06:00 hrs.  7 de Noviembre de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-888

Ciudad Universitaria

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TECTÓNICA DE PLACAS, TEORÍA UNIFICADORA DE LAS GEOCIENCIAS

 

·        Así lo afirmó Gustavo Tolson, director del Instituto de Geología de la UNAM, al participar en el XXXV Aniversario de la carrera de ingeniería geofísica de la Facultad de Ingeniería

·        El meteorito que golpeó a nuestro planeta y provocó la desaparición de los dinosaurios, tuvo una trayectoria oblicua, a 30 grados: Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del IGf

·        El especialista dictó una conferencia sobre el cráter de Chicxulub y la extinción de esos animales

 

La tectónica de placas es la teoría unificadora de las geociencias y representa uno de los mejores ejemplos del funcionamiento del método científico, es decir, de cómo adecuar el pensamiento al tomar en consideración las observaciones del movimiento de la corteza terrestre, aseguró Gustavo Tolson, director del Instituto de Geología de la UNAM.

 

En la conferencia Nuevos horizontes en tectónica y los retos para los geocientíficos, en el marco de XXXV Aniversario de la Carrera de Ingeniería Geofísica de la Facultad de Ingeniería, el científico expuso que este paradigma considera un sistema de casquetes rígidos en la superficie de la Tierra, que flotan sobre una parte menos viscosa llamada astenósfera.

 

Tales placas se desplazan de forma horizontal e interactúan entre sí a lo largo de sus bordes. Las deformaciones y generación de sismos se registran a lo largo de sus orillas y no en sus interiores. El “motor” de esos movimientos es la gravedad y la circulación relativa de masas de distinta densidad, explicó.

 

Gustavo Tolson dijo que el mecanismo de enfriamiento de la Tierra se da mediante grandes celdas de convección, donde hay material caliente de baja densidad que asciende por flotación, pasa y se enfría para después hundirse y calentarse de nueva cuenta.

 

El experto señaló que el número de placas tectónicas es reducido: poco más de una decena de casquetes rígidos en su superficie. Aunque si se incluyen los pequeños y otras zonas de deformación con movimientos diferenciales respecto de sus vecinos, sobre todo en el Pacífico occidental, el número se incrementa a más de 50.

 

La tectónica de placas, refirió, es resultado de observaciones iniciadas desde 1885 por el científico Suess, y luego de ser severamente criticada por los geofísicos de inicios del siglo XX, fue demostrada por ellos mismos en la década de los sesenta.

 

En la conferencia El cráter de Chicxulub y la extinción de los dinosaurios, Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica (IGf), dijo que entre los descubrimientos recientes en torno a esa estructura se encuentra que el meteorito que golpeó a nuestro planeta hace más de 60 millones de años y provocó la extinción de esos animales y muchos otros, fue oblicuo, a 30 grados. Al parecer se trató de un asteroide.

 

En el auditorio “Javier Barros Sierra” de la FI, sostuvo que sólo existe un marcador de cobertura global: una capa de arcilla, del orden de 10 o 15 centímetros de espesor, debajo de la cual se encuentran todos los organismos característicos del cretácico y por encima formas distintas, las del terciario.

 

La estratigrafía permite reconstruir la historia de la Tierra al establecer una escala de tiempo geológico basada en la identificación de acontecimientos. En este sentido, hay otros indicadores, como erupciones volcánicas que, sin embargo, aclaró, aún si fuesen grandes, cubrirían sólo una pequeña área del planeta.

 

Así, añadió, los científicos encontraron que la única capa reconocida a escala global, posible de hallar en los diferentes continentes y océanos, es la ubicada entre el cretácico y el terciario, o límite K/T.

 

La única comparable es la que se forma con el efecto de la contaminación humana, en especial de las bombas nucleares, cuya huella queda registrada en todos los ambientes, territorios y océanos. Es decir, “la basura de nuestra civilización”, consideró.

 

El ex director del IGf mencionó que en el primer estrato se advierte una concentración anómala de iridio, elemento químico común en el espacio exterior pero poco abundante en la Tierra. Para explicar el hecho, se propuso una explosión de supernova, sin embargo, la teoría más aceptada es que entró un cuerpo rico en este material, mediante el impacto de un meteorito o de un cometa. Ella marca la frontera entre el cretácico (con sus organismos representativos, los dinosaurios) y el terciario (con los mamíferos).

 

Con ello inició la búsqueda del sitio de impacto. No fue sino hasta 1990 cuando se propuso que ese lugar estaba en la península de Yucatán, a pesar de haberse detectado una anomalía de gravimetría, según estudios de Pemex de la década de  los cuarenta, detalló.

 

Es uno de tres cráteres de grandes dimensiones, con alrededor de 200 kilómetros de diámetro, que existen en la Tierra. Son los únicos con estructura de multianillos. Uno se ubica en Canadá; otro en África del Sur. Sin embargo, el mexicano, cuyo centro se ubica en el pequeño puerto de Chicxulub, está mucho mejor preservado dadas las condiciones de la península, de baja sismicidad y vulcanismo. Los otros datan del precámbrico, informó.

 

Cubre la mayor parte del estado de Yucatán, y es el único que preserva sus rasgos geométricos y rocas formadas en el golpe, resaltó. Se encuentra sepultado por casi un kilómetro de rocas más jóvenes y “es uno de los pocos sitios donde se puede entender lo que pasa en el planeta con impactos de grandes dimensiones, los  efectos que producen en los sistemas de soporte de vida”.

 

Así, abundó Jaime Urrutia, los estudios se encaminan a entender la estructura del cráter, y por otra parte, a establecer los efectos de un choque de esa naturaleza sobre la biosfera.

El experto reiteró que la capa del límite K/T contiene material esferoidal o esferas de milímetros de diámetro, ricas en iridio, además de arcillas. El primero es resultado de los materiales formados en el momento, fundidos, y las segundas de la capa de polvo que cubrió al planeta.

 

“En el momento del choque se generó gran cantidad de material fragmentado, fino, semejante a partículas de humo, que bloqueó la radiación solar, detuvo el proceso de fotosíntesis y desencadenó la extinción de los dinosaurios y otras muchas especies”, recordó.

 

Se presume, precisó, que se trató de un bólido de 10 a 15 kilómetros de diámetro que entró a la parte gruesa de la atmósfera en menos de un tercio de segundo, por lo que se calentó, se evaporó y no alcanzó a tocar la superficie. “Las ondas generadas por el acercamiento del objeto produjeron el cráter en menos de una décima de segundo”.

 

Reveló que como parte de la investigación que realiza la UNAM, se ha recuperado material de ese evento. Hasta el momento se han perforado ocho pozos; recientemente se hizo otro, más profundo, en el centro, donde se ha encontrado que afectó toda la corteza, incluso hasta niveles en la frontera con el manto terrestre.

 

Ante fenómenos como el de hace tantos millones de años no sólo es importante entender cómo y por qué ocurrió la extinción, sino qué pasó con la vida, con los organismos que lograron rebasar la frontera, que sobrevivieron y evolucionaron, así como el tiempo de recuperación de los sistemas vitales, finalizó.

 

 

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FOTO 01

Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, dictó la conferencia El cráter de Chicxulub y la extinción de los dinosaurios.

 

FOTO 02.

Gustavo Tolson, director del Instituto de Geología de la UNAM, dictó la conferencia Nuevos horizontes en tectónica y los retos para los geocientíficos.