06:00 hrs.  17 de Abril  de 2005

 

Boletín UNAM-DGCS-303

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

 

AUSENTE EN LOS PRECIOS DEL MERCADO, EL COSTO POR DESTRUIR EL AMBIENTE

 

 

·        Es el aspecto más dañino del comercio actual, afirmó en la UNAM Ernesto Abraham, subdirector de Seguimiento y Análisis de la Gestión Pública de la Semarnat

·        El ser humano para vivir destruye el ambiente y ahora hay que pagar por reconstruirlo, dijo

 

 

El costo por destruir el ambiente está ausente en los precios de mercado y es el aspecto más dañino del comercio actual. Implementarlo obligaría a pagar por lo destruido, para disminuir la devastación y que el entorno futuro sea mejor que el actual, afirmó en la UNAM el especialista Ernesto Abraham Tarrab.

 

El subdirector de Seguimiento y Análisis de la Gestión Pública de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) aseguró que es necesario revisar los paradigmas financieros sobre los recursos naturales, así como estudiar la cuantía de restaurar lo afectado.

 

Propuso que se genere una nueva rama de la economía dedicada a ese rubro, sumada a la agricultura, sector primario, minería y transportes, entre otros. “El ser humano para vivir destruye el ambiente y hay que pagar por reconstruirlo, lo cual no se puede lograr sólo con buenas intenciones”.

 

En el seminario Economía vs. Biodiversidad. Buscando la respuesta al nuevo enigma: ¿cuánto vale un ruiseñor?, organizado por el Instituto de Biología, agregó que hay una gran diferencia entre el valor y el precio cuando se trata del entorno.

 

El primero tiene diferentes concepciones, y referido a la riqueza natural aún más. Cuando se dice que la mariposa monarca vale mucho podría ser en el sentido económico, espiritual o hasta sentimental; de ellos, sólo en el primer caso se le puede poner precio en un momento dado. “Debe precisarse la ética con la que se resuelve el problema: cómo se valora la biodiversidad”, aseveró.

 

Se debe distinguir cuánto cuesta un humedal desecado, o la desaparición de un manglar devastado por una granja camaronícola, o la extinción de un santuario de mariposas. Sin embargo, dijo, no se ha medido cuántos lugares similares han desaparecido. Todo ello debe implicar aspectos de ética.

 

Abraham Tarrab recordó que, según la mayor parte de los analistas económicos, la biodiversidad se pierde por causas como extracción de petróleo, agricultura (deforestación y desertificación), expansión de ciudades (basura y aguas residuales) e industria.

 

Explicó que factores como bosques, suelo y agua poseen externalidades positivas como la conservación de su variedad, y la obtención de líquido subterráneo y superficial de calidad. Aunque “por cierto, en México no tenemos agua pura, toda está contaminada en diferente grado”.

 

Cuando el suelo cambia de uso, se pierde riqueza y se produce el arrastre de sedimentos y fertilizantes, y desarrollo de plagas, entre otras. Para producir media tonelada de maíz o menos de 50 kilogramos de carne se eliminan especies por hectárea. En ese contexto, refirió, cabe preguntarse si vale la pena perder esos recursos, si no sería posible crear esos productos en otros sitios.

 

Consideró que una opción es aprovechar la energía solar, que permite el proceso vital en nuestro planeta. Irradia 2.5 quintillones de kilocalorías, pero a la Tierra sólo llega una parte: 40 por ciento se refleja; 50 mantiene líquida la masa de agua y la mueve, y el resto calienta y agita el aire, evapora los líquidos y produce vida.

 

No obstante, reveló, el energético de mayor uso es fósil. Los humanos han destruido para vivir mil 900 millones de hectáreas, que se han degradado; deforestaron 11 millones cada año; utilizaron una superficie agropecuaria de  mil 510 millones; usaron mil 400 kilómetros cúbicos de agua dulce y emiten 23 mil millones de toneladas de anhídrido carbónico anualmente.

 

Si el total de habitantes del planeta es de seis mil 50 millones, “nos corresponden 78 metros de erosión; 19 metros cuadrados deforestados y 660 metros cúbicos de agua dulce. Cada uno emite 4.2 toneladas de emisiones de bióxido de carbono”, alertó.

 

A este escenario se añade que existen tres mil 314 especies de animales y 25 mil 971 de plantas en peligro de extinción. “Deberíamos pensar  cuánto destruimos los seres humanos para poder vivir de la biodiversidad”, señaló.

 

Ernesto Abraham Tarrab también mencionó que el consumo del agua creció 100 veces del año 1900 al 2000. La población creció y, además, se concentró en ciudades. Ante ese panorama, sostuvo, necesitamos redefinir cómo encaramos el análisis económico de la naturaleza y su valor de uso. Cuando es destruida se produce un valor negativo que debe determinarse junto con los costos de restaurarla. Todo ello para establecer políticas públicas.

 

Ante este panorama deben impulsarse directrices económicas, normativas y educativas novedosas, así como apoyos, por ejemplo subsidios, pero impidiendo que se vuelvan “perversos”, finalizó.

 

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PIES DE FOTO

 

 

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El especialista Ernesto Abraham Tarrab afirmó en la UNAM que el costo por destruir el ambiente está ausente en los precios de mercado y es el aspecto más dañino del comercio actual.

 

 

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Ernesto Abraham Tarrab, funcionario de la Semarnat, refirió en la UNAM que es necesario revisar los paradigmas financieros sobre los recursos naturales, así como estudiar la cuantía de restaurar lo afectado.