñaron un método molecular, mediante el uso de DNA, para
identificar el sexo de restos antiguos, expuso el investigador Alfonso Torre
Blanco.