06:00 hrs.  14 de Octubre de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-803

Ciudad Universitaria

Pies de foto al final del boletín

 

 

LA NORMALIDAD EN MÉXICO ES ANORMALIDAD EN PAÍSES MULTICULTURALES

 

·        Señaló en la UNAM Denise Dresser,  columnista de la revista Proceso

·        Participó en el Segundo Coloquio Las güeras y las prietas. Raza y género en la construcción del escenario político, organizado por el Programa Universitario de Estudios de Género

·         Marisa Belausteguigoitia, directora de dicha instancia universitaria refirió que mucho se ha dicho de las mujeres y sus luchas, pero poco o casi nada sobre las implicaciones del color de la piel

 

La normalidad en México es anormalidad en países multiculturales, con políticas públicas que promueven los derechos y la dignidad de sus minorías, así como reglas escritas y no escritas que protegen a los negros, a las mujeres tanto güeras como prietas, a los transexuales, indígenas y discapacitados, indicó en la UNAM Denise Dresser,  columnista de la revista Proceso.

 

Al participar en el Segundo Coloquio Las güeras y las prietas. Raza y género en la construcción del escenario político –organizado por el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG)–, añadió que en esta nación todavía es posible clasificar a las mujeres por su color de piel, descalificar a las personas por su nacionalidad, despedir de su trabajo a mujeres embarazadas o matarla sin recibir castigo.

 

 

En este marco, Marisa Belausteguigoitia, directora del PUEG, refirió que mucho se ha dicho de las mujeres y sus luchas, pero poco o casi nada sobre las implicaciones del color de la piel. Al respecto, señaló, existen muchos puntos a analizar, incluso contradictorios, como la vergüenza de ser privilegiadas o de no serlo. Inclusive hay mujeres que pueden ser intermitentemente las dos cosas, güeras y prietas, y hay quienes no pueden ser clasificadas en ninguno de esos rubros.

 

Por eso, afirmó en la Mesa 1 Ser güera y ser prieta desde la creación y la crítica, se ha invitado a mujeres, que no saben ni quieren quedarse calladas, “a hablar así, sobre la piel, desde la piel”, lo cual es un reto, pues implica confesión, un ejercicio en relación con lo que duele.

 

Se busca crear puentes entre proyectos afines, llegar a un mayor entendimiento de las unas y las otras, insistió en el Auditorio de la Coordinación de Humanidades la funcionaria universitaria. De ahí que las participantes “se preguntarán que significa vivir desde un cuerpo marcado no sólo por el género o la clase o la sexualidad, sino por el hecho de ser güera o prieta en México”.

 

Denise Dresser, por su parte, agregó que en nuestro país hay un uso extendido de frases como naco, vieja, gata y prieta. Pero esta realidad no indigna lo suficiente, no produce las reformas necesarias, porque en México la anormalidad es vista como normal, porque las mayorías complacientes ignoran a las minorías marginadas, porque las mujeres, güeras o prietas son vistas como ciudadanas de segunda.

 

Porque aquí, expresó, se cubre los ojos con la máscara de los mitos fundacionales, esas ficciones indispensables del país mestizo, incluyente y tolerante, que es clasista más no racista, que abolió la esclavitud; que es progresista y donde un indio llegó a ser presidente; que le abrió la puerta a los extranjeros. “Esas medias verdades que son como bálsamo, como ungüento, que permiten ante el peor de los pecados dormir tranquilos por las noches”.

 

Esa, aseguró, es la realidad de una nación que no quiere confrontarla, que se precia de sus buenos modales y su gentileza, donde nadie nunca dice no, donde todos se besan en la mejilla y se apuñalan por la espalda, donde nadie nunca se declara homofóbico, racista o machista y a favor de la violencia.

