06:00 hrs.  14 de Enero de 2006

 

 

Boletín UNAM-DGCS-037

Ciudad Universitaria

 

 

DISMINUYE OCUPACIÓN TERRITORIAL RESISTENCIA DE ECOSISTEMAS A FENÓMENOS NATURALES

 

·        Para Cinna Lomnitz, del Instituto de Geofísica de la UNAM, la planeación de las edificaciones urbanas es imprescindible para determinar sus condiciones de seguridad

·        La deforestación de bosques y selvas contribuye a gestar eventos desastrosos: José Antonio Ordóñez, de la Facultad de Ciencias

·        Ese fenómeno provoca cada año en el mundo la pérdida de 14 millones de hectáreas de bosque: Víctor Manuel Chávez Ávila, del Instituto de Biología

·        Lucía Almeida, de la FC, consideró necesario un suelo de conservación que permita retener y purificar el líquido

 

Las prácticas seguidas en los procesos de ocupación territorial aumentan la degradación ambiental y disminuyen la capacidad de los ecosistemas para resistir el impacto de fenómenos como huracanes y erupciones volcánicas, reconocieron en entrevista académicos e investigadores de la UNAM.

 

Los científicos advirtieron que según estimaciones, alrededor de 30 por ciento de las viviendas en nuestro país se ubican en zonas de riesgo y al menos 10 por ciento en áreas de alta peligrosidad. Esto ocurre tanto en grandes ciudades como en espacios rurales, donde proliferan asentamientos humanos informales, extensiones no planificadas, e inadecuadas construcciones de casas-habitación, sin servicios básicos.

 

Al respecto, Cinna Lomnitz, del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica, consideró que la planeación de las edificaciones urbanas es imprescindible para determinar las condiciones de seguridad en las que deben erigirse. Hoy los avances tecnológicos permiten prevenir los desastres ocasionados por fenómenos naturales, y esos adelantos deben tomar en cuenta al ser humano.

 

La Ciudad de México ya no es la misma que en 1985, reconoció. Las condiciones económicas y sociales han cambiado, y la población tiene diferentes necesidades.  No basta repetir que la población carece de “cultura del desastre”, pues son las autoridades las responsables de vigilar la implantación de los reglamentos de seguridad.

 

Por su parte, José Antonio Ordóñez Díaz, del Laboratorio Ecosistemas de Montaña de la Facultad de Ciencias (FC), comentó que el desmonte de bosques y selvas es uno de los factores que contribuyen a gestar eventos desastrosos en los cuales el agua arrasa con todo. Al no haber árboles que funcionen como esponjas de absorción del líquido éste fluye con velocidad y lava el terreno, lo sedimenta.

 

México, al poseer una topografía irregular, con montañas y planicies, eventos extremos de la naturaleza como lluvias, huracanes y sismos afectan de diferente forma el entorno. “Cuando se enfrentan casos como la deforestación, la pérdida del suelo es superior a 50 o 60 por ciento”, apuntó.

 

Así, en la medida que pasa el tiempo, se impide el crecimiento de nuevas plantas, lo cual no permite una evotranspiración adecuada; es decir, explicó Ordóñez Díaz, la emisión de humedad facilitada por los árboles desde la tierra en forma de vapor hacia el cielo, lo cual de manera posterior da pie a la generación de nubes. Éstas, al producir lluvia, permiten rehidratar el terreno al alentar la supervivencia de las especies vegetales; pero si la zona fue arrasada, el ciclo se rompe.

 

La deforestación es una de las causas por las que cada año se pierden en el mundo, 14 millones de hectáreas de bosque. Al respecto, Víctor Manuel Chávez Ávila, del Instituto de Biología, indicó que la tala indiscriminada es uno de esos factores, junto con la ganadería o ampliación de terrenos cultivables, que daña especies.

 

Antonio Ordóñez agregó que el problema se acentúa en las ciudades, ya que al pavimentar no se dejan áreas verdes para que la tierra reabsorba el agua; el concreto impide que ésta encuentre un cauce y ocasiona encharcamientos en el menor de los casos.

 

Señaló que la vegetación funciona como sistema de captación y almacenamiento de carbono, oxígeno y otros nutrientes que mitigan lluvias torrenciales, gases, polvos, ruidos y temperaturas extremas, y permite un mejor desarrollo en las personas. Las áreas urbanas deben tener al menos 30 por ciento de espacio natural de la cobertura total.

 

Cuando el terreno carece de árboles no hay regeneración adecuada del ecosistema; el suelo ya no concentra la humedad, deja correr el agua y los cerros se desgajan con mayor facilidad. Por ejemplo, dijo, en comunidades indígenas como Donasiano Ojeda, en Zitácuaro, Michoacán, los pobladores han impulsado estrategias de regeneración de especies vegetales para reducir el impacto de la tala clandestina.

 

Al hablar sobre cambio climático, el investigador detalló que se trata de la variación de temperatura en el mundo. Existe un desfase en relación con la caída de agua, resultado directo de la deforestación boscosa y el corte indiscriminado de regiones arbóreas vitales, como la selva amazónica o la Lacandona.

 

Para Lucía Almeida, participante en uno de los megaproyectos de la Universidad y encargada del Laboratorio Ecosistemas de Montaña de la FC, es necesario un suelo de conservación para retener y purificar el líquido. Por ello, su proyecto tiene como objetivo rescatar el río Magdalena –único natural del Distrito Federal–, contaminado y con escasez de agua potable para cubrir las necesidades de los habitantes de la capital del país.

 

La universitaria señaló que estudios como el que desarrolla buscan crear herramientas teóricas multidisciplinarias para emprender acciones de recuperación del ecosistema. Se requieren “armas precisas para enfrentar las necesidades de cada ambiente y usar de forma correcta los recursos que destina el Estado para esta actividad”.

 

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