Boletín UNAM-DGCS-522
Ciudad Universitaria
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final del boletín
TRABAJAN UNIVERSITARIOS EN EL DESARROLLO DE NUEVO MÉTODO PARA DIAGNOSTICAR NEUROCISTICERCOSIS
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Se basa en antígenos de Taenia solium, parásito que provoca la
enfermedad
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El procedimiento, hasta el momento, ha dado resultados cien por cien
efectivos y podría aplicarse en hospitales donde no se cuenta con instrumentos
de resonancia magnética o tomografía
· Permite determinar si el agente causante está vivo, explicó José Luis Molinari Soriano, del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM
Científicos de la UNAM
desarrollaron un nuevo método de diagnóstico de neurocisticercosis, basado en
el uso de antígenos o sustancias que inducen la producción de anticuerpos de Taenia
solium, el parásito que produce esta enfermedad, señaló José Luis Molinari
Soriano, del Instituto de Fisiología Celular (IFC).
Añadió que estos elementos son
capaces de reconocer exclusivamente anticuerpos en el líquido cefalorraquídeo
de pacientes con parásitos vivos; con ello, el médico puede decidir qué
tratamiento da.
Este desarrollo, publicado en la revista inglesa Annals
of Tropical Medicine and Parasitology, resultaría útil en aquellas zonas del
país, en cuyos hospitales no existe equipo de imagen, como resonancia magnética
o tomografía computarizada, ya que podría hacerse un diagnóstico acertado con
una muestra de líquido cefalorraquídeo y el uso de esos antígenos, explicó.
Otra de sus ventajas es que sirve para monitorear la
evolución del paciente cisticercoso que recibe tratamiento, sin necesidad de
utilizar costosos instrumentos, como ocurre hasta ahora, agregó.
Molinari
Soriano abundó que es difícil conocer la incidencia de la cisticercosis en
México con exactitud, ya que muchos de los afectados, en su mayoría gente
humilde o que vive en el medio rural, no acuden al médico y no son
diagnosticados de forma oportuna.
A través de
autopsias se ha determinado que alrededor de tres por ciento del total de
muertos por cualquier causa padecía la enfermedad, o sea, manifestaba la
presencia de cisticercos, reveló.
El padecimiento, aseveró, es
causado por un parásito –céstodo– Taenia
solium, que es hermafrodita. Se trata de un gusano plano y largo que está
segmentado. De tal suerte, cuando es adulto produce huevos que pueden salir a
la luz intestinal.
Sus últimas partes contienen
úteros y en cada uno pueden albergarse entre 50 mil y 60 mil huevos capaces de
infectar. Los huevecillos salen al medio ambiente en la materia fecal. Así, el
mal se transmite al consumir alimentos contaminados con ella, alertó.
En el campo, los cerdos
llamados de traspatio consumen materia fecal de humanos, en muchas ocasiones
enfermos, mecanismo por el cual adquieren el mal. El consumo de carne porcina
(cisticercosa) mal cocida, conduce a la adquisición de teniosis.
Una vez que los
huevos del parásito están en el intestino, los embriones se activan, se liberan
de su bolsa y penetran en el tejido de ese aparato. Allí pueden alcanzar un
vaso sanguíneo y viajar por la sangre para establecerse en un ojo, lengua, corazón,
los músculos o, peor aun, en el sitio más peligroso: el cerebro, y producir
neurocisticercosis.
Si un parásito
obstruye la circulación del líquido cefalorraquídeo puede ocasionar, por
taponamiento brusco, muerte instantánea del enfermo, o hacerlo sufrir durante
años dolor de cabeza, epilepsia o diversas alteraciones verbales, auditivas o
intelectuales. “El afectado llega a la demencia por la destrucción de su tejido
nervioso central”, indicó el experto.
Una vez que se ha
diagnosticado el mal, expuso, existen medicamentos que pueden ser utilizados
para el tratamiento. De ser necesario, en ocasiones esto se combina con
intervenciones quirúrgicas.
