11:30 hrs.  18 de Noviembre de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-931

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

 

NO HUBO UNA SOLA REVOLUCIÓN MEXICANA,  SINO MUCHAS, RECONOCE LA NUEVA HISTORIOGRAFÍA

 

·        Consideró Carlos Martínez Assad, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

·        Se le piensa como un fenómeno único y lineal; sin embargo, es mucho más complejo. Hubo diferentes propuestas e incluso posiciones encontradas, señaló

·        Gestó muchos de los derechos que hoy son responsabilidad del Estado, como el acceso a la educación, salud y a la posesión de la tierra, dijo Josefina MacGregor, académica de la Facultad de Filosofía y Letras

·        Recordó que los contenidos sociales y la modificación de la concepción del Estado en la Constitución perdura hasta nuestros días

 

No hubo una sola Revolución Mexicana (RM), sino muchas, según la región y lugar de procedencia. Al contrario de la historia oficial, que enaltecía a los héroes –sobre todo a los militares que ganaban batallas–, la nueva historiografía revela que se descuidaron procesos que tuvieron lugar a lo largo y ancho del territorio, según los rasgos culturales de cada una de estas zonas, consideró Carlos Martínez Assad, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM

 

El también ganador de la Presea Vito Alessio Robles al Mérito Histórico 2005, añadió que se piensa en la RM como un fenómeno único y lineal; sin embargo, es mucho más complejo. Hubo diferentes propuestas e incluso posiciones encontradas. Es así que hasta los años setenta comenzó a darse una visión más amplia, la cual permite conocer la diversidad nacional y los acontecimientos que se involucraron en el gran movimiento.

 

A ello debe añadirse que gestó muchos de los derechos que hoy son responsabilidad del Estado, como el acceso a la educación, salud y a la posesión de la tierra; pues no existían como tales a principios del siglo XX, señaló por su parte Josefina MacGregor, académica de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL).

 

Reconoció que si bien la ideología revolucionaria ya no está vigente en nuestros días, fue en esta lucha cuando se postularon diversos proyectos, uno de los cuales resultó vencedor y perfiló el modelo de país que buscaba, sobre el cual aún hoy se trabaja.

 

Inicios

Josefina MacGregor explicó que la Revolución llevó a la sustitución del grupo político en el poder, la oligarquía porfiriana. Así, en 1911 entraron al gobierno sectores medios entonces sin participación, la gente joven se incorporó de lleno a este quehacer.

 

El Porfiriato tenía una plataforma rígida en manos de hombres de edad avanzada; el hecho de que se hubiera prolongado durante tantos años llevó a que, cuando menos, dos generaciones de mexicanos no tuvieran acceso al poder. Quienes estaban entre los treinta años acompañaron a Francisco I. Madero en la primera etapa de la confrontación, detalló.

 

La RM inició con el movimiento maderista que va de noviembre de 1910 a mayo de 1911; en este periodo se logra que muchos grupos revolucionarios broten en todo el país; de ahí que el ejército no pudiese hacerles frente, agregó.

 

La investigadora indicó que los planteamientos de esta primer propuesta consistieron en una crítica al sistema político y en una necesidad de volver la mirada hacia los postulados del siglo XIX en torno a la democracia, y que sustentaban las naciones desarrolladas. Por ejemplo, Estados Unidos, Inglaterra y Francia se movían bajo valores que en México no habían podido desplegarse.

 

De ahí que se plantease la necesidad de un gobierno abierto,  de la representación partidista, organización de fuerzas políticas, soberanía estatal y división de poderes.

 

Abundó que el hecho de que se diera este proceso revolucionario fincado en estas ideas, llevó a que empezaran a surgir proyectos alternativos, como los que representaban a los grandes intereses de la zona norte: de los rancheros y hacendados medios y grandes.

 

En este sentido, Martínez Assad expuso que las batallas iniciales se libraron en esa zona de México; y fue el avance de Francisco I. Madero, apoyado por Francisco Villa, lo que provocó la caída de Porfirio Díaz en 1911. Pero las cosas no sucedieron al mismo tiempo en otras partes.

 

En el sur, ejemplificó, se insistió más en la ideología para la creación del “hombre nuevo”, a través de una educación acorde a las nuevas circunstancias, una vez que el proceso revolucionario se estableció en el conjunto nacional.

 

Así, mientras que el gran movimiento agrario procedió del norte, de los grandes latifundios, resultó más complicada una reforma agraria en el sur, en donde había estados como Tabasco, que tenían más agua que tierra, y en los que, por tanto, los repartos no resultaban lo más importante, subrayó.

 

Josefina MacGregor destacó que la propuesta maderista de revisar las propiedades comunales para ver a quién le correspondían, era insuficiente para las necesidades indígenas; éstas querían que se respetaran sus derechos, pero había oposición por parte de un régimen que sostenía la propiedad privada.

 

Esta situación afectó a unos cuantos grupos y regiones del país. Pero en el caso de las haciendas del norte, la situación era diferente, no había antecedentes de posesión colectiva y no existía la necesidad de repartir el suelo, pero sí de atender al crecimiento de la economía, dijo.

 

Esto generó proyectos diferentes. Así, enunció, el grupo encabezado por Venustiano Carranza defendió los intereses norteños, y Emiliano Zapata las necesidades agrícolas, campesinas y autóctonas. Aquí empezaron las rupturas.

 

Apuntó que se tiene “una mirada clara con relación a la caída de Madero por un golpe militar, el de Victoriano Huerta, y que a raíz de esto se organizan dos grupos revolucionarios, el constitucionalista por un lado y el zapatista por otro”.

