Boletín
UNAM-DGCS-260
Ciudad Universitaria
Pie de fotos al final del boletín
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Consideró Rocío Cassaigne Hernández,
profesora de la Facultad de Química de la UNAM
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En la década de los setenta el desarrollo en
este campo parecía incipiente y debilitado, recalcó
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Si se fortaleciera salvaguardar las
innovaciones propias mediante patentes, y desarrollar antes que comprar
tecnologías, “se tendría mucho más éxito que otros países”, señaló
La
administración de tecnología en México
empieza “a tomar un pulso importante”, lo cual da paso al optimismo, pues a
pesar de que en la década de los setenta el desarrollo en este campo parecía
incipiente y debilitado, se ha aprendido sobre la marcha, afirmó Rocío
Cassaigne Hernández, profesora de la Facultad de Química de la UNAM.
Dijo
que en todo el país se hacen esfuerzos y se tiene confianza en los empresarios
medianos porque no han llegado a la impersonalización generada por tener una
plantilla de personal muy amplia, situación que les da más elementos que a los
micro y pequeños emprendedores.
Por
supuesto, indicó, hay rubros en donde el rezago es evidente. En primer lugar,
las compañías han pasado por múltiples dificultades para hacerse de recursos
económicos. “Aquí, 80 por ciento de ellas son pequeñas y medianas, las cuales
tienen las mismas funciones que las grandes: compras, distribución, pago de
impuestos”, pero menos capacidad para hacerlo.
Por
otro lado, si no cuentan con capital necesario para realizar la investigación
requerida para la obtención de un elemento tecnológico, como puede ser un
equipo, fórmula o proceso, la forma más rápida de adquirirlo es comprarlo. Esta
ha sido práctica común en nuestro país; sin embargo, provoca dependencia
tecnológica, reveló.
Con
ello se compromete a utilizar materia prima de otro país, sus refacciones y
mantenimiento, bajo la premisa de que puede producir mucho mejor, lo que “ha
creado un círculo vicioso que apenas ahora se está rompiendo”, alertó.
Asimismo,
consideró, en nuestro territorio no existe la cultura de la patente. Se tienen
muchas ideas y la nación se caracteriza por su gran cantidad de posibilidades
de creación, tanto de equipos como de procesos, pero no se protegen porque se
cree que es un simple trámite burocrático. En consecuencia, “cualquier
extranjero lo puede copiar y después nos lo va a vender”.
Lo
cierto es que si se fortalecieran ambos aspectos: la de salvaguardar las
innovaciones propias al patentarlas, y desarrollar antes que comprar
tecnologías, “se tendría mucho más éxito que otros países, porque no nos faltan
ni la imaginación ni los recursos naturales”, sino el paso intermedio de contar
con flujos monetarios para llevarlos a los mercados finales, refirió.
Un
problema adicional es que ahora es más fácil vender un producto con una marca
extranjera que otro nacional. Está pendiente también la nacionalización del
mercado, refirió.
La
tecnología, explicó, es una forma de hacer las cosas mejor que los demás, y su
administración el proceso por el cual una investigación básica puede llegar a
la sociedad. Esta última debe pasar por haber sido un conocimiento formal,
luego un desarrollo en prototipos, modelaje o simuladores, hasta llegar a la
industria, que la coloque como producto frente a los usuarios a menor precio o
con mejores condiciones, mayor calidad o, incluso, con una elaboración más
limpia.
De
esta forma, expuso, este campo se vincula con tres áreas fundamentales en la
empresa: la infraestructura (en el caso de México, tiene pocos equipos propios,
la mayor parte son importados), los recursos de investigación y la gestión del
conocimiento.
Puede
decirse que es la interfase entre saberes nuevos como tal y mercado final: “Le
pone valor agregado en dinero, recursos económicos al conocimiento científico”.
Posiblemente sea una definición simplista, pero facilita que los académicos se
den cuenta de que trabajan para resolver sus propias curiosidades científicas,
pero también para darle a la sociedad una mejor forma de vivir, apuntó.
Medicamentos,
automóviles y teléfonos celulares son tecnologías que han pasado por el proceso
de que alguien tenga una idea, la estructura, la pone en práctica, se hace un
prototipo y es una empresa finalmente quien la comercializa y puede darla a las
personas que la quieran utilizar. Todo ello en el largo plazo, recordó.
Para
que una innovación funcione de manera eficiente y con alto nivel, agregó, es
indispensable que las personas conozcan las etapas, equipos, posibilidades y lo
subyacente a ese saber.
Cassaigne Hernández apuntó que los retos son de tres naturalezas
diferentes de convencimiento. Primero, a los expertos, de que su propuesta debe
ser de beneficio social y que al publicarla en un paper extranjero sacan ese
conocimiento del país. Segundo, a los empresarios, de que es posible hacer
desarrollo tecnológico a bajo costo. Finalmente, a las instancias oficiales, de
que pueden esperar obtener beneficios a través de impuestos si permiten que la
empresa se consolide el mercado, concluyó.
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PIES DE FOTO
FOTO 01
El panorama de la
administración de la tecnología en México es optimista, dijo Rocío Cassaigne
Hernández, profesora de la Facultad de Química de la UNAM.
FOTO 02.
La profesora de
la UNAM Rocío Cassaigne Hernández destacó que en nuestro país no existe la
cultura de la patente, ni tampoco en desarrollar las tecnologías antes que
comprarlas.