06:00 hrs.  22 de Enero de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-054

Ciudad Universitaria

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EQUIDAD DE GÉNERO, INEXISTENTE ANTE LA AUTORIDAD RELIGIOSA INSTITUCIONALIZADA

 

·        Señaló en la UNAM la especialista Rebeca Montemayor López,

·        La integrante del Centro de Estudios Ecuménicos aseguró que el reto es  transitar hacia una imagen renovada de lo humano, sin patriarcados ni matriarcados

·        Negar el sacerdocio a las mujeres, dijo María de los Ángeles Corte Ríos, representa una profunda inequidad intraeclesial, porque se coarta la toma de decisiones fundamentales

·        Participaron en la mesa redonda “Equidad de género y religión: mujeres y ordenes sagradas en el cristianismo”, organizada en el CEIICH

 

Para lograr la equidad de género en las órdenes sagradas es necesario descubrir el sentido de la autoridad espiritual para el bien común, y superar la visión de una dominación jerárquica institucionalizada, marcada por la inequidad, abuso o poder, afirmó en la UNAM la especialista Rebeca Montemayor López.

 

En la mesa redonda “Equidad de género y religión: mujeres y órdenes sagradas en el cristianismo”, organizada en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), la integrante del Centro de Estudios Ecuménicos expuso que los desafíos son transitar hacia una imagen renovada de lo humano, sin patriarcados ni matriarcados y de reconocer a los otros.

 

 

Además, añadió, caminar hacia una nueva visión de lo divino, de la creación, al reconocer a Dios en el otro y la otra; admitir la vocación como plenitud de vida y de realización humana; buscar un innovador andar comunitario, inclusivo y de iguales, y decir sí a la encarnación en cada creyente y, en especial, a la renovación de los espacios de culto y admitir la consagración de cualquier ministerio pastoral ordenado para las mujeres si han recibido ese llamado.

 

Montemayor López reconoció que al momento de institucionalizarse la Iglesia también se patriarcalizó en todos los ámbitos. Por ello, las mujeres deben redescubrirse en este sistema, con valor primigenio. Es necesario replantear las posibilidades de saber cuál es su peso en lo colectivo e individual, y en cuanto a género humano.

 

A su vez, María de los Ángeles Corte Ríos, del Centro Latinoamericano de Alternativas Sociales, y consejera del Instituto Nacional de las Mujeres, aseguró que es imposible una concepción real sobre género dentro de la Iglesia Católica si ésta no modifica su marco epistemológico.

 

Recordó que el Papa Juan XXIII, en 1963, fue el primero en hacer una declaración formal acerca de la no subordinación de la mujer, y en expresar que ambos sexos tienen los mismos derechos en la vida privada y pública. Señaló este tema como un signo de los tiempos.

 

Empero, advirtió, en 1994 Juan Pablo II sentenció que sólo el varón bautizado recibe de forma válida la ordenación sacerdotal, y que la actualización sacramental por ese ministerio, vinculado a lo masculino, forma parte de su identidad inmutable. Detalló que Cristo no eligió a una mujer dentro de los primeros apóstoles y esa ha sido razón para decir que ellas no pueden ser celebrantes. “Pero si ese mismo sentido histórico absoluto se aplicara a otros aspectos de la vida eclesial, nada se sostendría”.

 

Es preciso, incluso, comprender que los derechos humanos se entienden como una construcción histórica. Por ello, adujo, el sacerdocio no se comprende como una conquista, porque hace referencia a una realidad anterior a la participación social. Entonces, se dice, no se quita ninguna oportunidad a la mujer, porque no se trata de un oficio, sino de una vocación.

 

El sacerdocio, no obstante, es una oportunidad que debe darse dentro de la Iglesia como institución, sostuvo. El problema es que además de lo que significa en sí mismo, negarlo a las mujeres representa una profunda inequidad intraeclesial, porque no se tienen las decisiones fundamentales, como el ejercicio de la capacidad de discernir, y, por lo tanto, la aptitud de articular un nuevo modo de ver, una aproximación a lo comunitario, se dificulta.

 

Por su parte, Susan Dennen de Rodríguez, profesora del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey y sacerdote de la Iglesia Anglicana, expuso que tres pilares de interpretación: escritura, tradición y razón, han sido base para la ordenación de mujeres en su comunidad religiosa desde hace 15 años.

 

Argumentó que por documentos, textos y evidencia arqueológica, se sabe hoy mucho más de cómo era la vida en el primer siglo después de Cristo que en cualquier otra generación. Ello permite evitar ser miopes al analizar una tradición milenaria que en sus inicios permitía a las mujeres presidir en sus hogares la eucaristía.

 

En la misma época de Jesucristo era conocido que mujeres presidieran las sinagogas. Esa no es era ninguna novedad, aunque tampoco era común. Incluso, en la Edad Media hubo un sinfín de documentos episcopales que daban autoridad a las abadesas para escuchar confesiones, imponer castigos, evangelizar y bautizar en sus conventos. Luego, la hostilidad contra las mujeres fue creciente en las órdenes, en tanto la Iglesia se integró al gobierno. Fue en el Concilio de Trento, de 1545 a 1563, que se hizo ley canónica que ellas no pudieran ser ordenadas, refirió.

 

En todo caso, Susan Dennen aceptó que ninguna mujer puede fungir como sacerdote, presidir una eucaristía, predicar o cualquiera de esas funciones si el pueblo no la acepta como tal, así como la validez de sus funciones y de su llamado. En este sentido, la meta es recobrar la apertura, entender que cada quién tiene dones y vocación dados por Dios, no por la Iglesia, y cuando se niega a la mitad de los humanos el poder ejercer ese ministerio, debe pensarse cuál tradición se sigue, la del hombre o la divina, finalizó.

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FOTO 01.

Rebeca Montemayor, Susan Dennen, Fabiola López y María de los Ángeles Corte en la mesa “Equidad de género y religión: mujeres y órdenes sagradas en el cristianismo”, en el CEIICH de la UNAM.