06:00 hrs.  31 de Marzo de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-237

Ciudad Universitaria 


Ana Barahona

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FALTA EN LA EDUCACIÓN BÁSICA POLÍTICAS DE DESARROLLO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO

 

 

 

 

En la educación básica del país ha faltado una política explícita para el desarrollo científico y tecnológico, pues no ha habido conciencia del papel que juegan estos rubros en la formación de valores y en la adquisición de habilidades, afirmó Ana Barahona, profesora de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

 

Al participar en la mesa El quehacer tecnocientífico en México, en el marco de la Cátedra Ciencia, Tecnología, Sociedad + Innovación: Módulo 2, que se efectúa en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), aseguró que esos dos campos se pueden favorecer mediante el establecimiento de directrices oficiales de instrucción tecnocientífica.

 

 

Expuso que la ciencia ha pasado a estar unida con el poder de forma intrincada y se ha convertido en un factor para el crecimiento económico. Ella, junto con la tecnología, afecta de forma profunda a la colectividad en las dimensiones comunitaria, económica y ética, y por ello han surgido los estudios sociales de la ciencia, llamados CTS, para establecer las relaciones entre esos factores.

 

Ana Barahona explicó que la política científica tiene dos formas establecidas en el modelo vigente y muestra los equilibrios de poder que la sostienen: la explícita, es decir, la formulación pública de intenciones, y la implícita, reflejada en acciones.

 

Recordó que desde la reforma al artículo tercero constitucional, que asignó carácter obligatorio a la educación secundaria y con la promulgación de la nueva Ley de Educación, la formación básica  no ha contado con directrices para fomentar dichos campos.

 

En el mundo ocurre lo contrario, dijo. En otros países se redefine su papel, ante el reto de preparar a los jóvenes para un empleo en una economía globalizada y con un alto nivel tecnológico, lo que implica incluir contenidos en la educación básica común y en la especializada, que conduzcan a los estudios superiores, profesionales o técnicos.

 

Son el rasgo distintivo de las sociedades. Permiten tener una interacción de mejor calidad con el ambiente, se vuelven factores imprescindibles para alcanzar los objetivos generales de la educación. Por eso, aseveró, son necesarios los cambios en los procesos de la enseñanza y el aprendizaje de la ciencia y la tecnología si se quiere contar con aparatos académicos en estos niveles.

 

En edades tempranas, la instrucción en esas áreas permite el desarrollo de habilidades, competencias, aptitudes y valores. En México se requieren redefinir, insistió, con menos contenidos pero con mayor profundidad y con un currículum que se actualice.

 

 

Por ello, enfatizó Ana Barahona, las reformas deben ser la norma, no la excepción. En la historia de la escuela secundaria ha habido transformaciones, pero ninguna enfocada a incorporar a la ciencia y tecnología, o estudios sociales de la ciencia, como ejes articuladores de los programas, como sí ocurre en otros Estados.

 

A su vez, Cecilia Torres Martínez, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, refirió que en el índice de competitividad de las naciones, basado en alrededor de 319 criterios, México ocupaba en el año 2000 el puesto 36 de una lista de 60 países. Ahora ronda el lugar 56, y en ciencia y tecnología ocupa el último lugar del listado.

 

La posición en ese ranking es un reflejo de la economía doméstica, el nivel de gobierno, la infraestructura, y el desarrollo. Hoy se debe reinvertir la cultura tecnológica hacia la innovación, ya que por ejemplo, la velocidad con la que se otorgan patentes es cada vez más lenta. También se necesita una inversión pública industrial real, conducir el mercado al crecimiento y la innovación, mejorar el ámbito de negocios, propiciar un ambiente más confiable para atraer inversiones extranjeras y eficientar el sistema financiero, sugirió.

 

Por último Jorge Dettemer, del IIS, al hablar de la enseñanza y la práctica de la ingeniería en nuestro país recalcó que esa disciplina es un actor fundamental de la innovación.

 

El periodo que va de los 30 a los 70, mencionó, destacó por la creación de obra pública, traducida en puentes, caminos, presas y con técnicas mexicanas. Asimismo, se construyeron plantas de generación de energía hidro, termo y geoeléctrica, a lo cual se sumó la construcción de equipo de radiotransmisión y antenas.

 

Hoy, en contraste, se enfrenta un proceso de globalización de la economía que impone requerimientos específicos a la enseñanza y la práctica. Se tiene “un predominio de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en donde si bien son introducidas en esas labores, “también imponen retos de actualización a esos profesionistas”.

 

Se tiene un contexto financiero basado en el conocimiento, que se ha convertido en el factor más importante del sistema productivo. Además, subrayó, ha surgido un nuevo tipo de trabajador llamado analista simbólico o ingeniero global.

 

Frente a ese panorama, concluyó, se requieren impulsos fuertes a reformas curriculares, donde la meta sea formar ingenieros con orientación y prácticas internacionales, que responda a las necesidades locales.

 

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Ana Barahona, Cecilia Torres, Thelma Villegas y Jorge Dettemer previo a su participación en la Cátedra Ciencia, Tecnología, Sociedad + Innovación: Módulo 2, en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

 

FOTO 02.

Ana Barahona, de la Facultad de Ciencias de la UNAM, dijo que en la educación básica del país ha faltado una política explícita para el desarrollo científico y tecnológico.