11:30 hrs.  3 de Noviembre de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-879

Ciudad Universitaria

 

 

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MUERE HASTA 35 POR CIENTO  DE PACIENTES CON TRASTORNOS DE CONDUCTA ALIMENTARIA

 

·        Indicó en la UNAM Gloria Cava, del Hospital Universitario La Fe, de Valencia, España

·        De cada 10 mujeres que los padecen hay un hombre, explicó

·        Ofreció en la Facultad de Psicología la conferencia Anorexia y bulimia nerviosas: trabajo con la familia

 

Hasta 35 por ciento de pacientes que sufren trastornos de conducta alimentaria se vuelven crónicos, por lo que morirá por esta causa, afirmó en la UNAM Gloria Cava, del Hospital Universitario La Fe, de Valencia, España, quien agregó que de cada 10 mujeres que los padecen hay un hombre.

 

En la Facultad de Psicología, la terapeuta explicó que un principio fundamental de estos desequilibrios es la necesidad de hacer dieta por querer sentirse mejor y cambiar de aspecto. Son multifactoriales y, por tanto, su abordaje debe ser igual.

 

No es que no sea bueno estar delgado, de hecho es saludable, recalcó. “pero los modelos que actualmente venden respecto a la figura, están por debajo de lo saludable, es decir, no la que corresponde por el peso, edad y constitución física, sino sólo con parámetros mercadológicos”.

 

Los dos principales trastornos de conducta alimentaria, destacó, son la anorexia y bulimia nerviosas. La primera es frecuente entre personas perfeccionistas que tienden a perder peso de forma deliberada. Quien lo padece tiene un miedo intenso a subir de peso, incluso cuando está debajo del normal para ella; hay también una distorsión de su imagen corporal.

 

Existen dos tipos de anorexia, la restrictiva y la compulsiva/purgativa. En la primera, la persona hace tres tipos de dietas características: de acuerdo con una lista de alimentos prohibidos, se salta comidas completas o come cantidades pequeñas de todo. En la segunda, no pueden aguantar el hambre y entonces inducen el vómito, abundó.

 

La bulimia se define por una exagerada preocupación por la figura y el peso, que se traducen en una pérdida de control sobre la conducta alimentaria, de la que se derivan episodios de ingesta voraz –es decir, se ingiere gran cantidad de comida en un tiempo en el que una persona normal le sería difícil hacerlo, de hasta seis mil a siete mil calorías–, así como conductas compulsivas (ejercicio, vómito, uso de laxantes y diuréticos) para rebajar la tensión y soportar la trasgresión con los comestibles, expuso.

 

Entre los criterios diagnósticos para bulimia se encuentran la presencia de “atracones” recurrentes, de por lo menos tres veces a la semana, y las conductas compensatorias. A diferencia de las anoréxicas, que suelen ser hipercontroladoras, las bulímicas pierden la voluntad de su conducta alimentaria, afirmó.

 

Durante la conferencia Anorexia y bulimia nerviosas: trabajo con la familia, indicó que hay diversos factores de riesgo relacionado con estos desajustes. Los hay individuales, como el sexo (ser mujer), edad (sobre todo en la adolescencia), características físicas (que no correspondan con el patrón de extremada delgadez que estila), por mencionar algunos.

 

También están los psicológicos, al resaltar los estilos cognitivos, formas de pensar demasiado rígidas, caóticas e impulsivas, y la autoestima, que en estos casos suele ser baja y a través de la comida intenta suplir sus carencias emocionales, refirió.

 

Otros factores más son los socioculturales, donde intervienen las industrias de la moda y la agroalimentaria, así como los medios de comunicación, los cuales emiten mensajes contradictorios –por un lado te dicen come y por el otro que no lo hagas si quieres obtener cierta figura– o erróneos (para estar delgada elimina la grasa, cuando ésta es necesaria, o ponen la etiqueta de comida sana a ciertos productos, cuando ello es alimentarse balanceadamente). Los cierto, dijo Gloria Cava, es que el modelo estético corporal no siempre ha sido de extremada delgadez como ahora.

 

Respecto a los factores familiares incluirían las anomalías de pareja (ya sea en los padres o la propia pareja), duelos (pérdidas como separación o muerte), antecedentes de psicopatologías y maltrato, y las prácticas de crianza, es decir, los estilos educativos, señaló.

 

Al abundar en cuanto a los elementos nucleares, resaltó que existen agentes predisponentes de vulnerabilidad: posición extremadamente protectora, tolerante o distante de los padres; en cuanto a la imagen, se da importancia excesiva a la apariencia (ser delgado es pertenecer a un status alto), hay dificultades para aceptar el cuerpo, problemas alimentarios de los padres o familiares cercanos, una actitud hacia la comida tendente a la realización de dietas, y competencia entre allegados por tener el cuerpo más delgado.

 

Asimismo, detalló, se observan relaciones domésticas donde se evita el conflicto, cuando son normales y hay que reconocerlos y abordarlos, pues se interpreta como que éstos ocurren en personas de poca clase; coaliciones encubiertas, en donde los padres quieren solucionar sus problemas a través de alguna hija, y ella interpreta que si se cura la familia se separaría; interferencia en el proceso de autonomía, con progenitores sobreprotectores que no ayudan a que el hijo evolucione porque temen perderlo, o negligencia física o afectiva, pues nunca hay tiempo para ello, no se atienden esas necesidades. 

 

También hay ciertos factores desencadenantes de la enfermedad: una situación de estrés vinculada a maltrato infantil físico o emocional, o abuso sexual; pérdidas (cambio de la primaria a la secundaria, un viaje al extranjero), duelos y rupturas familiares, agregó.

 

Por último hay ciertos mantenedores del padecimiento. En cuanto a las relaciones familiares, se encuentran la falta de consenso (que el padre y la madre tengan puntos de vista diferentes y la comunicación de ellos sea constructiva); inconsistencia (poner un límite y variarlo al poco tiempo), negación de la gravedad de la enfermedad y minimización de los riesgos, aclaró.

 

También, comentó, los hay relacionados con la rigidez de la estructura en el hogar, la sobreprotección, la interferencia en el proceso de autonomía, mantenimiento del infantilismo, ausencia de límites y protección a los progenitores (la enferma cree que así mantiene a la familia unida).

 

De este modo, lo que conviene es, en primer lugar, prevenir que aparezcan los factores citados y, sobre todo, una vez que se ha establecido el trastorno, hay que trabajar con la familia los factores mantenedores del problema, para favorecer un cambio del clima prevaleciente en el núcleo primario, concluyó Gloria Cava.

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO 01.

 

Hasta 35 por ciento de pacientes con trastornos de conducta alimentaria se vuelven crónicos, y morirá por esta causa, afirmó en la UNAM la especialista española Gloria Cava.

 

 

FOTO 02

 

Gloria Cava, del Hospital Universitario La Fe, Valencia, España, dictó en UNAM la conferencia Anorexia y bulimia nerviosas: trabajo con la familia.