06:00 hrs.  22 de Julio de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-557

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

MICROFÓSILES PERMITIRÍAN CONOCER Y RECONSTRUIR EL CLIMA Y LA VEGETACIÓN DE LOS ÚLTIMOS 25 MIL AÑOS

 

·        María del Socorro Lozano García, del IG de la UNAM, señaló que se intenta conocer las modificaciones de los últimos 25 mil años

·        Se requieren datos paleontológicos, antiguos, para calibrar los modelos de cambio climático futuro, explicó la investigadora

 

En el Instituto de Geología (IG) de la UNAM científicos analizan diversos microfósiles, como granos de polen, que constituyen un registro ambiental con el cual es posible reconstruir la vegetación y clima de la tierra en por lo menos los últimos 25 mil años.

 

El trabajo, explicó la doctora María del Socorro Lozano García, encargada del proyecto, abarca el análisis de lagos de la región centro de México, donde esos elementos se depositan.

 

“Nos interesa estudiar el cambio climático de los últimos miles de años en esta zona, mediante la modificación de la vegetación, para comprender el efecto que ha tenido ese fenómeno global en nuestro país, sobre todo porque en la actualidad se percibe de manera clara un calentamiento del planeta”, informó.

 

Es decir, afirmó, se requieren datos antiguos, como los que obtienen los universitarios para calibrar los modelos de cambio climático futuro, con el fin de establecer los efectos que podría tener tal hecho planetario.

 

Reconoció que de las zonas tropicales, como México, hay pocos datos paleoecológicos. Hay muchos más de las zonas de altas latitudes o de las naciones desarrollados; por eso es importante hacer este tipo de investigaciones para comprender la variación calorífera natural y estimar el impacto de la acción humana.

 

Para estudiar los restos vegetales fósiles se utiliza la palinología, una ciencia que analiza microfósiles llamados palinomorfos (polen y esporas, hongos, algas y microrrestos de animales). Son cuerpos formados por una sustancia llamada esporopolenina, un biopolímero resistente que se preserva durante cientos, miles y millones de años. De hecho, aseveró, se cuenta con registro de las primeras plantas terrestres y con flores que existieron en el planeta.

 

Debido a esa resistencia, se conservan en los sedimentos y en las rocas. De esa forma, continuó, se puede reconstruir la historia de la vegetación y el clima; y no sólo eso, sino que la palinología tiene aplicaciones en geología, industria petrolera y medicina, entre otras.

 

Los científicos perforan los fondos de los lagos para obtener sedimentos, donde se encuentran los microfósiles, que miden entre 10 y 500 micras, observables sólo en microscopio, explicó.

 

La doctora Lozano recordó que la vegetación actual se establece de acuerdo con parámetros climáticos, por ejemplo, en la costa del Golfo hay selva y en las montañas que rodean a la ciudad de México hay bosques. Es decir, existen condiciones que determinan el establecimiento de ciertos tipos de plantas.

 

Se estudian los lagos porque ahí se van “archivando” los palinomorfos. Cada año se producen granos de polen y esporas que se depositan en el fondo de esos cuerpos de agua, proceso que dura cientos o miles de años. Si las magnitudes se modifican, esta variación ambiental se registra en los sedimentos lacustres.

 

 

Al analizar el contenido y sus propiedades, se reconstruye el entorno y su vegetación, en este caso, del centro de México. Hasta ahora se han analizado los lagos de Chalco, Texcoco, Tecocomulco y Lerma, además de varios del Golfo de México como el Verde y La Colorada, junto con otros del oeste, como Zacapu y Cuitzeo. Se trabaja en el lago de Santa María del Oro, Nayarit, para determinar cómo han cambiado las fuentes de humedad en los últimos miles de años y el efecto de la alteración atmosférica.

 

La profundidad de los lagos es variable, explicó. Por ejemplo, Chalco es un lago somero de dos o tres metros. El Zirahuén tiene de 35 a 40 metros de agua. El de Santa María del Oro, Nayarit, que es un lago-cráter, tiene 55, de los más hondos en el país.

 

Los universitarios cuentan con una serie de equipos para trabajar. De hecho, se acaba de adquirir una plataforma de perforación que permite explorar cuerpos de agua abisales.

