Boletín UNAM-DGCS-231
Ciudad Universitaria
Pies de fotos al
final del boletín
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A fin de entender la función y beneficio de
los terrenos y estimar sus potencialidades y ordenamiento
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Participan en estos trabajos –a petición de la Secretaría de Medio
Ambiente del Gobierno del DF– especialistas de diversas áreas académicas
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Informó Silke Cram, investigadora del
Instituto de Geografía de esta casa de estudios
Un grupo interdisciplinario de científicos
de la UNAM determinó –a petición de la Secretaría de Medio Ambiente del
Gobierno del Distrito Federal– los elementos que debe contener un plan integral
de manejo ambiental de suelo para la Ciudad de México, a fin de entender la
función y beneficio de los terrenos y estimar sus potencialidades y
ordenamiento, informó Silke Cram, investigadora del Instituto de Geografía
(IGf) de esta casa de estudios.
Ello porque esta urbe requiere
instrumentar un programa al respecto, que incluya leyes y normas, defina metas
de protección y uso de recursos, y establezca lineamientos de utilización y
rehabilitación, añadió.
Expuso que las diversas extensiones
cumplen funciones específicas en el entorno, como desarrollo
de vegetación y cultivos. Es una reserva genética por la cantidad de
microorganismos presentes, y un amortiguador o transformador de contaminantes
mediante la precipitación o depositación seca, evitando su traslado a otros
“compartimentos”, como el agua subterránea.
En ese sentido, dijo, es también un medio
de filtración del líquido que alcanza el subsuelo y recarga los acuíferos. “Si
lo destruimos, la lluvia escurre superficialmente y no se infiltra”.
El estudio de suelos es una ciencia
madura, desarrollada en función del crecimiento de sembradíos, pero en la
ciudad hacen falta investigaciones. “Nos interesaba saber cómo se maneja, por
su importancia”, pues en las urbes se le usa, sobre todo, como base para la
construcción; sin embargo, advirtió, al sellarla se destruyen “todas las demás
funciones que pudiera cumplir”.
Así ocurre a pesar de que la
Organización Mundial de la Salud y otras instituciones han determinado que
deben existir, por lo menos, 15 metros cuadrados de áreas verdes por habitante.
El sustrato original, desarrollado durante miles de años, además de haber sido
ocupado ha sufrido degradación; ahora se encuentra mezclada con otros
materiales, como cascajo o basura, recordó.
El equipo universitario realizó un
recuento de los suelos originales que aún existen, con base en la cartografía
del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, luego
identificó la superficie recubierta por pavimento, y determinó los procesos de
afectación presentados.
Entre los resultados obtenidos se
encontró que, por ejemplo, las delegaciones con más de 89 por ciento de área
sellada son Venustiano Carranza, Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc,
Benito Juárez y Azcapotzalco. Las que tienen menos son las que poseen áreas “de
conservación”: Tlalpan, Tláhuac y Milpa Alta.
El cálculo de área verde por
habitante arrojó que los pobladores de Venustiano Carranza, Iztapalapa,
Iztacalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Azcapotzalco –coincidente con el
porcentaje anterior–, cuentan sólo con entre 3 y 7 metros cuadrados, cuando la
recomendación es que el mínimo vaya del doble y hasta cinco veces más.
En contraste, Tlalpan posee 380 metros
cuadrados de espacios naturales por individuo, pero considerando toda la
demarcación. Al respecto, Silke Cram sugirió que la unidad de estudio sea más
específica, pues en esta escala no se refleja la relación anterior.
Cabe señalar, refirió, que la mancha
urbana invade áreas de conservación y poblados en expansión. Por todos esos
aspectos debe existir una planeación del crecimiento de la ciudad y una
reflexión por parte del gobierno, acerca de qué extensiones preservar, y cuáles
serán las políticas pertinentes.
Para ello, puntualizó, debe tomarse en
cuenta que en la ciudad existen diferentes clases de suelo, de acuerdo con los
diversos tipos de formación (por sedimentos o rocas, por ejemplo), que incluyen
factores como vegetación, clima y relieve, como las zonas montañosas.
Al hablar de los procesos de daño de las
superficies capitalinas, consideró que el más importante es el asfaltado, pues
las aísla de la atmósfera. De hecho, en esas zonas hay mayor retención de calor
y temperaturas medias más altas que las no ocupadas. Así, inclusive, se
modifica el micro o mesoclima.
En las zonas urbanas, densamente
edificadas, las áreas no afectadas se
reducen en muchas ocasiones a los camellones. “Hay que entender bien cuál es la
función del suelo y determinar sus beneficios para entonces establecer un
equilibrio entre partes verdes y construidas”, precisó.
La especialista señaló que
otro proceso de degradación es la compactación. La tierra está compuesta de
partículas entre las cuales se crea un espacio poroso por donde circula agua o
aire; empero, debido al estrés mecánico (pisotear o manejar encima), se reduce
la distancia entre ellas y, en consecuencia, la capacidad de retener líquido y
oxigenación para las plantas y microorganismos.
Un proceso más es la contaminación por
metales (como plomo, cobre o zinc) e hidrocarburos, debido a la actividad
industrial y la circulación de vehículos, que además emiten compuestos al aire
cuyo destino será el suelo mediante lluvia o depositación seca, advirtió.
Como resultado del proyecto –coordinado
por la doctora Marisa Mazari, del Instituto de Ecología, donde también
participaron especialistas del Laboratorio de Suelos del IGf además de la doctora
Silke Cram, y Francisco Rojo, de la Facultad de Química–, se requirió un
estudio mayor para planear su uso.
El plan integral de manejo ambiental del
suelo para el DF, debe incluir la sistematización de la información y una
cartografía más detallada de los suelos existentes y el grado de degradación
registrado, opinaron los expertos universitarios.
Además, debe conocerse la historia de su
desarrollo para evaluar las características de sus sustratos y reconocer las
funciones a cumplir. También llevar a cabo el inventario de sitios
contaminados, y compararlos con criterios de calidad o límites permisibles,
para establecer si deben limpiarse.
Por último, se necesita un proyecto
encaminado a la conservación del equilibrio entre todos los tipos de terrenos y
las funciones que se busca cumplan, y con base en ello realizar el
ordenamiento, concluyó.
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PIES DE FOTO
FOTO 01
Silke Cram, del Instituto de
Geografía de la UNAM, señaló que un grupo de universitarios determinó los
elementos que debe contener un plan integral de manejo ambiental del suelo en
el DF.
FOTO 02.
El suelo cumple funciones
importantes en el ambiente: sirve para el desarrollo de vegetación natural y
cultivos, explicó Silke Cram, del Instituto de Geografía de la UNAM.