 

“El país descrito, indicó, no es donde quiero vivir: quiero buenas noticias y cifras, por ejemplo, despertar en una realidad mejor: encontrarme con un político que sepa construir y no sólo destruir, planear y no sólo improvisar, gobernar y no sólo fingir que lo hace. Que haya funcionarios que entiendan su labor y la desempeñen, así como los debates necesarios en cualquier parte a cualquier hora y en cualquier medio. México, aseveró, puede y debe aspirar a algo mejor, lo cual no es demasiado pedir”.

 

A su vez, la escritora María Teresa Priego consideró que prieta y güera son dos palabras-heridas, reflejo de identidades partidas, disociadas por la fuerza, y cuya arbitrariedad en cuanto a sus posibilidades de lectura y clasificación es prácticamente infinita. En México cada familia mestiza tiene sus cuotas de ambas. No sólo se refieren al físico: una cosa es lo que vemos, el color de la piel que tenemos gracias a la melanina, y otra lo que llevamos por dentro.

 

La también integrante del Consejo Consultivo de Debate Feminista, señaló  que en este país somos las dos: queremos ser más güeras para ser menos colonizadas, y más prietas para ser menos colonizantes. En otros países la otra es la otra, pero nosotras no: hay quien viene de un padre prieto, como el carbón, y una madre güera, como la crema chantilly, por tanto, los hijos salen combinados. Así, somos familias de prietos-güeros, divididos por discursos racionales.

 

Detalló que “ser discriminado duele hasta las orejas y discriminar envilece hasta las orejas”. El acto es narcisista, que se coge de cualquier pretexto; además, es la mutilación del sujeto que la padece, porque no existe posibilidad de bienestar a largo plazo, menos aún cuando el otro es parte de uno mismo, cuando cada mestizo prieto contiene un güero, y viceversa.

 

 

Por último, Adriana González Mateos, de la Universidad del Claustro de Sor Juana, sostuvo que muchos trabajos de crítica feminista dedicados a estudiar la literatura escrita por mujeres dentro del ámbito académico mexicano, han tendido a privilegiar ciertas construcciones del género que suponen una identidad femenina común a todas la mujeres, particularmente basada en la experiencia de las heterosexuales de clase media, ignorando a otras. Sin embargo, el género, la clase y la raza se entreveran de manera compleja.

 

Asimismo, se refirió al cuento de Elena Garro El árbol, publicado en 1964, donde narra la relación entre una criolla de la ciudad de México y una mujer indígena. En un relato donde se muestra el enfrentamiento racial y de clase en toda su dureza. No hay ninguna solidaridad de género, la relación entre la sirvienta y la señora es de odio, que se alimenta también de la incompatibilidad de dos mundos y sus posturas.

 

Recordó también a Elena Poniatowska al tratar el tema, pero ella  presenta en uno de sus textos la perspectiva de la mujer de clase media en términos de las vicisitudes de la miseria urbana. Entre la güera y la prieta no sólo hay injusticia y odio, sino una intimidad, envidia y rencor, y a veces también engaño.

 

Lo cierto, concluyó González Mateos, es que la diferencia entre la güera y la prieta es de lugar, de situación. Cuántas veces, señaló, no nos hemos visto a nosotras mismas diciendo: sí, señor.

 

 

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FOTO 01.

En la UNAM se llevó a cabo el Segundo Coloquio Las güeras y las prietas. Raza y género en la construcción del escenario político, organizado por el Programa Universitario de Estudios de Género.

 

FOTO 02

Marisa Belausteguigoitia y Denise Dresser durante el Segundo Coloquio Las güeras y las prietas. Raza y género en la construcción del escenario político, organizado por el PUEG de la UNAM.

 

FOTO 03

Un grupo de analistas y académicas participaron en el Segundo Coloquio Las güeras y las prietas. Raza y género en la construcción del escenario político, en la UNAM.

 

FOTO 04

Amplia participación registró Segundo Coloquio Las güeras y las prietas. Raza y género en la construcción del escenario político, organizado por el PUEG de la UNAM.