06:00 hrs.  09 de Julio de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-523

Ciudad Universitaria

Pies de foto al final del boletín

 

INDISPENSABLE, REALIZAR ESTUDIOS SOBRE LA SEQUÍA EN EL TERRITORIO NACIONAL

 

·        María Engracia Hernández, del Instituto de Geografía de la UNAM, señaló que México sufre cada año graves pérdidas económicas y hasta humanas por este fenómeno

·        Sus primeras consecuencias son la baja en las cosechas, déficit de agua y problemas de salud en personas y animales

·        En el último evento de “El Niño” en México (1997-1998), los daños a la agricultura por esta causa, incendios forestales y demás, ascendieron a dos mil millones de dólares, indicó

 

Cada año nuestro país sufre graves pérdidas económicas y hasta humanas por la sequía; sin embargo, es indispensable hacer un estudio más a fondo sobre este problema y tomar las medidas necesarias, porque es un fenómeno que afecta a todas las regiones, señaló María Engracia Hernández Cerda, investigadora del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.

 

Advirtió que el primer efecto es la baja en la producción del sector de la agricultura, y cuando se prolonga, el siguiente paso es el déficit de agua, sobre todo en las zonas urbanas, posteriormente se pueden generar enfermedades.

 

Es una realidad que en México tenemos el problema de la sequía pero es un mito, no hay una cultura para su identificación y suele confundirse con la falta de lluvias, consideró.

 

Se estima, que tan sólo en el último evento meteorológico ocasionado por el “El Niño”, registrado en México entre 1997 y 1998, los daños causados a las cosechas por esta causa, incendios forestales y cambios en la pesca, ascendieron a más de dos mil millones de dólares.

 

En ese sentido, Hernández Cerda subrayó que este fenómeno natural fue el que más impacto ha tenido para nuestro país en años recientes, con el cual se rompieron algunos indicadores históricos de temperaturas máximas en la ciudad de México, hubo falta de agua, vinculada con la gran presencia de siniestros en los bosques.

 

Explicó que la sequía en México ha afectado mucho y generado múltiples pérdidas económicas, tanto en el sector agrícola como en la ganadería, ya que se mueren las cabezas de ganado por la falta del vital líquido.

 

Al respecto, Hernández Cerda comentó que la mayor proporción de pérdidas por fuego forestal que se registran cada año en nuestro territorio, son de origen antropogénico (provocados por el ser humano), no por causa natural.  Además, como en México se da una agricultura de “tumba, roza, y quema”, cuando hay elevadas temperaturas, hay mayores probabilidades de que se genere un incendio, y es más difícil controlarlo.

 

La geógrafa universitaria insistió que falta hacer un estudio más a fondo de la vulnerabilidad por sequía. En el caso de los ciclones, por ejemplo, como tienen efectos inmediatos se conocen perfectamente las zonas de alta peligrosidad por la frecuencia.

 

Se han realizado trabajos sobre este fenómeno en la región norte de la República Mexicana. Pero si se llevara a cabo un registro general y se pudiera obtener su moda hasta el año 2000 o 2004, de acuerdo con la información meteorológica disponible, se podría ver cómo ha sido este proceso y establecer las probabilidades anuales de que ello ocurra. Eso permitiría tomar diversas medidas de prevención.

 

 

 

Explicó que para mitigar sus efectos es indispensable tomar en cuenta la actuación de los diferentes niveles de las autoridades, desde las locales hasta los encargados de las decisiones, junto con la parte académica, investigadores y sociedad. Ello facilitaría acuerdos para realizar planes de protección; el problema es que no se les da seguimiento por los cambios administrativos.

 

La integrante del IGg aseguró que la sequía es uno de los fenómenos atmosféricos de mayor afectación para la población. Sin embargo, no es tan evidente como cuando ocurre un ciclón, que es devastador.

 

Por el contrario, su inicio es sutil, porque no se advierte su presencia hasta que se perciben sus efectos, y tampoco se aprecia cuando concluye, ya que termina de golpe, a veces con una inundación o una lluvia torrencial. Por eso estas manifestaciones meteorológicas no se cuantifican como tales, a pesar de ocasionar mayor afectación para la sociedad en su conjunto.

 

Por lo general, mencionó, sólo se toman disposiciones para aminorar los efectos en el momento en que ocurren, pero no se llevan a cabo medidas de mitigación, a largo plazo, porque después se olvida lo ocurrido.

 

En Australia, por ejemplo, la sequía está considerada como parte del clima; es decir, un hecho recurrente, aunque no se puede especificar con qué periodicidad. Por ello, en ese país los planes de contingencia para este fenómeno son cotidianos, no de emergencia, “eso es lo que no tenemos en nuestro país”, señaló.

 

La especialista estableció que en alrededor del 50 a 80 por ciento de la República Mexicana hay áreas con climas áridos, donde la precipitación pluvial es baja; el problema es que la gente quiere utilizar esas zonas para sembrar, sin las condiciones pluviométricas adecuadas para ello.

 

Cuando un municipio o región se declara en estado de emergencia por la escasez pluvial se hace un análisis estadístico de las condiciones de precipitación o de otros fenómenos, como heladas, nevadas, granizadas, etcétera; y se determina si de verdad existieron esas condiciones y les dan apoyo económico, expresó.

Agosto y septiembre son los meses más lluviosos en nuestro país. Por ello, “es importante definir la época del año en que esto ocurre, con ello se puede hacer una planificación más adecuada en cuanto al uso del agua, la cantidad que cae, no el líquido que se tiene”, concluyó la académica universitaria.

 

 

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FOTO 01

María Engracia Hernández, del Instituto de Geografía, subrayó que el fenómeno natural que más impacto ha tenido en México fue el niño de 1997-1998, cuando se establecieron temperaturas récord en la capital.

 

FOTO 02.

Es una realidad que en México tenemos el problema de la sequía pero es un mito, no hay una cultura para su identificación y suele confundirse con la falta de lluvias, consideró la geógrafa universitaria María Engracia Hernández.