06:00 hrs.  09 de Julio de 2005

 

 

Boletín UNAM-DGCS-522

Ciudad Universitaria

Pies de foto al final del boletín

 

TRABAJAN UNIVERSITARIOS EN EL DESARROLLO DE NUEVO MÉTODO PARA DIAGNOSTICAR NEUROCISTICERCOSIS

 

·        Se basa en antígenos de Taenia solium, parásito que provoca la enfermedad

·        El procedimiento, hasta el momento, ha dado resultados cien por cien efectivos y podría aplicarse en hospitales donde no se cuenta con instrumentos de resonancia magnética o tomografía

·        Permite determinar si el agente causante está vivo, explicó José Luis Molinari Soriano, del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM

 

Científicos de la UNAM desarrollaron un nuevo método de diagnóstico de neurocisticercosis, basado en el uso de antígenos o sustancias que inducen la producción de anticuerpos de Taenia solium, el parásito que produce esta enfermedad, señaló José Luis Molinari Soriano, del Instituto de Fisiología Celular (IFC).

 

Añadió que estos elementos son capaces de reconocer exclusivamente anticuerpos en el líquido cefalorraquídeo de pacientes con parásitos vivos; con ello, el médico puede decidir qué tratamiento da.

 

Este desarrollo, publicado en la revista inglesa Annals of Tropical Medicine and Parasitology, resultaría útil en aquellas zonas del país, en cuyos hospitales no existe equipo de imagen, como resonancia magnética o tomografía computarizada, ya que podría hacerse un diagnóstico acertado con una muestra de líquido cefalorraquídeo y el uso de esos antígenos, explicó.

Otra de sus ventajas es que sirve para monitorear la evolución del paciente cisticercoso que recibe tratamiento, sin necesidad de utilizar costosos instrumentos, como ocurre hasta ahora, agregó.

 

Molinari Soriano abundó que es difícil conocer la incidencia de la cisticercosis en México con exactitud, ya que muchos de los afectados, en su mayoría gente humilde o que vive en el medio rural, no acuden al médico y no son diagnosticados de forma oportuna.

 

A través de autopsias se ha determinado que alrededor de tres por ciento del total de muertos por cualquier causa padecía la enfermedad, o sea, manifestaba la presencia de cisticercos, reveló.

 

El padecimiento, aseveró, es causado por un parásito –céstodo–  Taenia solium, que es hermafrodita. Se trata de un gusano plano y largo que está segmentado. De tal suerte, cuando es adulto produce huevos que pueden salir a la luz intestinal.

 

Sus últimas partes contienen úteros y en cada uno pueden albergarse entre 50 mil y 60 mil huevos capaces de infectar. Los huevecillos salen al medio ambiente en la materia fecal. Así, el mal se transmite al consumir alimentos contaminados con ella, alertó.

 

En el campo, los cerdos llamados de traspatio consumen materia fecal de humanos, en muchas ocasiones enfermos, mecanismo por el cual adquieren el mal. El consumo de carne porcina (cisticercosa) mal cocida, conduce a la adquisición de teniosis.

 

Una vez que los huevos del parásito están en el intestino, los embriones se activan, se liberan de su bolsa y penetran en el tejido de ese aparato. Allí pueden alcanzar un vaso sanguíneo y viajar por la sangre para establecerse en un ojo, lengua, corazón, los músculos o, peor aun, en el sitio más peligroso: el cerebro, y producir neurocisticercosis.

 

Si un parásito obstruye la circulación del líquido cefalorraquídeo puede ocasionar, por taponamiento brusco, muerte instantánea del enfermo, o hacerlo sufrir durante años dolor de cabeza, epilepsia o diversas alteraciones verbales, auditivas o intelectuales. “El afectado llega a la demencia por la destrucción de su tejido nervioso central”, indicó el experto.

 

Una vez que se ha diagnosticado el mal, expuso, existen medicamentos que pueden ser utilizados para el tratamiento. De ser necesario, en ocasiones esto se combina con intervenciones quirúrgicas.

 

El metacéstodo, conocido comúnmente como cisticerco, es la fase previa al parásito maduro. De él se obtuvieron los antígenos. El proceso consistió en llevar al laboratorio cerdos parasitados (a veces con hasta 20 mil cisticercos por kilo de carne) y sacrificarlos, apuntó.

 

Luego, se disecaron los cisticercos en cajas de Petri, donde se les colocó en un medio de cultivo para que secretaran proteínas. Mediante una prueba conocida como inmunotransferencia se detectó que por lo menos había tres antígenos en esas secreciones, distinguidas por su peso molecular, refirió.

 

“Tales proteínas sirvieron para hacer el estudio de diagnóstico de la enfermedad. La hipótesis de la cual partimos fue que en un humano o cerdo parasitado, el cisticerco que está vivo secreta esas sustancias en el cerebro, músculo u otro tejido, de tal manera que el organismo huésped reconoce como extrañas a estas proteínas y produce anticuerpos, los cuales podrían encontrarse en el líquido cefalorraquídeo y a veces en la sangre”, advirtió.

 

Para comprobar la hipótesis se contó con el apoyo del Laboratorio de Inmunología del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, que proporcionó material biológico (el mencionado líquido) de 141 sujetos, con el cual se comenzaron a probar los nuevos antígenos, expresó.

 

Con ayuda de otra prueba inmunológica llamada ELISA (ensayo inmunoenzimático ligado a enzimas, por sus siglas en inglés), se vio que los valores del experimento eran altos, precisó.

 

Molinari Soriano dijo que al inicio de la investigación no se sabía a quienes pertenecían las muestras de líquido y si correspondían a enfermos que padecían o no neurocisticercosis. Una vez realizados los exámenes se revisaron las historias clínicas y se detectó que sólo los afectados con el padecimiento y con el parásito vivo registraron ELISA e inmunotransferencia positivos. Tal situación no se había detectado con el uso de antígenos anteriores.

 

Además, al hacer la clasificación de los datos, se pudo precisar el desarrollo de los parásitos, al observarse que las fases vivas producen los valores más altos, y distinguir con precisión los líquidos cefalorraquídeos de pacientes que tenían neurocisticercosis pero con parásitos muertos, así como de aquellos sin la enfermedad, cuya prueba salió en “blanco”, informó.

 

De ese modo, aclaró, se encontró que los nuevos antígenos sirven para monitorear la evolución del afectado cisticercoso. Cuando los parásitos mueren, desaparecen las secreciones y no se producen anticuerpos y los que existían comienzan a disminuir, todo lo cual se detecta.

 

En la actualidad, ese monitoreo debe hacerse también con ayuda de las imágenes médicas. Es decir, enfatizó, para determinar si el agente feneció se requiere otra resonancia magnética; el descubrimiento de los universitarios podría ser fundamental.

 

Además, adelantó José Luis Molinari, este desarrollo podría ser patentado, venderse a alguna compañía y exportarse a otros países con este problema de salud pública, como Perú, Colombia, Bolivia e, incluso, Estados Unidos.

 

La investigación continuará de forma que en el futuro sea posible producir los antígenos en el laboratorio, pero sin depender de los cerdos infectados, sino mediante ingeniería genética, expresados en alguna bacteria o levadura, finalizó el destacado científico.

 

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FOTO 01

Universitarios desarrollaron un nuevo método de diagnóstico de neurocisticercosis basado en antígenos de Taenia solium, dijo José Luis Molinari Soriano, del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM.

 

FOTO 02.

José Luis Molinari Soriano, del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, informó que los cisticercos pueden establecerse en un ojo, lengua, corazón, músculos o, peor aún, en el cerebro.