06:00 hrs.  14 de Marzo de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-190

Mérida, Yucatán


Mario Humberto Ruz

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CONSTITUYEN LOS MUERTOS PARTE IMPRESCINDIBLE DE LA MEMORIA DE AMÉRICA LATINA

 

 

Con independencia de sus experiencias históricas, en América Latina los muertos son parte imprescindible de la memoria. A través de los eslabones entre vivos y fallecidos se encadena lo somático y lo psíquico, lo individual y lo colectivo, el orden biológico y el social, incluso lo humano y lo divino, señaló Mario Humberto Ruz Sosa, director de la Unidad Académica de Ciencias Sociales y Humanidades (UACSHUM) de la UNAM en esta ciudad.

 

Al iniciar el Segundo Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades, “Imágenes de la Muerte”, organizado por la UNAM, en colaboración con el Gobierno de Yucatán, el Ayuntamiento de Mérida, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú, aseguró que aproximarse a este fenómeno desde una perspectiva integral, no es un mero artilugio para satisfacer ansias metodológicas.

 

“Desvanecidos, incorpóreos o intangibles, los difuntos colaboran en estrechar la identidad del gran pueblo latinoamericano que se hermana, entre otras múltiples cosas, en su forma de vivir la muerte”, dijo en el Auditorio de la UACSHUM.

 

Ruz Sosa explicó que si la identidad se construye, reformula y reconstruye continuamente, tomando siempre como referente al otro, “en muchos de nuestros pueblos los muertos se ubican en una posición privilegiada, en tanto que siguen siendo parte de nosotros, a la vez que son también otros”.

 

A  caballo entre la memoria y el olvido, que no son sino otra forma de expresar el continuo intencional entre el pasado y el futuro, la comunidad de los antepasados perecidos colabora en la continua construcción de las comunidades vivas de nuestros pueblos, que anclan su permanencia en el recuerdo, aseveró.

 

Afirmó que unidos, muertos y vivos reconstruyen día tras día, desde sus propios calendarios y espacios, la posibilidad de la permanencia identitaria, porque el permanecer conlleva, de modo imprescindible, recuperar aquella parte de la identidad que encarnan los difuntos.

 

Si se deja perecer definitivamente a los muertos en esa muerte definitiva que es la nada del olvido, arrastrarán en su fenecer a los vivos. Sin ellos, dijo, sin lo que encarnan pese a concebirse descarnados, se cancelan las perspectivas de proyección. Para un pueblo no hay posibilidad del futuro sin memoria del origen.

 

Mario Humberto Ruz comentó que el fenómeno mortuorio trasciende sus características de suceso biológico, para insertarse en le sistema de representaciones simbólicas, desde las civilizaciones presentes y pasadas.

 

Ello explica, a la vez, por qué dicho acontecimiento, íntimamente ligado a la reflexión cultural de todos los pueblos, ha suscitado la atención de los humanistas y los científicos sociales, en particular desde una perspectiva religiosa, pero no únicamente desde ahí.

 

 

No obstante el hincapié en las construcciones simbólicas a que ha dado origen, la muerte no es sólo un significante cultural, argumentó. Como fenómeno biológico participa de manera preponderante en rubros como la demografía poblacional o la salud pública, pero también incide en la conformación de las unidades de productores-consumidores.

 

Como hecho social influye en le desarrollo, entre otros, de procesos legislativos, reglamentos sanitarios y modificación de testamentos; así como en manifestaciones artísticas en múltiples campos: literatura, cultura, arquitectura, grabado, escultura y música.

 

Al inaugurar el congreso, Carmen Zita Solís Robleda, secretaria de Educación de Yucatán, subrayó que Mérida es una ciudad que tiene una rica tradición en ocuparse y preocuparse por el tema de la muerte.

 

“No sólo en Yucatán sino en todo el país se habla mucho en la literatura que la muerte, es una presencia en nuestra sociedad. Culturalmente se siente la presencia de esta idea y de quienes han perecido en las familias y en la sociedad, todavía como actores importantes de nuestra vida cotidiana”, recordó.

 

Celebró que en la UNAM se reúnan especialistas para tocar este tema, y que estén en un país y un estado donde hay, como decía Carlos Pellicer, “obsesión por la muerte”, y que se estudie desde la perspectiva de la literatura, la filosofía, la antropología, y de las distintas ciencias sociales.

 

La atención que se le preste al tema habla de los asuntos que nos preocupan, ocupan e interesan, y comprometen a todos los seres humanos, independientemente de la cultura de la que formemos parte, aclaró.

 

En la ponencia inaugural del Congreso, Mercedes de la Garza Camino, directora del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL), se refirió a La cara vital de la muerte en el pensamiento maya.

 

Destacó que a diferencia del pensamiento cristiano, en el cual la verdadera vida del hombre viene tras la muerte del cuerpo, para los antiguos mayas esta existencia estaba aquí en la tierra, y consistía en cumplir con la misión para la que fueron creado por los dioses: venerarlos y alimentarlos.

 

Para realizar esa misión, los hombres debían propiciar la vida, luchar contra todo lo que atentara contra ella, y mantener un orden social que permitiera el cumplimiento del ritual. Ello significa que la finalidad de la existencia misma no está en un más allá, sino en vivir ésta de la mejor manera posible. Por eso la muerte era lo más temido.

 

Por una parte, los mayas creían en la inmortalidad de los hombres, y por la otra, perecer  fue considerado no sólo como complemento de la vida humana, sino como una fuerza cósmica complementaria de las energías vitales, asociada con el inframundo, la oscuridad, el caos, la irracionalidad, la destrucción, en tanto que la vida se asoció con el cielo, la luz, el orden, la racionalidad y la creación.

 

Esta concepción se halla en las representaciones plásticas, los mitos y las variadas y complejas prácticas funerarias de los antiguos mayas.

 

Así, esta civilización tuvo conciencia de este fenómeno como algo consustancial a la vida, y tanto la muerte como la vida son generadas por fuerzas sagradas o deidades que residen principalmente en el cielo y en el inframundo, concluyó la directora del IIFL.

 

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FOTO 01

Asistentes a la inauguración del Segundo Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades, “Imágenes de la Muerte”, organizado por la UNAM, el Gobierno del Estado de Yucatán, y otras entidades académicas y culturales.

 

FOTO 02

Mario Humberto Ruz Sosa, director de la UACSHUM de la UNAM, y Mercedes de la Garza, directora del IIFL, durante la inauguración del Segundo Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades.

 

FOTO 03.

Nanda Leonardini, Mario Humberto Ruz, Mercedes de la Garza, Carmen Zita Solís, Domingo Rodríguez y Josefa Iglesias durante la inauguración del Segundo Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades.

 

FOTO 04

Mercedes de la Garza, directora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, dictó la conferencia La cara vital de la muerte en el pensamiento maya, dentro del Segundo Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades.