14:30 hrs.  5 de Abril  de 2005

 

Boletín UNAM-DGCS-263

Ciudad Universitaria

 

Pies de foto al final del boletín

NO HAY CONSENSO EN CUANTO AL ALCANCE DE UNA NORMATIVIDAD LINGÜÍSTICA

 

·        Ello a pesar de que los hablantes y especialistas coinciden en que existen normas en el uso de la lengua, indicó María Ángeles Soler, investigadora del IIFl de la UNAM

·        Cecilia Rojas Nieto, de esa entidad, consideró que el binomio normatividad y uso lingüístico constituye una zona de contraste que atiende a la fenomenología lingüística

·        El investigador José Moreno de Alba consideró que las academias no pueden renunciar a su labor normativa, porque ello justifica su propia existencia

·         Participaron en la inauguración del coloquio Normatividad y uso lingüístico

 

A pesar de tener conciencia de que existe o debe haber cierta normatividad en el uso de la lengua, en la actualidad ni los hablantes, ni los lingüistas coinciden en cuanto a su definición ni al alcance de su aplicación, afirmó María Ángeles Soler, miembro del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFl) de la UNAM.

 

Esta falta de coincidencia se explica porque dicha palabra se utiliza en varios sentidos. Para algunos la regla se identifica con su ejercicio (ámbito del ser), mientras que para otros es una prescripción, es decir, una disposición impuesta a su empleo, señaló en la inauguración del Coloquio Normatividad y uso lingüístico.

 

 

No obstante, precisó, el problema va más allá de lo puramente lingüístico. Tiene que ver con aspectos relacionados con las ideologías, actitudes y presuposiciones; así como con los valores sociales y culturales vinculados al prestigio, estigmatización y poder entre los individuos, sociedades y naciones.

 

En ese contexto, el Coloquio está enfocado a averiguar la interacción que resulta de la influencia o falta de cierta normatividad aplicada en el uso de la lengua, en diferentes actividades de los seres humanos, indicó en el Aula Magna del IIFl.

 

Por ello, mencionó, en esta ocasión, se ha pedido a varios colegas especialistas en distintos aspectos del quehacer político, que expongan sus reflexiones sobre la manera como consideran que influye en su ámbito laboral la regulación lingüística.

 

En su oportunidad, Cecilia Rojas Nieto, coordinadora del Centro de Lingüística Hispánica del IIFl, consideró: “El binomio que denomina a este encuentro –normatividad y uso lingüístico–, constituye una zona de contraste que, por un lado, atiende a la fenomenología lingüística, diversa, social, geográfica y temporalmente distribuida, a la cual se suele visitar con un ánimo descriptivo-explicativo”.

 

Por otro lado, agregó, contempla los requerimientos concretos del uso instrumental de la lengua, asociada a criterios prácticos de eficacia, solución de problemas y obtención de metas.

 

Asimismo, tiene que ver con una visión comprometida con lo social, la cual cobija las posiciones normativas, aunque encubierta bajo valores de conocimiento adecuado, historia, tradición, buen gusto o estética, dijo.

 

Al participar en la mesa La normatividad lingüística, Raúl Ávila, académico de El Colegio de México, aseveró que por lo menos en los medios latinoamericanos se puede hablar de conductores cuya lengua española no tiene tanta marca del país de origen.

 

Como consecuencia de la actitud globalizadora, indicó, muchas veces no se sabe cuál es la nacionalidad de los locutores y esa parte lingüística se extiende más allá de las fronteras políticas.

Hoy, a los medios no les interesan las nacionalidades, y si uno quiere estudiar su lenguaje inevitablemente en ellos tiene más que ver la variación que los países. Por lo tanto, la norma de mayor uso para éstos es la fonética, sostuvo.

 

Así, ejemplificó, en noticias, telenovelas y deportes hay un 99 por ciento de palabras de uso internacional. De hecho, sólo algunas pocas son propias del país transmisor.

 

En su oportunidad, José Moreno de Alba, investigador del IIFl, consideró que las academias no pueden renunciar a su labor normativa, porque ésta es la que justifica en buena medida su propia existencia.

 

Por ello, precisó, la Real Academia Española en colaboración con la Asociación de Academias de la Lengua Española terminó de preparar el Diccionario Panhispánico de Dudas, el cual es un instrumento que ayudará a los usuarios del español a resolver de manera integral las abundantes inquietudes que pueden referirse a asuntos fonológicos, fonéticos, morfológicos, sintácticos, semánticos, entre otros.

 

Desde el punto de vista puramente lingüístico no hay dialectos mejores ni peores; sin embargo es obvio que cada uno de éstos gozan de diverso prestigio e importancia; por ello, en el diccionario no se incluyó este aspecto, el cual además de ser innecesario, puede resultar inconveniente, argumentó.

 

Sin embargo, en esta publicación se consideró más conveniente tomar en cuenta tres criterios: primero, la corrección en cuanto se refiere al sistema lingüístico abstracto; segundo, para la mayoría de las recomendaciones que no estuvieran relacionadas con incorrecciones sistemáticas, no hubo necesidad de considerar ejemplaridades particulares de tal o cual dialecto, pues pertenecían a la llamada lengua española estándar.

 

En tercer lugar, sólo cuando convino, se tomaron en cuenta las ejemplaridades propias de los dialectos, cuando éstas no contradijeron la corrección lingüística o iban apoyadas por variaciones geográficas, concluyó.

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Foto 1

Cecilia Rojas Nieto, José Moreno de Alba y Raúl Ávila luego de su participación en el coloquio Normatividad y Uso Lingüístico, efectuado en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

 

Foto 2.

En la actualidad ni los hablantes, ni los lingüistas coinciden en cuanto a la definición y alcance de la aplicación de la normatividad lingüística, afirmó María Ángeles Soler, investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.