El metacéstodo,
conocido comúnmente como cisticerco, es la fase previa al parásito maduro. De
él se obtuvieron los antígenos. El proceso consistió en llevar al laboratorio
cerdos parasitados (a veces con hasta 20 mil cisticercos por kilo de carne) y
sacrificarlos, apuntó.
Luego, se
disecaron los cisticercos en cajas de Petri, donde se les colocó en un medio de
cultivo para que secretaran proteínas. Mediante una prueba conocida como
inmunotransferencia se detectó que por lo menos había tres antígenos en esas
secreciones, distinguidas por su peso molecular, refirió.
“Tales
proteínas sirvieron para hacer el estudio de diagnóstico de la enfermedad. La
hipótesis de la cual partimos fue que en un humano o cerdo parasitado, el
cisticerco que está vivo secreta esas sustancias en el cerebro, músculo u otro
tejido, de tal manera que el organismo huésped reconoce como extrañas a estas
proteínas y produce anticuerpos, los cuales podrían encontrarse en el líquido
cefalorraquídeo y a veces en la sangre”, advirtió.
Para comprobar
la hipótesis se contó con el apoyo del Laboratorio de Inmunología del Instituto
Nacional de Neurología y Neurocirugía, que proporcionó material biológico (el
mencionado líquido) de 141 sujetos, con el cual se comenzaron a probar los
nuevos antígenos, expresó.
Con ayuda de
otra prueba inmunológica llamada ELISA (ensayo inmunoenzimático ligado a enzimas,
por sus siglas en inglés), se vio que los valores del experimento eran altos,
precisó.
Molinari
Soriano dijo que al inicio de la investigación no se sabía a quienes
pertenecían las muestras de líquido y si correspondían a enfermos que padecían
o no neurocisticercosis. Una vez realizados los exámenes se revisaron las
historias clínicas y se detectó que sólo los afectados con el padecimiento y
con el parásito vivo registraron ELISA e inmunotransferencia positivos. Tal
situación no se había detectado con el uso de antígenos anteriores.
Además, al hacer la clasificación de los datos, se pudo
precisar el desarrollo de los parásitos, al observarse que las fases vivas
producen los valores más altos, y distinguir con precisión los líquidos
cefalorraquídeos de pacientes que tenían neurocisticercosis pero con parásitos
muertos, así como de aquellos sin la enfermedad, cuya prueba salió en “blanco”,
informó.
De ese modo, aclaró, se encontró que los nuevos antígenos
sirven para monitorear la evolución del afectado cisticercoso. Cuando los
parásitos mueren, desaparecen las secreciones y no se producen anticuerpos y
los que existían comienzan a disminuir, todo lo cual se detecta.
En la actualidad, ese monitoreo debe hacerse también con
ayuda de las imágenes médicas. Es decir, enfatizó, para determinar si el agente
feneció se requiere otra resonancia magnética; el descubrimiento de los
universitarios podría ser fundamental.
Además, adelantó José Luis Molinari, este desarrollo
podría ser patentado, venderse a alguna compañía y exportarse a otros países
con este problema de salud pública, como Perú, Colombia, Bolivia e, incluso,
Estados Unidos.
La investigación continuará de forma que en el futuro sea
posible producir los antígenos en el laboratorio, pero sin depender de los
cerdos infectados, sino mediante ingeniería genética, expresados en alguna
bacteria o levadura, finalizó el destacado científico.
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Universitarios
desarrollaron un nuevo método de diagnóstico de neurocisticercosis basado en
antígenos de Taenia solium, dijo José Luis Molinari Soriano, del Instituto de
Fisiología Celular de la UNAM.
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José Luis Molinari Soriano, del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, informó que los cisticercos pueden establecerse en un ojo, lengua, corazón, músculos o, peor aún, en el cerebro.