12:00 hrs.  4 de Agosto de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-592

Ciudad Universitaria

 

 

Pies de foto al final del boletín

 

 

 

EDUCACIÓN Y CAMBIOS DE CONDUCTA AYUDARÍAN A ERRADICAR LA CISTICERCOSIS

 

·        Implicaría la instalación de redes de drenaje y agua potable en todos los pueblos de México, afirmó Carlos Larralde, investigador emérito e integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM

·        El individuo debe responsabilizarse de cuidar su salud y actuar en contra de la diseminación del parásito, añadió el integrante del Instituto de Investigaciones Biomédicas

 

Erradicar la cisticercosis implicaría la instalación de redes de drenaje y agua potable en todos los pueblos de México, impartir educación higiénica masiva y cambios de conducta, afirmó Carlos Larralde, investigador emérito e integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM.

 

Para controlar la transmisión se debe generar una compleja estrategia de acción, apegarse a ella y sostenerla, al menos de manera personal, sostuvo el experto. El individuo debe responsabilizarse de cuidar su salud, dejar de cometer acciones de riesgo y actuar en contra de la diseminación del parásito en los escenarios donde transcurre su vida. En el medio urbano quizá bastaría con diagnosticar y tratar al portador de la solitaria en la familia  y dejar de comer en puestos callejeros.

 

Ello porque el parásito Taenia solium, causante de la enfermedad, está enraizado en la biología y cultura de la especie humana. Es especialista en adaptarse y busca hospederos. Ante este panorama es posible reducir el problema de salud que representa, consideró el integrante del Instituto de Investigaciones Biomédicas.

          

En la conferencia “Complejidad e Infección: el caso de la cisticercosis”, recordó que, como parte del reduccionismo de la biomedicina tradicional, se solía creer que Taenia Solium era la causa de la cisticercosis.  Hoy se sabe que para que una enfermedad como fenómeno biológico se dé, es necesaria la participación de muchos otros factores bien entrelazados y organizados en el tiempo, intensidad y frecuencia.

 

En la sociedad mexicana, abundó el científico en el auditorio del Jardín Botánico, el parásito de la cisticercosis está instalado. No es una enfermedad de un individuo; tiene un escenario a escala social y de una especie.

 

En su estado adulto, es un gusano plano, que puede medir metros de largo, que vive casi siempre solo, en el intestino de su único huésped definitivo: el humano. De hecho, explicó, “vive con nosotros desde hace miles de años”. Solía estar entre los grandes carnívoros prehistóricos y en los antílopes de África y luego pasó a los homínidos tempranos, antes de que se domesticara el cerdo.

 

Ahora hay millones de humanos y una industria porcícola, y un nicho ecológico para ese parásito, el cual, incluso, se transporta por carretera y avión, y con ayuda de los migrantes, hacia otras regiones y países del mundo entero, reconoció.

 

Esta enfermedad tiene un ciclo que inicia cuando el sujeto aloja a la Taenia en su fase adulta en el intestino, que produce millones de huevos que suelta al medio ambiente en las heces fecales, y si se ponen en contacto con cerdos o personas, algunos se convierten en un cisticerco que se va al cerebro o a un músculo, alertó.

 

Carlos Larralde indicó que en su laboratorio se montó un modelo de cisticercosis a partir de un ciclo similar con otro ténido que afecta al zorro, Taenia crassiceps, inyectada en el peritoneo de un huésped, el cual crece en su hospedero intermediario. Es fácil estudiar la etapa larvaria de este ciclo, ya que cinco parásitos se convierten en 100 o 200 en 30 días, y en 3 meses hay miles.

 

También crece in vitro y se puede modificar su información genética para determinar qué pasa. Mediante sus investigaciones, se percató de que las hembras de todas las cepas probadas tienen más cisticercos que los machos, reveló.

 

También es más fácil vacunarlos que a sus contrapartes, 5 contra 10 por ciento, y aún en los ejemplares resistentes sólo al 40 por ciento de las hembras. “La diferencia de sexo en el hospedero pasa también por el aparato inmune. Es más fácil inmunizar a los machos”, refirió. La carga parasitaria es mayor en las hembras, pero estas curvas se igualan eventualmente si se estrogenizan y desandrogenizan los machos.

 

Como se observa en este caso, puntualizó el investigador, la enfermedad no es un accidente, sino un fenómeno biológico, el brazo armado de la evolución de las especies. Junto con su grupo ha invertido muchos años en el análisis del hospedero, con experimentos clásicos endocrinológicos: quitar o poner estrógenos, andrógenos, el timo, sacar respuesta inmune y devolverla, bloquear expresión génica, etcétera.

 

Se estudió el dimorfismo sexual en los animales inyectados con el parásito, y además en un grupo casero, en los cuales se encontró que el dimorfismo sexual era función del trasfondo génico del hospedero pero también del estrés ambiental, expresó.

 

Además del sexo, hay factores genéticos que importan al momento de desarrollar la enfermedad, como se ha observado en los animales expuestos al padecimiento, es decir, que están desnutridos, estresados, enfermos de otros males, castrados o preñados, reiteró.

 

A todo ello se suma que no todas las taenias en todos los lugares son iguales. En nuestro país la más común es la que afecta al cerebro. Ello, precisó, podría deberse a diferencias genómicas.

 

Las manifestaciones del mal también son distintas. Hay variaciones entre los niños y adultos; lo mismo que en el número de parásitos y la reacción inflamatoria de mujeres y hombres, siendo más grande en ellas, entre quienes es más frecuente un cuadro encefalítico, finalizó Carlos Larralde.

 

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PIES DE FOTO

 

 

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En nuestro país la taenia más común es la que afecta al cerebro. Ello, precisó el investigador Carlos Larralde, podría deberse a diferencias genómicas.

 

 

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La cisticercosis inicia cuando el sujeto aloja a la Taenia en el intestino; si sus heces fecales entran en contacto con cerdos o personas, puede ir al cerebro o a un músculo, alertaron en la UNAM.

 

 

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El investigador de la UNAM Carlos Larralde afirmó que erradicar  la cisticercosis implicaría la instalación de drenaje y agua potable, impartir educación higiénica masiva y cambios de conducta.