06:00 hrs.  8  de Abril de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-260

Ciudad Universitaria 


Rocío Cassaigne Hernández

Pie de fotos al final del boletín

 

 

TIENE BUEN PULSO LA ADMINISTRACIÓN DE TECNOLOGÍA EN MÉXICO

 

·        Consideró Rocío Cassaigne Hernández, profesora de la Facultad de Química de la UNAM

·        En la década de los setenta el desarrollo en este campo parecía incipiente y debilitado, recalcó

·        Si se fortaleciera salvaguardar las innovaciones propias mediante patentes, y desarrollar antes que comprar tecnologías, “se tendría mucho más éxito que otros países”, señaló

 

La administración  de tecnología en México empieza “a tomar un pulso importante”, lo cual da paso al optimismo, pues a pesar de que en la década de los setenta el desarrollo en este campo parecía incipiente y debilitado, se ha aprendido sobre la marcha, afirmó Rocío Cassaigne Hernández, profesora de la Facultad de Química de la UNAM.

 

Dijo que en todo el país se hacen esfuerzos y se tiene confianza en los empresarios medianos porque no han llegado a la impersonalización generada por tener una plantilla de personal muy amplia, situación que les da más elementos que a los micro y pequeños emprendedores.

 

Por supuesto, indicó, hay rubros en donde el rezago es evidente. En primer lugar, las compañías han pasado por múltiples dificultades para hacerse de recursos económicos. “Aquí, 80 por ciento de ellas son pequeñas y medianas, las cuales tienen las mismas funciones que las grandes: compras, distribución, pago de impuestos”, pero menos capacidad para hacerlo.

Por otro lado, si no cuentan con capital necesario para realizar la investigación requerida para la obtención de un elemento tecnológico, como puede ser un equipo, fórmula o proceso, la forma más rápida de adquirirlo es comprarlo. Esta ha sido práctica común en nuestro país; sin embargo, provoca dependencia tecnológica, reveló.

 

Con ello se compromete a utilizar materia prima de otro país, sus refacciones y mantenimiento, bajo la premisa de que puede producir mucho mejor, lo que “ha creado un círculo vicioso que apenas ahora se está rompiendo”, alertó.

 

Asimismo, consideró, en nuestro territorio no existe la cultura de la patente. Se tienen muchas ideas y la nación se caracteriza por su gran cantidad de posibilidades de creación, tanto de equipos como de procesos, pero no se protegen porque se cree que es un simple trámite burocrático. En consecuencia, “cualquier extranjero lo puede copiar y después nos lo va a vender”.

 

Lo cierto es que si se fortalecieran ambos aspectos: la de salvaguardar las innovaciones propias al patentarlas, y desarrollar antes que comprar tecnologías, “se tendría mucho más éxito que otros países, porque no nos faltan ni la imaginación ni los recursos naturales”, sino el paso intermedio de contar con flujos monetarios para llevarlos a los mercados finales, refirió.

 

Un problema adicional es que ahora es más fácil vender un producto con una marca extranjera que otro nacional. Está pendiente también la nacionalización del mercado, refirió.

 

La tecnología, explicó, es una forma de hacer las cosas mejor que los demás, y su administración el proceso por el cual una investigación básica puede llegar a la sociedad. Esta última debe pasar por haber sido un conocimiento formal, luego un desarrollo en prototipos, modelaje o simuladores, hasta llegar a la industria, que la coloque como producto frente a los usuarios a menor precio o con mejores condiciones, mayor calidad o, incluso, con una elaboración más limpia.

 

 

 

De esta forma, expuso, este campo se vincula con tres áreas fundamentales en la empresa: la infraestructura (en el caso de México, tiene pocos equipos propios, la mayor parte son importados), los recursos de investigación y la gestión del conocimiento.

 

Puede decirse que es la interfase entre saberes nuevos como tal y mercado final: “Le pone valor agregado en dinero, recursos económicos al conocimiento científico”. Posiblemente sea una definición simplista, pero facilita que los académicos se den cuenta de que trabajan para resolver sus propias curiosidades científicas, pero también para darle a la sociedad una mejor forma de vivir, apuntó.

 

Medicamentos, automóviles y teléfonos celulares son tecnologías que han pasado por el proceso de que alguien tenga una idea, la estructura, la pone en práctica, se hace un prototipo y es una empresa finalmente quien la comercializa y puede darla a las personas que la quieran utilizar. Todo ello en el largo plazo, recordó.

 

Para que una innovación funcione de manera eficiente y con alto nivel, agregó, es indispensable que las personas conozcan las etapas, equipos, posibilidades y lo subyacente a ese saber.

 

Cassaigne Hernández apuntó que los retos son de tres naturalezas diferentes de convencimiento. Primero, a los expertos, de que su propuesta debe ser de beneficio social y que al publicarla en un paper extranjero sacan ese conocimiento del país. Segundo, a los empresarios, de que es posible hacer desarrollo tecnológico a bajo costo. Finalmente, a las instancias oficiales, de que pueden esperar obtener beneficios a través de impuestos si permiten que la empresa se consolide el mercado, concluyó.

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO 01

 

El panorama de la administración de la tecnología en México es optimista, dijo Rocío Cassaigne Hernández, profesora de la Facultad de Química de la UNAM.

 

 

FOTO 02.

 

La profesora de la UNAM Rocío Cassaigne Hernández destacó que en nuestro país no existe la cultura de la patente, ni tampoco en desarrollar las tecnologías antes que comprarlas.