 

Posteriormente hay una escisión en el primero, entre Francisco Villa y Venustiano Carranza, que representan intereses diferentes. Los maderistas, que habían quedado sin cabeza cuando el presidente fue asesinado, encontraron mejor cobijo con el “Centauro del Norte”. De esta manera, enfatizó la académica, se pueden ver tres grupos confrontados, con propuestas distintas.

 

No obstante, aclaró, estas tendencias desplomaron el modelo económico del porfiriato. Es a principios del siglo XX cuando sobrevino su elemento más importante: la Constitución de 1917.  En aquellos años, cuando “el primer jefe” logró controlar o mantener reducidos a los villistas y zapatistas, advirtió que para resolver los grandes problemas era necesario reformar la Carta Magna y para ello convocó a un Congreso Constituyente.

 

Presentó un proyecto que se modificó en las discusiones entre los participantes, todos ellos carrancistas, pues no se permitió la inclusión de otros grupos; no obstante, expresó, se pudieron allegar elementos comunes, conocidos como artículos sociales: el de la educación, trabajo y el agrario.

 

Sus consecuencias

Josefina MacGregor recordó que los contenidos sociales y la modificación de la concepción del Estado perdura hasta nuestros días. La Constitución misma “plantea dicha maleabilidad para afrontar los problemas del país, y sigue siendo la que le da características a la vida política, económica y social actual”.

 

Se tendría, por ejemplo, el caso de la educación. Se asume que es una obligación estatal la primaria, pero también que debe ser gratuita. Con el correr de los años, y sin estar inscritas en el texto original, también se agregaron otras tareas, como la salud, resaltó; el trabajo y la protección a los asalariados; de manera que se convirtió en árbitro de los conflictos laborales, es decir, entre capital y trabajo. Ese es el sistema que hoy se tiene.

 

En el caso del artículo 127, se permitió la convivencia simultánea de dos regímenes de propiedad de la tierra: comunal y privada. Este es un hecho insólito en la legislación, es decir, opinó, los dos pueden convivir y son aceptados; es un régimen que aún pervive.

 

Pero esas no serían las únicas consecuencias, ya se perfilaba un Estado diferente, posrevolucionario, a través de la Constitución, de un Ejecutivo fuerte, determinó. Esta cuestión, debatida en el siglo XIX y controlada a través de la Constitución del 57, cobró vida en la de 1917. Este tipo de régimen es otra de sus consecuencias.

 

Otra cuestión que define a este Estado frente al decimonónico o  porfiriano es su capacidad de intervenir en la vida económica. Hoy esta definición es variable, pues decide cuándo lo hace, continuó.

 

Cuándo termina

Hay una discusión sobre cuándo termina la RM. Algunos piensan que en 1917, con la nueva Constitución, porque ahí se configura el Estado posrevolucionario. Otros que en 1920, con su primer gobierno, el de Álvaro Obregón, bajo sus lineamientos, y porque a partir de ahí ninguna de sus administraciones fue derrocada por las armas, aunque hubiera levantamientos o no se lograra la paz, rememoró Josefina MacGregor.

 

Algunos dirían que en 1929, porque terminó la Guerra Cristera, la última guerra civil; y se creó el Partido Nacional Revolucionario. Otros, que hacia 1938, por el perfil del México contemporáneo, de un Lázaro Cárdenas con poder absoluto construido. Ahí está el sistema presidencial consolidado y el Estado interventor, que promueve no sólo el reparto de la riqueza, sino su creación; además atendió las necesidades de trabajadores y campesinos; y luego nacionalizó el petróleo, reiteró.

 

Festejo y mitos de la RM

Martínez Assad sostuvo que todos sus procesos se integraron para coincidir en el gran mito de la RM, producto de los años más álgidos de la historia oficial. Cuando los regímenes posrevolucionarios requerían de un telón de fondo, de un escenario para justificar su actuación política, enaltecieron ciertos pasajes de la historia y desvirtuaron otros, o los disminuyeron. Lo mismo respecto a la construcción de vencedores y vencidos.

 

Advirtió que hay una gran paradoja en el festejo del 20 de noviembre, pues aquel día de 1910 fue la convocatoria de Francisco I. Madero, para que se levantara el pueblo en armas contra la dictadura; pero en realidad sólo hubo un enfrentamiento en la casa de Aquiles Serdán en Puebla.

 

A decir del académico, sería más importante que se festejara, por ejemplo, la fecha de los tratados de Ciudad Juárez, Chihuahua, por los que Porfirio Díaz tuvo que renunciar a la presidencia de México, y esto ocurrió en mayo de 1911.

 

Lo que queda claro es que este día como emblema es una construcción posterior. El hecho que se haya transformado en un desfile deportivo, no tiene nada que ver con la conmemoración. Por ello, México requiere revisar ciertos aspectos, y uno de ellos, sería su calendario patrio, sugirió.

 

Los personajes salidos de la RM y sobre todo de los gobiernos posteriores, decidieron tener fechas clave como lo habían tenido los liberales hasta el Porfiriato; por ejemplo, el 15 de septiembre fue una gran invención del siglo XIX, para festejar el levantamiento de Miguel Hidalgo.

 

Asimismo, los revolucionarios consideraron que era necesaria una celebración reivindicatoria  y se decidieron por el 20 de noviembre, que en realidad recuerda el vacío, porque no se dio la respuesta necesaria a ese primer llamado de Francisco I. Madero, concluyó Martínez Assad.

 

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El 20 de noviembre en realidad recuerda el vacío, porque no se dio la respuesta necesaria a ese primer llamado de Francisco I. Madero, consideró Carlos Martínez Assad, del IIS de la UNAM.

 

 

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La Revolución Mexicana llevó a la sustitución del grupo político en el poder, la oligarquía porfiriana, por sectores medios entonces sin participación, refirió Josefina MacGregor, académica de la FFyL de la UNAM.