06:00 hrs.  25 de Agosto de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-652

Ciudad Universitaria

 

 

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OTORGA  LA CIENCIA GENÓMICA PODER INÉDITO SOBRE LA NATURALEZA: AMBROSIO VELASCO

 

·        Han convertido la generación de la vida en un producto de las tecnociencias, afirmó el director de la FFyL de la UNAM

·        El uso del saber y del poder tecnocientífico ha de ser ciertamente ético, no sólo eficaz; no ha de tener un mero valor económico y político, sino ético y social, señaló la profesora emérita Juliana González

·        Evandro Agazzi, de la Universidad de Génova, Italia, reconoció que el embrión es un ser humano a partir del momento en el cual su individualidad ontológica se pueda considerar establecida

·        Participaron en la inauguración del Coloquio Internacional Dilemas de Bioética

 

El avance de la ciencia genómica le ha otorgado al hombre poder inédito sobre la naturaleza, al grado que la generación de la vida se ha tornado un producto de las tecnociencias, afirmó Ambrosio Velasco Gómez, director de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.

 

Su poder creativo y causal ha traído consigo una enorme responsabilidad ética y política. Ya no es posible ni deseable mantener la separación entre ciencias y ética, ni que ésta y la filosofía desatiendan los avances científicos, sostuvo al inaugurar el Coloquio Internacional Dilemas de Bioética.

 

 

En el acto, donde estuvo presente Mercedes de la Garza, directora del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFl), y Juliana González Valenzuela, profesora emérita de la FFyL, el funcionario señaló: “La fusión dialógica entre ciencias de la vida y ética es un punto de inflexión en toda la cultura moderna, pues nunca antes el hombre había tenido una relación y actitud ética ante lo natural”.

 

En ese sentido, la bioética es claramente un área de investigación que abre camino a la nueva cultura unificada del siglo XXI: humanística, científica y tecnológica, enfatizó en el aula magna “Fray Alonso de la Veracruz”.

 

En ella, indicó, habrá que replantear el estatus epistemológico, mismo de las ciencias y las humanidades, y se tendrá que integrar con todas las dificultades y retos que ello implica.

 

Por ello, destacó, este Coloquio tiene una enorme significación, pues la bioética constituye hoy en día una línea de investigación de frontera entre las ciencias de la vida y varias disciplinas filosóficas.

 

En su oportunidad, Juliana González Valenzuela mencionó: “Estamos viviendo una época de grandes cambios, particularmente en el ámbito de las revoluciones científicas y tecnológicas; hay muchos signos de que nos encontramos en el umbral de una decisiva transición histórica de salida de unos tiempos y entrada a otros, donde el futuro se vislumbra en muchos sentidos más incierto y más desconocido de lo que por naturaleza es”.

 

Desde el presente, dijo, parecen abrirse ciertamente dos opuestas avenidas: una de promesas y esperanzas, la otra de profundas amenazas y peligros.

 

Es precisamente en el orden de las aplicaciones prácticas o técnicas de los nuevos conocimientos y poderes tecnológicos, donde se presentan los más acuciantes dilemas éticos, donde afloran, junto con augurios benéficos para la humanidad, serios riesgos para ella y para la conservación de la vida y de la Tierra, resaltó.

 

Así como la ética llegó a alojarse en el corazón mismo de la medicina hipocrática y se tornó imprescindible para el ejercicio de su arte, lo mismo ocurre hoy, no sólo en esa disciplina, sino con las biociencias y las biotecnologías de la actualidad, precisó.

 

Bios requiere de ethos para hacer frente a la ambigüedad y a los dilemas cruciales del nuevo saber y poder sobre la vida y la mejora de la misma, acotó.

 

En efecto, aseveró, a la bioética le corresponde la toma de conciencia de ese doble poder creador o destructor de las tecnociencias. En este sentido, constituye el básico recurso de esa responsabilidad necesaria para la ciencia. “A la conciencia y a la voluntad ética corresponde asimismo integrar pasado y futuro, asumir el inicio de los nuevos tiempos, pero con memoria de lo vivo y que debe pervivir; así como reorientar el proceso tecnocientífico hacia fines racionales potenciadores de la vida humana y no humana, y de sus valores más preciados”.

 

La ética de la bioética no sólo apela al ethos individual de las personas o de las comunidades científicas, sino que se expande y ha de irradiar en todas direcciones, subrayó.

 

El uso del saber y del poder tecnocientífico no ha de ser sólo eficaz ni  tener un mero valor económico y político, sino ético y social; ha de ser resultado de la búsqueda en común de consenso y de la deliberación conjunta de las decisiones compartidas, reiteró.

 

Particularmente en los dilemas generales, los que conciernen a la sociedad humana, las decisiones no pueden venir de unos cuantos, de los científicos y tecnólogos y menos aún de los gobernantes y políticos, ni siquiera de los expertos en bioética, consideró.

 

Tienen que ser resultados en los cuales participe la sociedad en su conjunto, pues es a ésta, en última instancia, a quien competen de manera señalada esos usos del saber y el poder de las tecnociencias de la vida, abundó.

 

Esto sólo es posible, señaló, con una sociedad que pueda tener acceso a una información confiable y autorizada en cuestiones de biociencias, biotecnología y bioética. Ese sería uno de los sentidos principales que tendría la llamada sociedad del conocimiento a la cual, se dice, el mundo se dirige.

 

Así, recalcó, sería aquella que está informada, puede llegar a adquirir los mayores datos posibles y fidedignos del estado que guardan las revoluciones científicas y tecnológicas, así como de los dilemas emanados de ellas.

 

De ahí la importancia de eventos como el Coloquio que hoy iniciamos, el cual está plenamente animado por un espíritu dialógico y plural, de búsqueda compartida, refrendó.

 

Al dictar la conferencia Estatus ético y ontológico del embrión humano, 

Evandro Agazzi, profesor de filosofía de la Universidad de Génova, Italia, reconoció que el embrión es un ser humano a partir del momento en el cual su individualidad ontológica se pueda considerar establecida.

 

Por ello, los políticos que pelean desde hace 20 años por sacar consecuencias éticas sobre este problema, no pueden apoyarse únicamente en la biología. Si bien, sus conocimientos son importantes, no son decisivos ni para solucionar la cuestión ontológica ni el conflicto ético, comentó.

 

La tradición de la ética occidental ha tratado de encontrar un fundamento en el hecho de que el humano está ontológicamente más arriba que los demás seres de la naturaleza, incluyendo a los demás animales. De hecho, las diferentes filosofías y religiones han tratado de sacar a la luz las características que hacen del hombre algo superior al resto de los demás seres vivos, concluyó.

 

 

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El uso del saber y del poder tecnocientífico ha de ser ciertamente ético, no sólo eficaz, consideró Juliana González, profesora emérita de la UNAM, al inaugurar el Coloquio Internacional Dilemas de Bioética.

 

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Ambrosio Velasco, Juliana González y Mercedes de la Garza, durante la inauguración del Coloquio Internacional Dilemas de Bioética, que se efectúa en la UNAM.

 

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El embrión es un individuo humano a partir del momento en que su individualidad ontológica puede considerarse establecida, afirmó el profesor italiano Evandro Agazzi, en el Coloquio Internacional Dilemas de Bioética, efectuado en la UNAM.