Boletín UNAM-DGCS-573
Ciudad Universitaria
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ESTUDIAN EN LA
UNAM EL VENENO DEL ALACRÁN
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Desde hace más de dos décadas, en el Instituto de Biotecnología trabajan
en la obtención de una vacuna contra la toxina de esos artrópodos, y en la
mejora de los antivenenos existentes
Con el propósito de conocer el funcionamiento
de la estructura de las toxinas del veneno del alacrán y atender mejor a las
cerca de 250 mil personas que cada año son víctimas de los piquetes de ese
animal, en el Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM, el grupo científico
encabezado por el doctor Lourival Domingos Possani Postay, investiga al
artrópodo.
Del
total de casos por picaduras atendidos en los hospitales mexicanos algunas
centenas tienen consecuencias fatales. Por ello, desde hace más de dos décadas,
los universitarios trabajan en la obtención de una vacuna.
Se
determina, por medio de modelos en laboratorio, su función, por qué el veneno
mata, cómo se origina el desarreglo de información intracelular, el cual
produce problemas respiratorios, edema pulmonar, paro cardiaco (expresión
máxima de una insuficiencia en la función musculatoria del corazón) o alguna
manifestación clínica que puede desembocar en la muerte, adelantó.
En
el laboratorio del doctor Possani Postay se cuenta con sistemas de cultivo de
células que expresan a receptores o moléculas blanco de acción de compuestos
nocivos, y que en el caso de los escorpiones son proteínas de canales iónicos. Han
determinado que afectan el funcionamiento de esos conductos de membranas
excitables, sobre todo de nervios y músculos. De ahí el daño producido,
explicó.
Otra
vertiente de ese grupo científico es la clonación de genes. “Extraemos a los
mensajeros (RNA mensajero), hacemos un banco de CDNA (DNA complementario) y por
varias metodologías intentamos aislar los genes que codifican para las
toxinas”, dijo.
Los
universitarios saben, primero, cuántos componentes tiene el veneno –entre 70 y
100 y hasta 200, de acuerdo con la especie–, cuál es su peso molecular y
estructura, así como su función.
Al
respecto, Lourival Possani señaló que no conocen la conformación de todos, sino
de grupos representativos parecidos que afectan a cierto tipo de moléculas,
como los canales iónicos de sodio o potasio. “Tenemos purificados y estudiados
alrededor de 300 péptidos de diferentes alacranes y sabemos grosso modo, cuál
es la estructura que los caracteriza”.
Una
vez conocida su tarea y con los genes clonados en sistemas heterólogos (diferente
al organismo natural, en este caso los escorpiones son reemplazados por la
bacteria Escherichia coli), se intentan producir en laboratorio para usarlos en
la fabricación de antivenenos. “Esa es la parte médica relacionada con nuestro
trabajo”, reconoció.
Abundó
que es posible hacer estudios de estructura-función; se pueden modificar los
genes o aminoácidos y obtener, mediante mutación dirigida, variantes de toxinas
que mimetizan a las naturales. Podría pensarse en una cadena de 30 o 60
eslabones, en este caso toxinas que reconocen a las de potasio y sodio, y
modificarlas para determinar qué pasa con la función.
En
el Aracnario del IBt, recién inaugurado, se cuenta con una sección dedicada a
los alacranes, donde pronto se comenzará a trabajar en la extracción del
veneno. En ese lugar, se almacenarán 10 mil o 15 mil de esos artrópodos para
continuar los estudios.
Refirió
que después de obtener la ponzoña, se separa por su peso molecular y después
por intercambio iónico o por cromatografía líquida de alta presión, para
analizar su estructura química. “También se hace un análisis de aminoácidos y
se determina su secuencia peptídica por medio de la degradación automática de
Edman o por espectrometría de masas”.
Este
último permite determinar la masa molecular de pétidos/toxinas de bajo peso
molecular, aunque el Instituto está por adquirir otro instrumento automatizado,
para un mayor número de muestras con pesos más elevados. Asimismo, el
laboratorio tiene a su disposición un analizador y un secuenciador de
aminoácidos, junto con cromatógrafos líquidos de alta presión para separar los
componentes de sustancias dañinas, reveló.
Para
la clonación se cuenta con un secuenciador de ADN para determinar la ubicación
de los nucleótidos. Además, con lo necesario para la síntesis de toxinas, o
sea, para “pegar” de forma química un aminoácido con otro, de acuerdo con las
secuencias determinadas, lo cual podría servir para desarrollar vacunas.
De
ese modo, resumió Possani Postay, a partir del animal vivo podemos sacar el
veneno, separar sus componentes, identificar la masa, determinar la estructura
primaria, sintetizar los péptidos, clonar, expresar y modificar genes y
precisar su función.
Respecto
a la posibilidad de obtener una inmunización, reconoció que luego de años de
trabajo y de conseguir cientos de péptidos, no se ha podido sintetizar una que
proteja contra efectos tóxicos. En los ratones inmunizados se provocaron
defensas, pero continuaron siendo sensibles a su exposición.
Se
utilizaron estrategias parecidas a las emprendidas para obtener otras vacunas
(en contra de virus y bacterias), pero no funcionaron porque el péptido
producido, sintético, no tiene la misma estructura que el natural y genera
anticuerpos que no neutralizan el efecto, y peor aún, protege al veneno en el
organismo y lo torna sensible.
“Los
anticuerpos generados reconocen las toxinas, pero no tienen ni la afinidad ni
el encaje molecular que los haga protectores; al contrario, al ‘pegarse’ a las
toxinas de manera insuficiente, evitan que las proteasas endógenas las degraden
o que el sistema immune las elimine”, alertó.
Por
ello inició el estudio de la clonación de genes y expresión heteróloga para, en
una primera fase, conseguir mejores antídotos, ante la imposibilidad de
conseguir hasta ahora una vacuna efectiva.
Sin
embargo, en el mismo laboratorio, liderado por Baltazar Becerril, se consiguió
el desarrollo de anticuerpos humanos, capaces de neutralizar las toxinas de la
ponzoña, lo que abre la posibilidad de obtener antivenenos de cuarta
generación, que disminuirían los efectos colaterales de los actuales.
“Las
perspectivas futuras son halagüeñas y tengo la esperanza de que ayudaremos a
resolver, de forma más adecuada, el problema del alacranismo en México”,
finalizó.
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FOTO 01.
Cada año se
registran en México más de 250 mil picaduras de alacranes, de las cuáles
algunas centenas tienen consecuencias fatales. El grupo de Lourival Possani en
la UNAM trabaja en la obtención de una vacuna contra la toxina de esos
artrópodos.
FOTO 02
En el Instituto
de Biotecnología de la UNAM, Lourival Possani y su grupo estudian la clonación
de genes y expresión heteróloga para contar con mejores antivenenos en caso de
picaduras de alacrán.