06:00 hrs.  28 de Marzo  de 2005

 

Boletín UNAM-DGCS-231

Ciudad Universitaria

 

Pies de fotos al final del boletín

 

 

 

COLABORA LA UNAM EN LA ELABORACIÓN DEL PLAN DE MANEJO AMBIENTAL DE SUELO PARA LA CIUDAD

 

·        A fin de entender la función y beneficio de los terrenos y estimar sus potencialidades y ordenamiento

·        Participan en estos trabajos –a petición de la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno del DF– especialistas de diversas áreas académicas

·        Informó Silke Cram, investigadora del Instituto de Geografía de esta casa de estudios

 

Un grupo interdisciplinario de científicos de la UNAM determinó –a petición de la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno del Distrito Federal– los elementos que debe contener un plan integral de manejo ambiental de suelo para la Ciudad de México, a fin de entender la función y beneficio de los terrenos y estimar sus potencialidades y ordenamiento, informó Silke Cram, investigadora del Instituto de Geografía (IGf) de esta casa de estudios.

 

Ello porque esta urbe requiere instrumentar un programa al respecto, que incluya leyes y normas, defina metas de protección y uso de recursos, y establezca lineamientos de utilización y rehabilitación, añadió.

 

Expuso que las diversas extensiones cumplen funciones específicas en el entorno, como desarrollo de vegetación y cultivos. Es una reserva genética por la cantidad de microorganismos presentes, y un amortiguador o transformador de contaminantes mediante la precipitación o depositación seca, evitando su traslado a otros “compartimentos”, como el agua subterránea.

 

En ese sentido, dijo, es también un medio de filtración del líquido que alcanza el subsuelo y recarga los acuíferos. “Si lo destruimos, la lluvia escurre superficialmente y no se infiltra”.

 

El estudio de suelos es una ciencia madura, desarrollada en función del crecimiento de sembradíos, pero en la ciudad hacen falta investigaciones. “Nos interesaba saber cómo se maneja, por su importancia”, pues en las urbes se le usa, sobre todo, como base para la construcción; sin embargo, advirtió, al sellarla se destruyen “todas las demás funciones que pudiera cumplir”.

 

Así ocurre a pesar de que la Organización Mundial de la Salud y otras instituciones han determinado que deben existir, por lo menos, 15 metros cuadrados de áreas verdes por habitante. El sustrato original, desarrollado durante miles de años, además de haber sido ocupado ha sufrido degradación; ahora se encuentra mezclada con otros materiales, como cascajo o basura, recordó.

 

El equipo universitario realizó un recuento de los suelos originales que aún existen, con base en la cartografía del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, luego identificó la superficie recubierta por pavimento, y determinó los procesos de afectación presentados.

 

Entre los resultados obtenidos se encontró que, por ejemplo, las delegaciones con más de 89 por ciento de área sellada son Venustiano Carranza, Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Azcapotzalco. Las que tienen menos son las que poseen áreas “de conservación”: Tlalpan, Tláhuac y Milpa Alta.

 

El cálculo de área verde por habitante arrojó que los pobladores de Venustiano Carranza, Iztapalapa, Iztacalco, Cuauhtémoc, Benito Juárez y Azcapotzalco –coincidente con el porcentaje anterior–, cuentan sólo con entre 3 y 7 metros cuadrados, cuando la recomendación es que el mínimo vaya del doble y hasta cinco veces más.

 

 

 

 

En contraste, Tlalpan posee 380 metros cuadrados de espacios naturales por individuo, pero considerando toda la demarcación. Al respecto, Silke Cram sugirió que la unidad de estudio sea más específica, pues en esta escala no se refleja la relación anterior.

 

Cabe señalar, refirió, que la mancha urbana invade áreas de conservación y poblados en expansión. Por todos esos aspectos debe existir una planeación del crecimiento de la ciudad y una reflexión por parte del gobierno, acerca de qué extensiones preservar, y cuáles serán las políticas pertinentes.

 

Para ello, puntualizó, debe tomarse en cuenta que en la ciudad existen diferentes clases de suelo, de acuerdo con los diversos tipos de formación (por sedimentos o rocas, por ejemplo), que incluyen factores como vegetación, clima y relieve, como las zonas montañosas.

 

Al hablar de los procesos de daño de las superficies capitalinas, consideró que el más importante es el asfaltado, pues las aísla de la atmósfera. De hecho, en esas zonas hay mayor retención de calor y temperaturas medias más altas que las no ocupadas. Así, inclusive, se modifica el micro o mesoclima.

 

En las zonas urbanas, densamente edificadas, las áreas no afectadas  se reducen en muchas ocasiones a los camellones. “Hay que entender bien cuál es la función del suelo y determinar sus beneficios para entonces establecer un equilibrio entre partes verdes y construidas”, precisó.

 

La especialista señaló que otro proceso de degradación es la compactación. La tierra está compuesta de partículas entre las cuales se crea un espacio poroso por donde circula agua o aire; empero, debido al estrés mecánico (pisotear o manejar encima), se reduce la distancia entre ellas y, en consecuencia, la capacidad de retener líquido y oxigenación para las plantas y microorganismos.

 

Un proceso más es la contaminación por metales (como plomo, cobre o zinc) e hidrocarburos, debido a la actividad industrial y la circulación de vehículos, que además emiten compuestos al aire cuyo destino será el suelo mediante lluvia o depositación seca, advirtió.

 

Como resultado del proyecto –coordinado por la doctora Marisa Mazari, del Instituto de Ecología, donde también participaron especialistas del Laboratorio de Suelos del IGf además de la doctora Silke Cram, y Francisco Rojo, de la Facultad de Química–, se requirió un estudio mayor para planear su uso.

 

El plan integral de manejo ambiental del suelo para el DF, debe incluir la sistematización de la información y una cartografía más detallada de los suelos existentes y el grado de degradación registrado, opinaron los expertos universitarios.

 

Además, debe conocerse la historia de su desarrollo para evaluar las características de sus sustratos y reconocer las funciones a cumplir. También llevar a cabo el inventario de sitios contaminados, y compararlos con criterios de calidad o límites permisibles, para establecer si deben limpiarse.

 

Por último, se necesita un proyecto encaminado a la conservación del equilibrio entre todos los tipos de terrenos y las funciones que se busca cumplan, y con base en ello realizar el ordenamiento, concluyó.

 

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PIES DE FOTO

 

FOTO 01

 

Silke Cram, del Instituto de Geografía de la UNAM, señaló que un grupo de universitarios determinó los elementos que debe contener un plan integral de manejo ambiental del suelo en el DF.

 

 

FOTO 02.

 

El suelo cumple funciones importantes en el ambiente: sirve para el desarrollo de vegetación natural y cultivos, explicó Silke Cram, del Instituto de Geografía de la UNAM.