Boletín UNAM-DGCS-592
Ciudad Universitaria
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final del boletín
EDUCACIÓN Y
CAMBIOS DE CONDUCTA AYUDARÍAN A ERRADICAR LA CISTICERCOSIS
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Implicaría
la instalación de redes de drenaje y agua potable en todos los pueblos de
México, afirmó Carlos Larralde, investigador emérito e integrante de la Junta
de Gobierno de la UNAM
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El
individuo debe responsabilizarse de cuidar su salud y actuar en contra de la
diseminación del parásito, añadió el integrante del Instituto de
Investigaciones Biomédicas
Erradicar la cisticercosis implicaría la instalación de redes de
drenaje y agua potable en todos los pueblos de México, impartir educación
higiénica masiva y cambios de conducta, afirmó Carlos Larralde, investigador
emérito e integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM.
Para controlar la transmisión se debe generar una compleja estrategia
de acción, apegarse a ella y sostenerla, al menos de manera personal, sostuvo
el experto. El individuo debe responsabilizarse de cuidar su salud, dejar de
cometer acciones de riesgo y actuar en contra de la diseminación del parásito
en los escenarios donde transcurre su vida. En el medio urbano quizá bastaría
con diagnosticar y tratar al portador de la solitaria en la familia y dejar de comer en puestos callejeros.
Ello porque el parásito Taenia solium, causante de la enfermedad, está
enraizado en la biología y cultura de la especie humana. Es especialista en
adaptarse y busca hospederos. Ante este panorama es posible reducir el problema
de salud que representa, consideró el integrante del Instituto de
Investigaciones Biomédicas.
En la conferencia “Complejidad e Infección: el caso de la
cisticercosis”, recordó que, como parte del reduccionismo de la biomedicina
tradicional, se solía creer que Taenia Solium era la causa de la cisticercosis. Hoy se sabe que para que una enfermedad como
fenómeno biológico se dé, es necesaria la participación de muchos otros
factores bien entrelazados y organizados en el tiempo, intensidad y frecuencia.
En la sociedad mexicana, abundó el científico en el auditorio del
Jardín Botánico, el parásito de la cisticercosis está instalado. No es una
enfermedad de un individuo; tiene un escenario a escala social y de una
especie.
En su estado adulto, es un gusano plano, que puede medir metros de
largo, que vive casi siempre solo, en el intestino de su único huésped
definitivo: el humano. De hecho, explicó, “vive con nosotros desde hace miles
de años”. Solía estar entre los grandes carnívoros prehistóricos y en los
antílopes de África y luego pasó a los homínidos tempranos, antes de que se
domesticara el cerdo.
Ahora hay millones de humanos y una industria porcícola, y un nicho
ecológico para ese parásito, el cual, incluso, se transporta por carretera y
avión, y con ayuda de los migrantes, hacia otras regiones y países del mundo
entero, reconoció.
Esta enfermedad tiene un ciclo que inicia cuando el sujeto aloja a la Taenia
en su fase adulta en el intestino, que produce millones de huevos que suelta al
medio ambiente en las heces fecales, y si se ponen en contacto con cerdos o
personas, algunos se convierten en un cisticerco que se va al cerebro o a un
músculo, alertó.
Carlos Larralde indicó que en su laboratorio se montó un modelo de
cisticercosis a partir de un ciclo similar con otro ténido que afecta al zorro,
Taenia crassiceps, inyectada en el peritoneo de un huésped, el cual crece en su
hospedero intermediario. Es fácil estudiar la etapa larvaria de este ciclo, ya
que cinco parásitos se convierten en 100 o 200 en 30 días, y en 3 meses hay
miles.
También crece in vitro y se puede modificar su información genética
para determinar qué pasa. Mediante sus investigaciones, se percató de que las
hembras de todas las cepas probadas tienen más cisticercos que los machos,
reveló.
También es más fácil vacunarlos que a sus contrapartes, 5 contra 10 por
ciento, y aún en los ejemplares resistentes sólo al 40 por ciento de las
hembras. “La diferencia de sexo en el hospedero pasa también por el aparato
inmune. Es más fácil inmunizar a los machos”, refirió. La carga parasitaria es
mayor en las hembras, pero estas curvas se igualan eventualmente si se
estrogenizan y desandrogenizan los machos.
Como se observa en este caso, puntualizó el investigador, la enfermedad
no es un accidente, sino un fenómeno biológico, el brazo armado de la evolución
de las especies. Junto con su grupo ha invertido muchos años en el análisis del
hospedero, con experimentos clásicos endocrinológicos: quitar o poner
estrógenos, andrógenos, el timo, sacar respuesta inmune y devolverla, bloquear
expresión génica, etcétera.
Se estudió el dimorfismo sexual en los animales inyectados con el
parásito, y además en un grupo casero, en los cuales se encontró que el
dimorfismo sexual era función del trasfondo génico del hospedero pero también
del estrés ambiental, expresó.
Además del sexo, hay factores genéticos que importan al momento de
desarrollar la enfermedad, como se ha observado en los animales expuestos al
padecimiento, es decir, que están desnutridos, estresados, enfermos de otros
males, castrados o preñados, reiteró.
A todo ello se suma que no todas las taenias en todos los lugares son
iguales. En nuestro país la más común es la que afecta al cerebro. Ello,
precisó, podría deberse a diferencias genómicas.
Las manifestaciones del mal también son distintas. Hay variaciones
entre los niños y adultos; lo mismo que en el número de parásitos y la reacción
inflamatoria de mujeres y hombres, siendo más grande en ellas, entre quienes es
más frecuente un cuadro encefalítico, finalizó Carlos Larralde.
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En nuestro país
la taenia más común es la que afecta al cerebro. Ello, precisó el investigador
Carlos Larralde, podría deberse a diferencias genómicas.
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La cisticercosis
inicia cuando el sujeto aloja a la Taenia en el intestino; si sus heces fecales
entran en contacto con cerdos o personas, puede ir al cerebro o a un músculo,
alertaron en la UNAM.
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El investigador
de la UNAM Carlos Larralde afirmó que erradicar la cisticercosis implicaría la instalación de drenaje y agua
potable, impartir educación higiénica masiva y cambios de conducta.