Boletín
UNAM-DGCS-237
Ciudad Universitaria
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FALTA EN LA EDUCACIÓN BÁSICA POLÍTICAS DE DESARROLLO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO
En la educación básica del país ha faltado una política
explícita para el desarrollo científico y tecnológico, pues no ha habido
conciencia del papel que juegan estos rubros en la formación de valores y en la
adquisición de habilidades, afirmó Ana Barahona, profesora de la Facultad de
Ciencias de la UNAM.
Al participar en la mesa El quehacer tecnocientífico en
México, en el marco de la Cátedra Ciencia, Tecnología, Sociedad + Innovación:
Módulo 2, que se efectúa en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS),
aseguró que esos dos campos se pueden favorecer mediante el establecimiento de
directrices oficiales de instrucción tecnocientífica.
Expuso que la ciencia ha
pasado a estar unida con el poder de forma intrincada y se ha convertido en un
factor para el crecimiento económico. Ella, junto con la tecnología, afecta de
forma profunda a la colectividad en las dimensiones comunitaria, económica y
ética, y por ello han surgido los estudios sociales de la ciencia, llamados
CTS, para establecer las relaciones entre esos factores.
Ana Barahona explicó que la política científica tiene dos
formas establecidas en el modelo vigente y muestra los equilibrios de poder que
la sostienen: la explícita, es decir, la formulación pública de intenciones, y
la implícita, reflejada en acciones.
Recordó que desde la reforma al artículo tercero
constitucional, que asignó carácter obligatorio a la educación secundaria y con
la promulgación de la nueva Ley de Educación, la formación básica no ha contado con directrices para fomentar
dichos campos.
En el mundo ocurre lo contrario, dijo. En otros países se
redefine su papel, ante el reto de preparar a los jóvenes para un empleo en una
economía globalizada y con un alto nivel tecnológico, lo que implica incluir
contenidos en la educación básica común y en la especializada, que conduzcan a
los estudios superiores, profesionales o técnicos.
Son el rasgo distintivo de las sociedades. Permiten tener
una interacción de mejor calidad con el ambiente, se vuelven factores
imprescindibles para alcanzar los objetivos generales de la educación. Por eso,
aseveró, son necesarios los cambios en los procesos de la enseñanza y el
aprendizaje de la ciencia y la tecnología si se quiere contar con aparatos
académicos en estos niveles.
En edades tempranas, la instrucción en esas áreas permite
el desarrollo de habilidades, competencias, aptitudes y valores. En México se
requieren redefinir, insistió, con menos contenidos pero con mayor profundidad
y con un currículum que se actualice.
Por ello, enfatizó Ana Barahona, las reformas deben ser
la norma, no la excepción. En la historia de la escuela secundaria ha habido
transformaciones, pero ninguna enfocada a incorporar a la ciencia y tecnología,
o estudios sociales de la ciencia, como ejes articuladores de los programas,
como sí ocurre en otros Estados.
A su vez, Cecilia Torres Martínez, de la Universidad
Autónoma de Nuevo León, refirió que en el índice de competitividad de las
naciones, basado en alrededor de 319 criterios, México ocupaba en el año 2000
el puesto 36 de una lista de 60 países. Ahora ronda el lugar 56, y en ciencia y
tecnología ocupa el último lugar del listado.
La posición en ese ranking es un reflejo de la economía
doméstica, el nivel de gobierno, la infraestructura, y el desarrollo. Hoy se
debe reinvertir la cultura tecnológica hacia la innovación, ya que por ejemplo,
la velocidad con la que se otorgan patentes es cada vez más lenta. También se
necesita una inversión pública industrial real, conducir el mercado al
crecimiento y la innovación, mejorar el ámbito de negocios, propiciar un
ambiente más confiable para atraer inversiones extranjeras y eficientar el
sistema financiero, sugirió.
Por último Jorge Dettemer, del IIS, al hablar de la
enseñanza y la práctica de la ingeniería en nuestro país recalcó que esa
disciplina es un actor fundamental de la innovación.
El periodo que va de los 30 a
los 70, mencionó, destacó por la creación de obra pública, traducida en
puentes, caminos, presas y con técnicas mexicanas. Asimismo, se construyeron
plantas de generación de energía hidro, termo y geoeléctrica, a lo cual se sumó
la construcción de equipo de radiotransmisión y antenas.
Hoy, en contraste, se enfrenta un proceso de
globalización de la economía que impone requerimientos específicos a la
enseñanza y la práctica. Se tiene “un predominio de nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, en donde si bien son introducidas en esas
labores, “también imponen retos de actualización a esos profesionistas”.
Se tiene un contexto financiero basado en el
conocimiento, que se ha convertido en el factor más importante del sistema
productivo. Además, subrayó, ha surgido un nuevo tipo de trabajador llamado
analista simbólico o ingeniero global.
Frente a ese panorama, concluyó, se requieren impulsos
fuertes a reformas curriculares, donde la meta sea formar ingenieros con
orientación y prácticas internacionales, que responda a las necesidades
locales.
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FOTO 01
Ana Barahona,
Cecilia Torres, Thelma Villegas y Jorge Dettemer previo a su participación en
la Cátedra Ciencia, Tecnología, Sociedad + Innovación: Módulo 2, en el
Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
FOTO 02.
Ana Barahona, de la Facultad de Ciencias de la UNAM, dijo que en la educación básica del país ha faltado una política explícita para el desarrollo científico y tecnológico.