06:00 hrs.  17 de Julio de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-545

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

 

SERVIRÍAN LÌQUENES PARA MEDIR  CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA

 

·        Son biomonitores de calidad de aire y son útiles por las aplicaciones farmacéuticas de sus metabolitos secundarios, y en las funciones de los ecosistemas

·        En México el número de especies podría ser de cuatro mil, dijo María de los Ángeles Herrera, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM

 

Los líquenes son buenos indicadores de la contaminación atmosférica porque acumulan en sus paredes celulares metales pesados, compuestos derivados de dióxido de azufre e hidrocarburos policíclicos, reveló la doctora María de los Ángeles Herrera, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM.

 

La también curadora de la Colección de Líquenes del Herbario Nacional dijo que el estudio de estos organismos puede ser justificado por su utilidad como biomonitores de calidad de aire, las aplicaciones farmacéuticas de sus metabolitos secundarios, por su importancia en las funciones de los ecosistemas y por el entendimiento de diferentes tipos de simbiosis.

 

Al abundar en la primera de esas funciones señaló que al ser indicadores potenciales de la situación ambiental, podría realizarse un estudio de los depósitos y efectos de los tóxicos atmosféricos bioacumulables, mediante una evaluación liquenológica de los bosques de la cuenca de México.

 

En el mundo se estima la existencia de entre 13 mil y 20 mil especies de líquenes. Tan sólo en México la cifra podría ser de cuatro mil. Sin embargo, en nuestro país, la mayor parte de los estudios referentes a estos organismos han sido resultados colaterales de otros proyectos de investigación, aseveró.

 

Entre los trabajos realizados sobresale la colaboración con Ángel Zambrano, del Instituto Mexicano del Petróleo, donde se compararon las comunidades de líquenes epífitos (fijados en árboles) en los oyameles del Desierto de los Leones en el DF y del Parque Nacional El Chico, en Hidalgo.

 

"Se encontraron diferencias considerables en riqueza y diversidad. Es claro el alto deterioro de las comunidades liquénicas en ese parque del DF, en donde muchas especies ya han desaparecido", sostuvo.

 

Tal situación se atribuye a la desordenada urbanización a la que se ha sometido la zona y, en particular, consideró, al elevado índice de sustancias nocivas que afecta a este bosque. "Restaurar líquenes en zonas perturbadas es prácticamente imposible".

 

El Desierto de los Leones es un modelo para nuevos estudios, debido a que todos sus componentes están dañados. Los líquenes del suelo se perdieron por completo y los epífitos están deteriorados. Especies antes abundantes, sensibles a contaminantes, ya no existen. Además, hay que considerar la tremenda extracción de agua y que el arbolado está enfermo y talado. Para recuperar el área se requiere de un programa integral.

 

Asimismo, añadió, los proyectos de investigación del Laboratorio se abocan al estudio de la biodiversidad liquénica de otras regiones del país y pueden enmarcarse en dos grandes áreas: sistemática y ecología.

 

 

Los más importantes se refieren a los líquenes foliícolas en bosques tropicales húmedos de México, como modelo para estudios funcionales de la biodiversidad e indicadores de perturbaciones antropogénicas, que se desarrolla en la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas, Veracruz, además del impacto del manejo forestal en las comunidades de los bosques de pino-encino en la sierra Juárez de Oaxaca, apuntó.

 

Antes de los estudios de María de los Ángeles Herrera y su equipo se conocían únicamente 91 especies de líquenes foliícolas en México; ahora se cuenta con un listado aproximado de 360. Para incrementar el conocimiento de la riqueza de la flora liquénica, en la actualidad se realiza trabajo de campo en el DF, Hidalgo, Puebla, Oaxaca y Veracruz.

 

En México no sólo no se cuenta con un inventario de líquenes, sino que "estamos lejos de eso", refirió. Sólo se tienen listas preliminares de macrolíquenes de Chiapas y Oaxaca, y de la selva alta perenifolia de Los Tuxtlas, Veracruz, así como un buen conocimiento del desierto sonorense, gracias a un proyecto de la Universidad Estatal de Arizona, pero falta mucho por hacer.

 

Por ello, dijo, se requiere con premura generar información básica sobre la flora liquénica nacional, ya que nuestro territorio es una de las regiones en las cuales los esfuerzos por dar cuenta de dicha diversidad han sido aislados.

 

La responsable del Laboratorio de Líquenes del Departamento de Botánica de esa entidad, expuso que, además, su grupo de investigación es el primero constituido a escala nacional, con formación y metodología para trabajar con ese tipo de variedades.

 

La científica precisó que parte de la biodiversidad de México son los hongos liquenizados o líquenes. Se trata de hongos en simbiosis con cianobacterias o algas que forman un cuerpo diferente al de cada uno por separado. Se considera una estrategia evolutiva fúngica que favorece a los participantes en términos nutricionales y de colonización de un mayor número de hábitat, entre otros.

 

Los líquenes exhiben una gran variedad de colores, tipos morfológicos o formas de crecimiento. Así, por ejemplo, los hay microscópicos, desde unos cuantos milímetros de diámetro, como algunos que para ser colectados en ocasiones son buscados con lupa, hasta especies que pueden llegar a medir siete u ocho metros de longitud y formar verdaderas cortinas en los bosques, informó.

 

Estos organismos se desarrollan en todo tipo de substrato: en rocas (saxícolas), en corteza (cortícolas), en hojas de plantas (foliícolas), en suelo (edafícolas), etcétera, e inclusive en substratos antropogénicos como plástico, cemento o asbesto, expresó la experta.

 

Por lo general, la forma de vida liquénica se caracteriza por una alta longevidad, bajas tasas de crecimiento, tolerancia a la desecación y a las temperaturas extremas, por lo que son considerados como los extremistas más exitosos, porque se desarrollan en ambientes adversos para otros organismos, como los helados desiertos polares o las zonas más calientes de las zonas subtropicales.

 

Algunos crecen escasos milímetros al año, y aún otros requieren de 300 años para que su cuerpo alcance un peso de 300 miligramos. Sin embargo, cabe agregar que muchas especies son sensibles a la sequía, el calor, el congelamiento y la contaminación atmosférica, pues esos factores pueden desequilibrar la relación entre los simbiontes.

 

La universitaria trabaja en el ordenamiento y computarización de la Colección de Líquenes del Herbario Nacional que ha incrementado su número de 3 mil 600 ejemplares a alrededor de 10 mil en los últimos años, y cuyo primer ejemplar fue recolectado en la década de 1930.

 

El objetivo de ese proceso es habilitar un acervo de investigación que pueda ser consultado por quien así lo requiera y que posibilite el intercambio de ejemplares con otras instituciones, concluyó.

 

 

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Se requiere generar información básica sobre la flora liquénica nacional, pues los esfuerzos por dar cuenta de dicha diversidad han sido aislados, aseguró María de los Ángeles Herrera, del IB de la UNAM.

 

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María de los Ángeles Herrera, del IB de la UNAM, explicó que los líquenes son buenos indicadores de la contaminación atmosférica.