 

Entre más profundo es el lago, abundó María del Socorro Lozano, es más alta la probabilidad de que estén preservados sedimentos que abarcan un periodo de tiempo mayor. Las muestras se extraen en tramos de dos metros y se trasladan a los laboratorios para su posterior análisis.

 

En dichas muestras lacustres se notan perfectamente las diferentes capas del sedimento. En la cuenca de México destacan, por ejemplo, las cenizas volcánicas. “Tenemos una secuencia de 26 metros en el lago de Chalco, donde sobresalen varias etapas eruptivas del Popocatépetl”. Es decir, reiteró, no sólo se registra lo que pasa en el lago, sino que tales archivos naturales también revelan eventos como una erupción.

 

También se perforó una secuencia en el flanco noroeste del volcán Iztaccíhuatl, a 3 mil 900 metros de altura, gracias a lo cual se pueden ver las transformaciones en las líneas de las nieves de los últimos 10 mil años.

 

Según registros del lago El Marrano, el pastizal alpino se localizaba a 3 mil 600 metros de altura hace nueve mil años. En la actualidad, está por encima de los 4 mil, es decir, las franjas de vegetación bajaron a consecuencia de un enfriamiento de tres grados en ese entonces.

 

En aquella época también había presencia humana. Ese es otro aspecto importante, señaló Lozano García, entender cómo afecta el clima a la sociedad. Por ejemplo, hay un registro que se ha estudiado en los últimos años en la península de Yucatán, que da evidencia sobre el colapso de la cultura maya a consecuencia de una sequía, entre el año 850 y 1000 de nuestra era.

 

Los datos indican que este fenómeno también afectó al centro de México y hubo alteración en los niveles lacustres del Lerma, por ejemplo. Como consecuencia, la cultura mazatlinca, que vivía en esa cuenca, construyó montículos dentro de lo que fuera el lago, los cuales debió abandonar una vez que concluyó la sequía.

 

En Zirahuén también se ha registrado la actividad humana a través del polen de plantas cultivadas. “Podemos determinar con cierta precisión cuándo comenzó la agricultura en alguna zona a través de los análisis de sedimentos, donde aparecen fragmentos de maíz o de otros cultivos, por ejemplo”.

 

Cercano a Santa Clara del Cobre, en ese mismo lago se puede determinar, asimismo, en qué momento se empezó a trabajar con metales, los cuales también se asientan. De ahí la utilidad de este tipo de estudios, añadió la especialista.

 

Con estos trabajos se determina el impacto de la actividad humana. Así se observa en el Lago Verde, en Los Tuxtlas, Veracruz, donde se percibe la tala de la selva desde hace 300 años, y a partir de 1970, su transformación en zona de cultivo de caña.

 

 

Además de colaborar con otros científicos universitarios, de los institutos de Geología, Geofísica e Investigaciones Antropológicas, junto con la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, se investiga con otras instituciones, nacionales y del extranjero.

 

María del Socorro Lozano colabora en un proyecto internacional. Una vez que sus resultados sean publicados, los enviará a una base de datos, dependiente de la National Oceanic and Atmospheric Administraion (NOAA) de Estados Unidos, donde se reúne la información necesaria para hacer reconstrucciones de la flora global, que permitan entender el cambio climático natural y antropogénico.

 

La variación natural de la temperatura, aseguró la investigadora, siempre ha existido. Empero, en la actualidad, la rapidez con la que alteramos nuestro entorno a través de la deforestación, la quema de combustibles fósiles, etcétera, es mucho mayor, por lo cual a los seres vivos en general les costará más trabajo adaptarse a ese cambio. Se prevé, por ejemplo, el desplazamiento de hábitat de muchos organismos.

 

Ante tal fenómeno, finalizó la experta, mientras más datos se tengan sobre el funcionamiento del sistema climático en épocas pasadas, la calidad de resultados de los modelos predictivos será mejor. Con registros de temperaturas y precipitaciones los estudios mejorarán y los resultados no tendrán tanta incertidumbre.

 

--o0o—

 

FOTO A01

En el Instituto de Geología de la UNAM, científicos encabezados por María del Socorro Lozano García, analizan granos de polen para reconstruir la vegetación y el clima de hace miles de años.

 

FOTO A06  portal

Investigadores de la UNAM analizan microfósiles para comprender el efecto del cambio climático en el planeta, afirmó María del Socorro Lozano García, del Instituto de Geología.