Boletín
UNAM-DGCS-054
Ciudad Universitaria
Pie de fotos al final del boletín
EQUIDAD DE GÉNERO, INEXISTENTE ANTE LA AUTORIDAD RELIGIOSA INSTITUCIONALIZADA
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Señaló en la
UNAM la especialista Rebeca Montemayor López,
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La integrante
del Centro de Estudios Ecuménicos aseguró que el reto es transitar hacia una imagen renovada de lo
humano, sin patriarcados ni matriarcados
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Negar el
sacerdocio a las mujeres, dijo María de los Ángeles Corte Ríos, representa una
profunda inequidad intraeclesial, porque se coarta la toma de decisiones fundamentales
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Participaron
en la mesa redonda “Equidad de género y religión: mujeres y ordenes sagradas en
el cristianismo”, organizada en el CEIICH
Para
lograr la equidad de género en las órdenes sagradas es necesario descubrir el
sentido de la autoridad espiritual para el bien común, y superar la visión de
una dominación jerárquica institucionalizada, marcada por la inequidad, abuso o
poder, afirmó en la UNAM la especialista Rebeca Montemayor López.
En
la mesa redonda “Equidad de género y religión: mujeres y órdenes sagradas en el
cristianismo”, organizada en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades (CEIICH), la integrante del Centro de Estudios
Ecuménicos expuso que los desafíos son transitar hacia una imagen renovada de
lo humano, sin patriarcados ni matriarcados y de reconocer a los otros.
Además,
añadió, caminar hacia una nueva visión de lo divino, de la creación, al
reconocer a Dios en el otro y la otra; admitir la vocación como plenitud de
vida y de realización humana; buscar un innovador andar comunitario, inclusivo
y de iguales, y decir sí a la encarnación en cada creyente y, en especial, a la
renovación de los espacios de culto y admitir la consagración de cualquier
ministerio pastoral ordenado para las mujeres si han recibido ese llamado.
Montemayor
López reconoció que al momento de institucionalizarse la Iglesia también se
patriarcalizó en todos los ámbitos. Por ello, las mujeres deben redescubrirse
en este sistema, con valor primigenio. Es necesario replantear las
posibilidades de saber cuál es su peso en lo colectivo e individual, y en
cuanto a género humano.
A su vez, María de los Ángeles Corte Ríos, del Centro Latinoamericano
de Alternativas Sociales, y consejera del Instituto Nacional de las Mujeres,
aseguró que es imposible una concepción real sobre género dentro de la Iglesia
Católica si ésta no modifica su marco epistemológico.
Recordó
que el Papa Juan XXIII, en 1963, fue el primero en hacer una declaración formal
acerca de la no subordinación de la mujer, y en expresar que ambos sexos tienen
los mismos derechos en la vida privada y pública. Señaló este tema como un
signo de los tiempos.
Empero,
advirtió, en 1994 Juan Pablo II sentenció que sólo el varón bautizado recibe de
forma válida la ordenación sacerdotal, y que la actualización sacramental por
ese ministerio, vinculado a lo masculino, forma parte de su identidad
inmutable. Detalló que Cristo no eligió a una mujer dentro de los primeros
apóstoles y esa ha sido razón para decir que ellas no pueden ser celebrantes.
“Pero si ese mismo sentido histórico absoluto se aplicara a otros aspectos de
la vida eclesial, nada se sostendría”.
Es
preciso, incluso, comprender que los derechos humanos se entienden como una
construcción histórica. Por ello, adujo, el sacerdocio no se comprende como una
conquista, porque hace referencia a una realidad anterior a la participación
social. Entonces, se dice, no se quita ninguna oportunidad a la mujer, porque
no se trata de un oficio, sino de una vocación.
El
sacerdocio, no obstante, es una oportunidad que debe darse dentro de la Iglesia
como institución, sostuvo. El problema es que además de lo que significa en sí
mismo, negarlo a las mujeres representa una profunda inequidad intraeclesial,
porque no se tienen las decisiones fundamentales, como el ejercicio de la
capacidad de discernir, y, por lo tanto, la aptitud de articular un nuevo modo
de ver, una aproximación a lo comunitario, se dificulta.
Por
su parte, Susan Dennen de Rodríguez, profesora del Instituto Tecnológico y de
Estudios Superiores de Monterrey y sacerdote de la Iglesia Anglicana, expuso
que tres pilares de interpretación: escritura, tradición y razón, han sido base
para la ordenación de mujeres en su comunidad religiosa desde hace 15 años.
Argumentó
que por documentos, textos y evidencia arqueológica, se sabe hoy mucho más de
cómo era la vida en el primer siglo después de Cristo que en cualquier otra
generación. Ello permite evitar ser miopes al analizar una tradición milenaria
que en sus inicios permitía a las mujeres presidir en sus hogares la
eucaristía.
En la misma época de Jesucristo era conocido que mujeres presidieran
las sinagogas. Esa no es era ninguna novedad, aunque tampoco era común.
Incluso, en la Edad Media hubo un sinfín de documentos episcopales que daban
autoridad a las abadesas para escuchar confesiones, imponer castigos,
evangelizar y bautizar en sus conventos. Luego, la hostilidad contra las
mujeres fue creciente en las órdenes, en tanto la Iglesia se integró al
gobierno. Fue en el Concilio de Trento, de 1545 a 1563, que se hizo ley
canónica que ellas no pudieran ser ordenadas, refirió.
En
todo caso, Susan Dennen aceptó que ninguna mujer puede fungir como sacerdote,
presidir una eucaristía, predicar o cualquiera de esas funciones si el pueblo
no la acepta como tal, así como la validez de sus funciones y de su llamado. En
este sentido, la meta es recobrar la apertura, entender que cada quién tiene
dones y vocación dados por Dios, no por la Iglesia, y cuando se niega a la
mitad de los humanos el poder ejercer ese ministerio, debe pensarse cuál
tradición se sigue, la del hombre o la divina, finalizó.
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FOTO 01.
Rebeca Montemayor, Susan Dennen, Fabiola López y María de los Ángeles Corte en la mesa “Equidad de género y religión: mujeres y órdenes sagradas en el cristianismo”, en el CEIICH de la UNAM.